martes, 22 de marzo de 2011

AGUA Y CIUDAD

He bajado al Maravillas y, mientras tomaba café con la taza sobre el alfeizar de la ventana, porque el tiempo lo permite, he dado un vistazo al 'Levante'. Al parecer hoy es el Día Mundial del Agua, auspiciado por la ONU, un organismo tan poco respetado que su secretario general, Ban Ki Mun, ha tenido que escapar por la puerta trasera de la Liga Árabe para evitar ser agredido por los frikis de Gadaffi.

En las recomendaciones de la ONU se pone el énfasis en el uso eficiente del agua en las ciudades, pero yo me he informado antes de escribir la entrada de hoy y sostengo otra opinión, discutible como siempre, que el asunto no es tanto la escasez de agua sino el tamaño de las ciudades, la desmesurada concentración de población que las hace ineficientes porque han perdido su escala humana.

Documentaré esta opinión citando una veintena de aglomeraciones urbanas, muchas de las cuales superan los veinte millones de habitantes. La lista está en Wikipedia, pero no me molesta reproducirla.

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N.York, Los Ángeles, Tokyo, Río de Janeiro, Sao Paolo, B. Aires, Seul, Moscú, London, Berlín, París,Istambul, Cairo, Lagos, Teherán, Delhi, Calkuta, Mombai, Osaka Kobe, Beijing, Hong Kong, Manila, Singapore, Yakarta, México DF,entre otras, son la demostración de que el proceso de concentración creciente de la población en grandes urbes, a costa de la despoblación rural, que el Estado chino tiene previsto acelerar con el desarraigo de trescientos millones de campesinos mas, identifica, mas que ningún otro, nuestro modo de vivir.

Los urbanistas y otros teóricos determinaron, hace mucho tiempo, cual es el tamaño idóneo de la ciudad, y llegaron a concluir que la cifra de población asociada a ese tamaño está bastante por debajo del millón de habitantes. Basaban su argumento en que, una vez alcanzado el número de habitantes que permite financiar los servicios básicos, hospitalización, cultura, educación, transporte público, en su caso, los aumentos de población generan externalidades negativas con efectos en la calidad de vida.

En un lenguaje mas concreto, solo hay que comparar el tiempo que dedica un residente en Albacete o Requena para desplazarse por su lugar de residencia, con el que necesita un residente en Madrid para acudir al trabajo, o como funciona el tráfico urbano en cada uno de esos lugares, que viene a ser lo mismo, para aclarar el concepto de externalidades negativas.

Es evidente que cuando el tamaño y la población de una ciudad excede de lo que podríamos llamar una escala humana, una parte de su población opta por marcharse de allí, porque las externalidades negativas superan sus expectativas de calidad de vida. Si esto sucede en Madrid, se puede imaginar lo que es el tráfico urbano y la contaminación en México DF, o cualquier otra megalópolis de dimensión parecida.

Claro, si solo se tratara de esas externalidades, si no fuera por las oportunidades que ofrecen esas economías desmesuradas a millones de personas, nadie viviría allí.

Por otra parte, es difícil imaginar el desarrollo de la cultura y el arte, sin la existencia de N. York. Vale. Salvemos Nueva York, pero que se esté generalizando un modelo urbano absolutamente insostenible, a una escala que nada tiene que ver con las necesidades humanas, nos lleva a una situación de escasez, no solo del agua, como
sostiene el recordatorio de la ONU, sino del aire razonablemente respirable, además de generar unas necesidades energéticas crecientes, que, por la experiencia reciente de Japón, ahora sabemos que no se satisfacen sin unos riesgos desmesurados.

Esta escala inhumana de concentración urbana tiene ventajas para la oferta de bienes y servicios, pues genera unas economías de escala, por la concentración del consumo y los servicios en áreas relativamente reducidas, que rebaja los costes de distribución, permite atender a un gran número de usuarios desde un punto, aumenta, en definitiva, los sedimentos de capital privado que van a las manos de quienes controlan los flujos de dinero y mercancías que generan estas economías macro urbanas.

