viernes, 29 de octubre de 2010

LA POBLA

Debió ser hace mas de quince años cuando visité por primera vez el Ayuntamiento de Pobla de Farnals, pero ya entonces, esa casa del pueblo, me pareció una casa de lenocinio. (...)

Ejercía yo entonces como director financiero en una empresa tecnológica de Vara de Quart, vinculada a un grupo industrial de Alcobendas, ese que suministró las bombillas gratuitas de bajo consumo de Miguel Sebastián, que resultaron ser chinas, vinculado a su vez a Dragados, y yo visitaba con frecuencia al Ayuntamiento de la Pobla donde me recibían con amables sonrisas, pero nunca me dieron un duro para saldar la jugosa deuda con la empresa que, con el tiempo, acabó secándose.

Ese Ayuntamiento tenía ya entonces lo que con un lenguaje algo abstruso podría denominarse un problema estructural. Mientras la Pobla fue un municipio normal, antes del boom especulativo de su playa, las finanzas de su casa consistorial eran como las de cualquier pueblo de la comarca medianamente floreciente, pero cuando se vio obligado a dotar de infraestructuras y servicios la nueva conurbación playera todo se torció.

Ocurre que muchos habitantes de esa playa son como aves migratorias, que pasan allí un tiempo variable y cuando regresan a sus humedales de invierno, algunos se olvidan de pagar los impuestos municipales, y el grado de morosidad del Ayuntamiento de la Pobla ha ido creciendo desde entonces hasta límites insoportables, hasta constituir una inmensa bolsa de aire que presiona sobre las arcas municipales, agrandando un agujero que, según cuenta 'Levante' en su página 13 de hoy, alguien ha contribuído a engrandecer todavía mas.

La cosa, como les estoy contando, viene de lejos. Resulta que leemos una noticia en el periódico y creemos que relata un suceso reciente pero cuando, por casualidad, tienes información directa de las instituciones implicadas en ese suceso y conoces el marco de referencia en el que esa noticia se encuadra, no te sorprende ese acontecimiento, en todo caso te sorprende no haberlo conocido por la prensa, antes.

La Pobla no es el único caso de una administración de un municipio costero que explota por una combinación de ausencia de sostenibilidad y maniobras corruptas, ambos fenómenos están vinculados al crecimiento desordenado y al uso inadecuado del territorio costero en toda la franja mediterránea en el último decenio, y la Pobla solo es una chincheta mas en el extenso mapa de la corrupción urbanística y los delirios especulativos, pero, en este caso, mi conocimiento directo de las dificultades por las que atravesaba ese consistorio hace ya quince años, me facilita una visión mas precisa de ese paisaje.

Como ese Ayuntamiento no tenía dinero para pagar los favores que los contratistas le hacían, financiando mejoras en épocas electorales que el Ayuntamiento no podía pagar, al final esos favores los devolvía el Ayuntamiento con posteriores adjudicaciones y cuando los procedimientos de los concursos, adjudicaciones y contratas se ven lastrados por la exigencia de devolver favores a unos u otros, no es de extrañar que al final, tengan que intervenir los fiscales, porque en esa espesa trama de favores recíprocos, puede haberse perdido algo por el camino.

Nuevamente aparece aquí el monstruo de dos cabezas, la bicefalia, pero en este caso, en lugar de la política nacional y las finanzas, los componentes de ese cuerpo orgánico bicéfalo son el contratista y el administrador local.

La Pobla solo es un caso particular de un fenómeno relativamente extendido, lo que sugiere algunas reflexiones mas generales.

En el sistema pre democrático que estuvo vigente en España cuarenta años, no solo hubo mas corrupción que ahora, sino que la propia naturaleza del sistema era corrupta. El hecho de que los casos mas sonados salieran en los periódicos, obedecía, sobre todo, al enfrentamiento entre grupos rivales afines al régimen.

En la corrupción conviene distinguir diferentes niveles. Hay un nivel en el que alguien puede embolsarse un sobreprecio por la construcción de una autovía. No se si ha sido el caso en nuestro país. Luego hay otro nivel, en el que el presupuesto entero para la autovía se esfuma, y la obra no se realiza. Estos distintos niveles hacen que unos países figuren en uno u otro lugar en la lista de Transparencia Internacional, ¿se llama así?. No se que lugar ocupamos nosotros en este momento, pero creo recordar que desce hace unos años no nos moviamos de sitio en esa lista, hasta que la disminución de operaciones urbanísticas especulativas a consecuencia de la crisis ha forzado una tendencia a que seamos un poco mas honrados.

Pero en este asunto, a mi no me parace menor la actitud de la ciudadanía ante el fenómeno de la corrupción en las administraciones públicas. Viendo a un pueblo entero vitorear a su alcalde, imputado por corrupción, a la salida de un juzgado, observando los homenajes que se le dedican al Presidente de la Diputación de Castellón, empapelado por un montón de asuntos, y oyendo a la alcaldesa de Alicante jalear la inveterada costumbre de meter a amiguetes en las nóminas municipales, uno llega a concluir que tenemos un grado de corrupción exactamente proporcional a la tolerancia que una parte significativa de los ciudadanos brinda a esas flaquezas.

La intolerancia no es uno de mis valores preferidos, la verdad, pero en este caso echo en falta una campaña institucional, con sus correspondientes spots televisivos, sus cuñas en la radio, sus anuncios en prensa, para extender la idea de tolerancia cero con la corrupción. Si se hace con otros asuntos ¿Porqué no con este?. Dudo de su eficacia, pero al menos tendrá la virtud de mejorar las cuentas de resultados de los medios de comunicación.

En fin. La Pobla.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 29-10-10.

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