sábado, 13 de octubre de 2012

VIAJAR

Viajar, lo que se dice viajar, es lo que cuentan que hizo Marco Polo, quien se demoró veinte años, de acá para allá, antes de regresar al punto de partida de su famoso periplo.

Luego está eso del turismo, pero hay acuerdo entre los auténticos viajeros que eso, el turismo, no es viajar.

En un escalón inferior al del viaje y el turismo está la escapada que consiste, como su nombre indica, en huir del paisaje habitual durante un corto espacio de tiempo, casi siempre un fin de semana, o lo que conocemos como un puente.
(...)
En mi caso, estoy en plena escapada de 72 horas, que es la media que suelen durar mis estancias en la casa de la sierra. Sin embargo, no solo es cuestión del tiempo, cuyo ritmo se percibe de muy diversas maneras según donde estés, sino, sobre todo, del lugar y mas aún, del entorno del sitio donde te encuentras.

Habitar un lugar en cuyo entorno no vive nadie en un radio de diez kilómetros, en una casa autosuficiente donde el suministro de energía o de agua no depende de compañía, de oligopolio alguno, donde no hay televisión, ni posibilidad de instalarla en el futuro, porque el alumbrado funciona con corriente a doce voltios, tiene algo de la naturaleza del viaje, la sensación de que estás, no a diez kilómetros del pueblo mas próximo, a ochenta de la ciudad, sino en otro hemisferio, en otra civilización, en un mundo ajeno y lejano. 

Pasar de cero metros a novecientos metros de altitud, a una densidad de arbolado asimétrica con la ausencia de densidad poblacional, percibir el cromatismo de la luz de las seis de la tarde sobre las viñas deshabitadas, ya desnudas de frutos, y escuchar el rugir del viento que despliega toda su potencia sin la resistencia de los edificios urbanos, a mi me produce, sin viajar, la sensación del viaje. Algo distinto al paisaje habitual. 

La llama del quemador de la cocina calienta el cacharro donde se prepara el caldo para el arroz con acelgas, después de hacer el sofrito, que incluye un ramito de hierba buena cortado en un camino por el que ni siquiera pasan ya las ovejas, desde que Víctor el pastor renunció a pastorearlas porque su salud se lo impedía, cuando decidió bajar al pueblo para cumplir allí sus días, pero donde todavía hay rastros de las heces de los jabalíes que han sustituido a las ovejas en su deambular por esos caminos.

En la radio se escucha la voz de Gallardón prometiendo la criminalización de no se que cosa de Internet. A Gallardón le encanta criminalizar lo que sea. Podría criminalizar, también, las declaraciones, no muy constitucionales, de Wert, el ministro de incultura. 

Apago la radio, mi único vínculo con el exterior, y pruebo de sal el caldo para el arroz. Está en su punto. 

Añado el arroz, dentro de veinte minutos a comer.

A Gallardón y Wert, alguien debería aconsejarles que moderen su exceso de celo, o darles el cese. 

En fin. Viajar.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 13-10-12.

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