Cualquiera que haya tenido en sus manos un manual sobre economía de la salud, sabe que el tamaño óptimo de un hospital urbano no es precisamente el de la Nueva Fé, que se acaba de inaugurar en Heliópolis, un despropósito ingobernable sin parangón en Europa, porque nadie construye ya megahospitales. Si se hubiera consultado a especialistas solventes sobre economía de la salud, habrían desaconsejado una burrada tan ineficiente. Igual han consultado, pero no han hecho ni puto caso de las recomendaciones.

Los sistemas de salud, de educación, de transporte público, funcionan mejor cuando
se adecuan a menores concentraciones de población urbana. En Heliópolis, el déficit
acumulado de la empresa municipal que se ocupa del transporte público en superficie, es una clara demostración de que este no es un argumento falaz o caprichoso.

¿Porque los políticos se empeñan en seguir con mega proyectos, en lugar de descentralizar la prestación de servicios públicos? No sé.

Decir que esa tendencia está propiciada por las relaciones de poder, es pura especulación, pero no puedo dejar de relacionar la magnitud de los monumentos egipcios que el faraón dedicaba a su propia magnificencia, con el tamaño de los edificios diseñados aquí por Calatrava, realizados por la derecha, pero que fueron un proyecto socialista. La dimensión de tales edificios es cualquier cosa menos humana, y la necesidad social de esas exhibiciones de poder es mas que dudosa, por mucho que tenga efectos positivos en la economía local.

Sin duda hay una parte de la población, la que integra el movimiento de las ciudades lentas, que es muy consciente de las ventajas para su modo de vida derivadas de mantener un tamaño, una dimensión de urbanismo y población que libere a sus habitantes de las externalidades negativas que implican las mega urbes.

Del mismo modo, otros prefieren las oportunidades y la marcha características de las grandes concentraciones humanas, pero, con independencia de lo que prefieran unos y otros, se impone la lógica del sistema que ha apostado en el último medio siglo, por lo menos, por las enormes economías de escala que supone para su negocio tener a tantos consumidores tan a mano.

La ONU plantea ahora la cuestión del agua en las ciudades porque escasea, ¿Para cuando el día de las ciudades de tamaño medio, a escala humana, habitables, con servicios descentralizados, gobernables, con una calidad de vida que las mega urbes reservan solo a los mas ricos, que viven en apartamentos de mil metros cuadrados, mientras a los pies de su edificio futurista se amontonan miles de infra viviendas agrupadas en favelas donde la policía no se atreve a entrar?

No es el agua lo que escasea, son las ciudades insostenibles desde cualquier punto de vista las que generan esa escasez.

Hasta que no enfoquemos el problema de esta manera, y hagamos un urbanismo responsable, podemos ahorrar en el consumo de agua, si, podemos ponernos una mascarilla si vivimos en Tokyo, o en Barcelona cuando el viento no es favorable,
pero el problema central, la dimensión de nuestras ciudades, seguirá generando
toda suerte de escaseces, ineficiencias y externalidades negativas.

Puede que este sea nuestro modo de vida, que no encontremos otra alternativa, pero no será porque no nos han avisado, hace mas de medio siglo, quienes se han dedicado a estudiar la economía de la salud, el urbanismo, la demografía.

El asunto es que quienes toman las decisiones que nos van a afectar en el siguiente medio siglo, son los mismos que optaron en su momento por el modo de vida que ahora tenemos.

Es indiferente que uno se decante por las ciudades lentas, o por las oportunidades de las mega urbes. Otros deciden por el. Tal vez es esta cuestión la que hay que abordar, la de una mayor participación directa de los ciudadanos en los proyectos que les incumben.

En fin. Agua y Ciudad.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 22-03-11.

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