jueves, 30 de octubre de 2014

LA BELLEZA DE LOS GRISES

En las ciudades portuarias, yo tengo la fortuna de vivir en una de ellas, en ocasiones amanece con una delgada capa de nubes sobre el techo urbano que vienen del mar  y la luz filtrada a través de ellas ilumina de un modo tan delicado el paisaje que estimula la percepción de la belleza.

¨Siempre he vivido en ciudades portuarias y no sabría vivir en otro sitio¨, hice decir a Barboza, un personaje de una historia inacabada que huyó de Lisboa por un fraude en una lotería tramposa, perpetrado para poder pasar una semana lujosa con una mujer.

Barboza vive en La Valeta, huído de la justicia, un inspector de la policia lusa lo encuentra, se entrevista con el, le recuerda que tiene cuentas pendientes con la justicia y le da a elegir entre una celda húmeda en Lisboa, o ponerse al servicio de la CIA para matar insurgentes en Irak.

Barboza se lo piensa durante veinticuatro horas, acompañado de la mujer de su vida, que el inspector ha traído con el para mejor convencerle, y al final, un frutero del hotel donde está, lleno de plátanos, le da la idea de disponer en el suelo una piel de plátano con la que el inspector resbala y se rompe la crisma.

Entre Barboza y la chica meten el cadáver del inspector en el congelador de las cocinas del hotel, y durante los quince días siguientes el bufet libre ofrece entre sus viandas rosbif con espárragos fritos.

Barboza sabe que volverán a buscarlo, que la desaparición del inspector estimulará nuevas pesquisas sobre su persona, pero mira la abundancia de plátanos en el frutero, se asoma a la ventana, disfruta con su melancolía portuguesa de la belleza de la mañana gris en La Valeta, escucha la cercana voz de la mujer que le llama a su lado, y da gracias a los dioses por vivir en una ciudad portuaria."
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He recordado esta vieja historia inacabada, parcialmente publicada en el blog en la página ¨Barboza¨, porque el camino al Maravillas está flanqueado por añosas moreras cuyas hojas lucen hoy con una luz especial, filtrada a través de una delgada capa de nubes, como las que Barboza contempla a través de la ventana. 

Ignoro si mi percepción de la belleza de los grises se debe a que hay algún rasgo genético en mi persona con restos de la melancolía lusa de Barboza, se trata de una reacción metabólica inducida por la jalea real vitaminada, ya llevo media caja, que estoy tomando para defenderme del otoño, o tal vez responde a una cierta fobia por el exceso de luz que agrede a mis ojos cansados, pero lo cierto es que en el camino al Maravillas he sido mas sensible a la belleza, que luego a la fealdad al leer los titulares de Levante.

Tengo la fortuna de vivir en un barrio habitado por una población rica y diversa de árboles. Hoy, gracias a la luz que prevalece, los observo de otra manera. El seto de la avenida incluye ficus, cipreses, encinas, chopos de diversas variedades, baobabs, como el que ilustra la portada de El Principito, de Saint Exuperi, que leí muy tardiamente, acacias, abetos, palmeras, ahora amenazadas por el picudo, como otros árboles, 60.000, dicen, en Villamarchante, atacados por un bicho que los taladra, se instala en el centro de su tronco y los devora, y no es la procesionaria que se instala en las copas de los pinos, los destroza y luego sigue, en procesión, para buscar otra víctima. 

Con los árboles pasa como con los políticos, unos están sanos y otros podridos, pero de eso no voy a hablar hoy. 

Mi ordenador marca las 10,35,hace horas que ha amanecido pero la suavidad de los grises sigue presente en el horizonte, puedo verlo a través de la ventana del gabinete donde escribo.

En el patio del viejo cuartel militar abandonado, ahora ocupado por la policia nacional, en cuyas instalaciones se ubica una cárcel para inmigrantes que no recuerdo como se llama en lenguaje oficial, han talado la mayoría de los árboles que lo habitaban, queda un viejo abeto de considerable altura y frondosa copa, junto a media docena de árboles mas jóvenes, pero lo que percibo intensamente, por encima de cualquier otra cosa, es la belleza de los grises, esa luz tamizada por la delicada cubierta nubosa que hace llegar a mis ojos cansados la luminosidad exacta para mirar y ver, sin sufrir los excesos del deslumbramiento.

En fin. La Belleza de los Grises. 

LOHENGRIN CIBERLOHENGRIN 30 10 14.

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