miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA POLÍTICA

Nos han contado que nuestros ancestros vivían en los árboles y que luego bajaron a la llanura, de cuyo nuevo hábitat surgió la posición erecta, la de ustedes, yo ando ya un poco encorvado, como una necesaria adaptación para otear a las presas por encima del hierbámen.

Y las cuevas ¿que?. Hombre, voy a suponer que habitamos las cuevas en un periodo intermedio entre los árboles y las praderas, aunque lo mas probable es que unos siguieran en los árboles, otros en las cuevas, y otros se aventuraran en las praderas, en algún momento, no?.

También voy a suponer que el modo de organización social por aquel entonces era el clan, algo que, si reconocemos la existencia de corrientes en los actuales partidos políticos, convendrán conmigo en que es la forma moderna de aquella organización ancestral.

Nos han contado igualmente que aquel mundo primitivo cambió con la revolución neolítica, cuando la ganadería y la agricultura sustituyeron el nomadismo típico que la precedió por una especie de sedentarismo agrario, pero ese cambio fue insignificante comparado con la moderna aparición de los fertilizantes que, con su aumento exponencial de la producción de alimentos permitió el asentamiento en las ciudades y lo que se conoció como la revolución industrial.

¿Cuando aparece la política en ese proceso?. La política ha estado siempre ahí, al menos si atendemos a la etimología. Me da vergüenza citar el origen de la palabra, 'polis', ciudad, porque no tengo ni puta idea de griego ni de latín , pero, en fin, por una vez, quien se va a enterar.
(...)
Si asumimos que la democracia, y por tanto la política democrática --hay otras políticas, como todo el mundo entenderá-- tiene su origen en la Polis griega, hemos de asumir también que aquella civilización urbana --Atenas, hoy esclavizada por poderes poco democráticos-- incluía a una población esclava, sin derechos civiles, que hacía posible que los señoritos griegos, formados por los filósofos, declamaran su retórica en el ágora, libres de obligaciones domésticas, y sin embargo, ese sistema que nos ha legado la historia, era infinitamente mejor que la tiranía que le precedió, pues aquel no solo tiranizaba a los esclavos, sino a todo el mundo. 

En estos tiempos en que la política, en general, pierde rápidamente el aprecio de las gentes, yo mismo he vilipendiado a los políticos, y a veces, por extensión, a la política actual, conviene matizar que la política, en su mejor acepción, es algo tan noble, tan necesario y tan útil que, sin ella, no cabe una organización social equilibrada y razonable de la sociedad en busca de los mejores equilibrios entre los distintos grupos que la forman. 

Para reconocer este carácter positivo de la política, solo hay que recordar los efectos de su ausencia, o de su limitación, en los sistemas regidos por la autocracia como el que prevaleció aquí durante cuatro décadas, aunque al mismo tempo hay que reconocer el misterio de que toda la población del país, excepto una minoría combativa, lo aguantara sin rechistar durante tanto tiempo. 

Reconocido el carácter positivo, deseable socialmente, de la política como elemento de cohesión y organización social, es inevitable la pregunta ¿Porque, la política, aquí y ahora, está tan desprestigiada? ¿Es que no hay políticos honestos, entregados al bien de la polis? Estoy seguro de que los hay. El problema, los problemas, son, por un lado, que los políticos honestos, vistos individualmente, al parecer, carecen de influencia en la estructura de clanes de los partidos, y, sobre todo, que la política misma parece un ente subordinado a intereses extra parlamentarios, y cada vez nos parecemos mas a la democracia ateniense, en el sentido de la expansión de una clase, si no esclava, excluida.

La política parlamentaria, hasta el siglo XIX, fue enormemente retórica, ahora, hasta esa condición parece a punto de perder, en favor de una representación zafia y vulgar que está alejando a los ciudadanos de su aprecio, de su credibilidad. 

Toda esta retórica de la entrada de hoy tiene una finalidad, aclarar que cuando hago crítica política, a veces despiadada, desde estas páginas, no me refiero a la política con mayúsculas, la que recoge las aspiraciones ciudadanas y, cuando responden al interés común, las materializa en leyes, sin ceder a las presiones de los grupos extra parlamentarios, sino a esa otra política dócil, mezquina, que solo se dedica a aumentar el número de ciudadanos excluidos de la democracia de la polis.

A esa otra política mezquina, dócil, rastrera, es a la que tenemos que criticar por todos los medios, además de tratar de superarla mediante la participación social efectiva, para hacer cambiar sus argumentos, sus políticas, falaces, injustas, interesadas para unos pocos, reprobables, y no solo por la vía de las urnas, cuando toca, también por la vía de la protesta cuando es evidente que, o no tienen programa, o lo contradicen cada día.

 En fin. La política.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 21-11-12.

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