martes, 8 de marzo de 2011

COLEGIOS PRIVADOS

He bajado al Maravillas pero el periódico estaba ocupado, después de tomar café he ido al quiosco mas próximo y he adquirido un ejemplar de 'Levante' que, por cierto, hoy es el doble de ligero que cualquier otro día, o sea, que he pagado lo mismo de siempre por un producto con la mitad de contenido. Afortunadamente, el peso tipográfico del titular de la primera es el habitual. Una cosa por la otra.

'La Consellería de Educación (de Heliópolis) incrementa la subvención a los colegios privados en 44 millones'. Esto no sería noticia si no fuera porque esa mayor dotación va acompañada de recortes presupuestarios en los gastos ordinarios de las universidades públicas y en el fomento de la lengua propia.

Estas decisiones presupuestarias son coherentes con un modelo político educativo que se puede reconocer como una tendencia permanente a favorecer a las escuelas a las que van los hijos de quienes las toman, de sus votantes y simpatizantes, también los hijos de la mayoría de sus opositores progresistas, agradando, de paso, a las instituciones educativas dependientes de la iglesia, para proteger a esos estudiantes de la degradación de la escuela pública que esa misma política genera, pero los expertos en pedagogía nos dicen que la calidad de un sistema educativo no depende tanto del nivel de recursos que se le dedica, sino de la eficiencia en el uso de esos recursos.

Mi experiencia directa en colegios privados es doble. Estudié en uno de ellos que, mas que privado, podía considerarse clandestino, hasta el punto de que cuando concluí mi estancia allí, a los doce años, no me dieron ni un puto papel que acreditara mi formación primaria.

Tuve que ir, quince años mas tarde, a una institución pública, la Universidad, para poder obtener una licenciatura que me ayudara a moverme en el mundo laboral sin el peso de la 'amenaza de sustitución', tan de moda ahora, pues aquella cualificación de papel me permitió elegir con quien quería trabajar, y con quien no, con un grado de libertad individual que ahora parece mas escaso.

Entre los profesores de la facultad de Económicas de entonces hubo uno, llamado Font de Mora, como el actual Conseller de Educación de Heliópolis, quien pasa por ser la cosa mas nefasta que le ha sucedido a nuestro sistema educativo en los últimos treinta años.

Estas coincidencias no son tan raras. Ahora mismo hay un tipo que se llama como yo, Enrique Arnal, al que han trincado por robar desde su puesto de director financiero en la depuradora de Pinedo, que no tiene nada que ver conmigo, lo digo para evitar
confusiones, no vaya a ser que los usuarios del Blog piensen que se trata de la misma persona, y que escribo desde alguna dependencia judicial, no.

Aquel Font de Mora, ingeniero agrónomo, tenía simpatías comunistas, dirigía un seminario sobre Agricultura en el departamento de Estructura Económica, evidenciaba su admiración por el trabajo realizado por Pascual Carrión en la época de la república, gracias al cual nuestra economía social cuenta con alrededor de un millar de cooperativas y es una de las mas pujantes del país, aunque en este momento sufra las consecuencias que se derivan de un sector agrícola en declive.

Aquel profesor, como otros colegas suyos, como Emérit Bono, terminó por acercarse al PSOE y fue Conseller de Agricultura en algún gobierno autonómico socialista. Cuando leo los nombres de algunos políticos en los titulares de prensa, tengo una rara sensación de vuelta al pasado.

Por un lado, desearía no saber quienes son, que en nuestro país, al modo de Suíza o Luxemburgo, los administradores de la cosa pública pasaran tan desapercibidos, que no recordáramos ni sus nombres, pues son simples funcionarios de la política en los que delegamos tareas que nosotros no tenemos tiempo ni vocación de realizar, y ¿donde se ha visto que los empleados de una gran Empresa, España, tengan mas protagonismo que la propiedad, los ciudadanos que han tenido a bien hacerles firmar un contrato temporal?.

Es lógico, sin embargo que, dado el peso demográfico y político del país en el contexto europeo, quienes lo representan en el entramado institucional de las relaciones internacionales, adquieran en el ejercicio de su papel una notoriedad
que, en muchas ocasiones, está por encima de sus capacidades, pero tenerlos todos los días, no solo a quienes gobiernan, sino a quienes aspiran a gobernar, llenando titulares en la prensa diaria, aburre hasta la fatiga.

