jueves, 9 de abril de 2009

EL CONDÓN

Desde que el Papa metió la pata en su visita pastoral a África, a juicio de las numerosas ONG que allí realizan una labor altruista para la prevención de las enfermedades de transmisión sexual, el Sida en particular, además de otras muchas actividades de proyección solidaria, muchas han sido las voces que han dado público conocimiento de sus argumentos sobre el uso del condón.

Hoy he reconocido una mas, la de un viejo conocido que ya fue motivo de una página del Blog, cuyo nombre daré al final de la entrada, por aquello de mantener suspenso el ánimo del lector. Hace años que no uso condón, desde que dejé de ser promiscuo, lo que no quiere decir que no la meta de vez en cuando fuera del tiesto, pero en un entorno de relaciones poco promiscuas.

Cuando mi mujer estaba en edad fértil, y ya teníamos dos hijos, usábamos condón, pero la prueba de que ese procedimiento de anti concepción y de prevención de enfermedades de transmisión venérea no es seguro al cien por cien, se llama Jordi y cumplió treinta y dos años el otro día, tiene diez menos que su hermana mayor, y a el le da igual, supongo, que usáramos o no condón, aunque esté felizmente presente en el mundo porque se rompió.

Que un procedimiento no sea seguro al cien por cien, no es motivo para abandonarlo, pues la vida, en general, no es segura al cien por cien, en ninguna de sus manifestaciones, sobre todo para los habitantes de los países donde conviven hermosos paisajes y gente rica, –no se olvide que en todas partes la hay-- con la extrema miseria.

Ese contexto de extrema miseria y extensión imparable de la pandemia del Sida es, creo yo, el que motivó las numerosas críticas a la posición de la Iglesia, en la voz de Benedicto XVI, según la cual el uso del condón no contribuye a resolver la contención de esa enfermedad, sino que la agrava.

En ese argumento subyace un elemental silogismo, impropio de un personaje como Ratzinger. El uso del condón lleva a una mayor promiscuidad, y esa mayor promiscuidad lleva a mas Sida.
La misma argumentación, adobada con otros matices, es la que emplea el comunicador ocasional
a quien voy a contestar.

El artículo que voy a comentar es a su vez “Una respuesta para Dawkins” como reza su título. Dice el articulista que el cuestionamiento del uso del preservativo es un tabú social. Dawkins subrayó en la intervención que da pie al artículo, la necesidad de que la gente piense por si misma y a eso se agarra el comunicador papista en su alegato contra ese supuesto tabú.

¿Sobre que base se puede decir que los condones agravan el problema del Sida? , se pregunta Dawkins. Estos son los argumentos del papista.
“En las relaciones sexuales humanas, hay una dimensión personal que no se ve simplemente observada objetivamente desde fuera. Para descubrirla hay que pensar por uno mismo.”

Conviene precisar que, en cualquier relación humana, se trate de la sexualidad o de la explotación o la desigualdad, sucede lo mismo.

Con un enfoque estrecho y limitado por su planteamiento confesional de la sexualidad, el articulista afirma que “ en las relaciones entre los dos sexos la persona engendrada es fruto del amor y la entrega del hombre y la mujer que se aman mutuamente”

Esta manía de unir sexualidad y procreación, tan excluyente, parece indicar que no puede haber
amor y entrega del hombre y la mujer, si no hay procreación de por medio. Implica negar el placer, tan humano, al margen de la procreación. Al definir la sexualidad sobre la pareja hombre, mujer, excluye todas las demás formas sociales de la sexualidad que están bien presentes entre nosotros, las familias monoparentales, las relaciones homosexuales o lésbicas, la cada vez mas amplia variedad que la diversidad humana inventa, desde los tiempos de la Grecia clásica.

Esa separación tajante que niega el placer si no hay procreación, nos condena, por ejemplo, a quienes aún sentimos el impulso humano del placer, a las mujeres que ya no están en edad fértil, a los varones añosos que aun podemos procrear, pero no podríamos estar presentes para ver crecer a nuestros hijos, al ostracismo sexual, puesto que si el placer va ligado a la procreación, en ausencia de esa finalidad esencial, millones de personas que se encuentran en esa etapa declinante de la vida carecerían de soporte ético para disfrutarlo.

La sexualidad es procreación, pero es mucho mas que eso. Y los meapilas como el articulista cuyo nombre desvelaré al final, asocian el placer, una experiencia tan humana como el dolor o el sufrimiento, al pecado, al vicio, un concepto represor, como han demostrado Erich From, y un montón de psicólogos mas que han reflexionado sobre los motores de la libertad humana, uno de los cuales es despojarse de las represiones que los modelos autoritarios, entre ellos el de la Iglesia católica, han tratado de imponer en todo tiempo y en todo lugar.

En una cosa coincido con el Papa y con su turiferario. No me parece que la promiscuidad extrema
sea algo favorable para el desarrollo humano. Mas bien parece el síntoma de un desequilibrio, de una limitación, de la incapacidad para establecer relaciones completas y relativamente –nada dura eternamente-- duraderas.

El espacio de la sexualidad, desde una perspectiva agnóstica, podría ser un lugar ideal donde el amor entre dos, o mas, seres humanos, cualquiera que sea su preferencia por una u otra modalidad de compañero sexual, se exprese mediante una dimensión personal, al margen de cualquier convención, sin ningún sentimiento de culpa.

El placer sexual, tan humano, tiene cabida en el seno de esa relación, y no excluye, si es el caso, la procreación, pero debe poder expresarse al margen de esa finalidad, se use, o no se use condón.

Tomás Baviera, y con esto termino, firma el artículo al que me estoy refiriendo. En ese texto incluye dos argumentos que me sorprenden sobre manera. Uno, tomado de Dawkins, y que Baviera hace suyo, subraya la necesidad de que “la gente piense por si misma”, que piense libremente. Afirma, además, que “no creo que contribuya a una sana convivencia caer en un insulto personal”

Este señor, dirige un colegio mayor del Opus, y es el mismo que se dirigió a “los que piensan libremente”, que el llamaba librepensadores, en otro artículo con el título “¿Y si fueran tontos” y me inspiró una contundente respuesta en la página “La Fotosíntesis” que fue la mas visitada del Blog durante el mes de Enero.

A estos sujetos hay que contestarles. No hay que dejar que influyan impunemente en los demás con sus ideas retrógradas Y desde luego hay que saber que colegio dirigen, para no enviar allí a las personas que queremos. Ya lo saben, Colegio Mayor Alameda. Heliópolis.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-04-09.

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