He bajado a tomar café, después de comer y, de paso, a por tabaco. O a por tabaco y, de paso, a tomar café.
No sabría decir cual de esos dos vicios, el café o el tabaco, predomina en mis hábitos. Lo cierto es que, al regresar,
me he quedado un rato en el banco que está frente a la fuente ornamental, en la rotonda situada entre las cuatro calles
que dan nombre al barrio.
Una suave brisa de Levante ha hecho descender los grados que marca el termómetro de la rotonda, desde los 30 que señalaba cuando hemos vuelto del mercado esta mañana, una temperatura que según la radio no se registraba en estas fechas desde hace setenta años, hasta los veintiocho grados que el viento marino hace mas soportables.
El escaso tráfico urbano que se registra a estas horas me permite relajarme durante un rato con el sonido del agua. Una sensación evocadora de los jardines de la Alhambra, o de los cursos de los ríos que hemos visitado estos días en el norte de Castilla la Mancha.
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Un sonido natural, no? el de los surtidores de agua chocando suavemente sobre una masa líquida. Hasta que, prestando mas atención, te das cuenta de que ese sonido varía con una cierta regularidad, siguiendo la altura variable de esos surtidores que siguen una pauta modulada por la mano humana, crecen y decrecen en intervalos de tiempo exactos, y con ellos, el sonido varía.
Probablemente, siguen la pauta de una función matemática que el proyectista de la fuente dejó predeterminada cuando entregó su proyecto. Así, un sonido, que yo percibía como evocador de la naturaleza en un principio, resulta ser el resultado de la intervención humana.
Piensas que en cualquier río de los que has visitado, el sonido del agua es completamente natural, pero si caes en la cuenta de que las cuencas fluviales están reguladas por embalses, desvíos y otras intervenciones humanas,
como las que se realizaron en su día en el Valle del Tennesee, en el canal de Suez o en Asuán, y otras mas destructivas como la desecación del mar de Aral, también debida a intervenciones humanas, concluyes que, así como los primeros hombres que poblaron la tierra estaban a merced de las fuerzas naturales, que no controlaban, nuestra especie, en la actualidad, tiene una nueva responsabilidad, conservar el hábitat, sobre todo desde que la revolución industrial trajo aparejada una explosión tecnológica que, mal utilizada, puede alterar las condiciones del hábitat planetario.
Algo que muchos niegan, porque las discusiones en torno al cambio climático ocultan muchos intereses económicos, tanto de un lado, intereses en energías renovables, como de otro, grupos petroleros y de automoción, enemigos del cambio en los usos energéticos.
A mi modo de ver, el asunto del cambio climático, sí o no, está mal planteado. De lo que se trata es de la conservación del hábitat planetario para las futuras generaciones, y eso no es solo cuestión de temperaturas, de emisiones a la atmósfera, es eso y mucho más.
Cuando leo la columna del meteo en Levante, ahí está Montón relativizando, siempre, las estadísticas sobre temperaturas.
Puede que tener treinta grados hoy aquí, o veinticinco, no sea tan dramático pero, que pasa en los Glaciares, o que pasó hace unos días en el Anapurna?.
El Anapurna es uno de los ocho mil del Himalaya, un colega de teatro contaba el jueves que su hijo es guía en el Anapurna, que allí las temperaturas son muy elevadas para la época, lo que ha producido un desprendimiento masivo, a causa del deshielo, que ha causado 29 víctimas,canadienses, y muchos desaparecidos, porque la avalancha que anegó
un desfiladero se tragó un autobús entero. El hijo del colega, se salvó de milagro, y vió morir a alguien que estaba a su lado.
Y esto no es imputable, sin más, a un deporte de riesgo, sino a unas condiciones meteorológicas alteradas, en todo el planeta, en unos sitios mas que en otros, por las intervenciones humanas.
Puedo entender que los ricachones a quienes las políticas conservacionistas podrían perjudicar, estén en contra de admitir una realidad evidente, pero me produce vómito saber que ciertos meteorólogos, ciertos comunicadores, por ejemplo Toharia, llevan toda la vida cobrando de estos grupos hostiles, para negar la evidencia.
Me asomo a la ventana después de escrita esta entrada. Veo moverse los surtidores de la fuente arriba y abajo, pero no alcanzo a escuchar el sonido del agua, ese que, antes de reflexionar sobre su origen, me ha parecido natural.
En fin. La Fuente.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 18 10 14.
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