No digamos cuando se trata de sujetos de segunda o tercera fila, como el actual Font de Mora, un profesional de la medicina, creo, que tiene las mismas capacidades para organizar y dirigir un sistema educativo que una rana para hacerse cargo del departamento de protección civil.

Mi otra experiencia en colegios privados, concertados, fue como docente. En una etapa transitoria de mi vida laboral, ejercí como profesor de economía en un liceo del barrio, cuya vocación pedagógica se centraba en que, apenas iniciado el curso, los chicos y chicas de la escuela se dedicaran a ensayar los números musicales, con especial atención al play back de un musical de Travolta, con vistas a la fiesta de fin de curso a celebrar en la discoteca Canal.

A esos ensayos, fuera de las horas lectivas, se obligaba a asistir a los profesores. Algunos lo hacían de muy mala gana, pero no se atrevían a contradecir al director del centro. En mi breve paso por ese liceo, nunca acepté acudir a esas pantomimas.

Mi paso por aquel centro me indujo a pensar que las subvenciones que recibía por el sistema de conciertos no parecían influir demasiado en la calidad de la enseñanza que allí se practicaba.

Otras de mis experiencias sobre la enseñanza privada, concertada o no, son indirectas. Conozco padres que se gastaban una fortuna en colegios privados, de esos que tienen nombre americano, antes de que les alcanzaran las subvenciones que Font de Mora prodiga ahora, con la intención de dar a sus hijos una educación con un nival de excelencia superior al de la escuela pública.

En la práctica, cuando esos alumnos llegaban a los institutos de secundaria, o a la Universidad, su rendimiento escolar era inferior al de los alumnos de la pública, quedando en evidencia que las calificaciones escolares que habían recibido iban destinadas a halagar a los padres, a justificar la abultada factura mensual, pero no respondían a sus méritos.

Algunos de esos alumnos que estudiaron en colegios privados de rutilante imagen, luego han tenido un desarrollo profesional mediocre, mientras que otros, que fueron a la escuela pública, han tenido éxito en la universidad y en la vida profesional.

Esto parece indicar que la condición personal de cada alumno, pesa mas que la forma de organización del sistema educativo, sea este público o privado. Con independencia de los recursos que se vienen dedicando a cada uno, está el aprovechamiento que hacen de esos recursos, tanto los gestores del establecimiento educativo, como los alumnos. También indica que, cuando termina la etapa de formación académica, comienza una nueva mas importante, la del desarrollo personal en la vida extra académica, que está llena de sorpresas, de oportunidades, de fracasos de quienes parecían destinados al éxito, y de progreso personal de otros alumnos que no parecían especialmente brillantes.

Sin desconocer que en ciertos segmentos de la sociedad, por ejemplo en la política,
la procedencia de uno u otro centro o sistema educativo es una credencial, casi una condición necesaria, para ser reconocido como miembro de la tribu, esa cuota de exclusividad coexiste con una nómina numerosa de pijos y pijas, que han ido a colegios pijos, y que exhiben un nivel de ignorancia casi impúdico.

El dinero que Font de Mora dedica a la subvención de colegios privados, ese incremento de 44 millones, servirá, en buena medida, para seguir alimentando esas generaciones de pijos que, sin tener ni idea de lo que es el esfuerzo personal, saldrán en los programas de televisión dentro de unos años, exhibiendo ante las cámaras la obscenidad de su ignorancia de alumnos de colegios privados.

La preferencia del gobierno de Heliópolis por dedicar mas recursos a los sistemas privados de enseñanza que a los públicos, no se va a traducir en una mejor formación de las generaciones que han de sucederles, como han demostrado los estudios realizados sobre el nivel de aprovechamiento y eficiencia de nuestros sistemas educativos. Ambos, los públicos y los privados, ofrecen malos resultados, pero entre el alumnado pijo, los resultados son aún peores.

No hay que temer que la política educativa de Font de Mora produzca mas desigualdad social, solo es un despilfarro de recursos.

Es una opinión.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-03-11.

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