miércoles, 17 de junio de 2015

LA TARJETA

He bajado al Maravillas, después de ir al mercado a por un kilo de clotxines y medio de boquerón, porque hoy tenemos comida familiar, en el camino de regreso nos hemos detenido en una oficina bancaria para solicitar una tarjeta de crédito que la agencia de viajes estima necesaria para pagar algunos servicios en el crucero por el Rhin que haremos este verano.

Es el caso que yo, en este momento, no tengo tarjeta de crédito. La rompí hace treinta años en la sala de operaciones, repleta de público, del banco que me la concedió, protestando a voces por la perversión de semejante instrumento financiero, pues mi ánimo por entonces no andaba muy equilibrado, y el uso inmoderado que hice de la tarjeta para irme a menudo de fiesta, me había hecho rebasar algunos límites, no solo el límite financiero de disposición del crédito concedido, sino algunos otros límites relacionados con lo que se esperaba de mi entonces, dada mi situación, y las obligaciones derivadas de ella.

La culpa, naturalmente, no era de la tarjeta, ni siquiera del banco, sino que fué mi falta de responsabilidad en el uso de ese instrumento, lo que provocó una situación crítica. La lectura de Levante en el Maravillas me ha hecho evocar aquella situación, pues hoy va lleno de artículos que aluden al mal uso de las redes sociales, en este caso un instrumento tecnológico de comunicación, como una fuente de conflictos y consecuencias negativas para los comunicadores, a quienes uno de los artículistas recomienda detenerse cinco segundos antes de lanzar sus mensajes a la red.
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¿De que estamos hablando, entonces? En mi opinión, no estamos hablando solo de comunicación, sino del uso de instrumentos tecnológicamente avanzados, de cualquier instrumento, cuyo uso comporta ciertos riesgos, que hay que conocer antes de entregarse alegremente a su uso.

 Estamos hablando no solo de ordenadores, teléfonos móviles y otras novedades electrónicas, también estamos hablando de automóviles, de máquinas industriales conducidas por novatos que están haciendo prácticas de formación en empresas que los contratarán, o no, en el caso de que lleguen íntegros al final de sus prácticas, y también, porqué no, estamos hablando de régimenes de adelgazamiento, que tantos estragos hacen entre las gentes que no están bien informadas de sus riesgos. 

¿Es suficiente el conocimiemto de los riesgos para garantizar el buen uso de la tecnologóa, sea electrónica, de transporte, financiera o alimentaria? Las estadísticas de siniestros indican que no. Existen conductores que conociendo perfectamente los riesgos, se estrellan con sus vehículos, porque consumen estimulantes que anulan su capacidad racional de evaluar los riesgos. 

Así pues, no basta con conocer los riesgos, además hay que practicar una conducta libre de estímulos extraños que inhiban la percepción del riesgo. 

Rompí esa tarjeta de crédito hace treinta años y, durante los veinticinco siguientes, circulé, viajé, contraté y pagué siempre en efectivo, aunque he de decir que en los mostradores de los hoteles me miraban como a un bicho raro cuando solicitaban mi tarjeta de crédito y les decía, no tengo.

Hace unos cinco años, mi relación con el Banco me decidió a solicitar una tarjeta de débito, fué la condición que me impusieron para no cobrarme comisiones en las operaciones de la cuenta que mantengo con ellos. Desde entonces la vengo usando con regularidad, para disponer de efectivo de mi cuenta, para pagar alguna cuenta del supermercado, sin ningún problema. 

Ahora, me veo en la necesidad de volver a usar una tarjeta de crédito, a la que renuncié hace treinta años, porque la compañía de viajes con la que navegaremos por el Rhin este verano, así lo exige. 

Parece la misma cosa que hace treinta años, pero no lo es, ni la tarjeta es ya la misma, ni yo tampoco. 

En el fondo, cuando hablamos de tuitear, de conducir un coche, de manejar una máquina industrial, de iniciar un régimen de adelgazamiento, se trata de conocer los riesgos de cada una de esas tecnologías, y manejarlas en un estado de serena alerta que minimice los errores. 

Aun sí, no podremos evitar los sucesos que correspondan al azar.

En fin. La Tarjeta.

  LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 17 06 15.

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