Recortar el gasto público es una moda impuesta por la crisis. En Heliópolis, las consecuencias de esa crisis han puesto en riesgo las políticas públicas. Los mercados, esos señores poco conocidos que nos prestaban dinero comienzan a pensar que los bonos con los que suscribían sus inversiones se parecen a algunos programas de Tele 5, y ahora piden unos intereses mas altos, como los que prometió Ruíz Mateos a los primos que picaron en la Nueva Rumasa, y se lo piensan dos veces antes de contribuir con su financiación al mantenimiento del nivel de gasto público de Heliópolis.
Esto obligó al gobierno de Camps a realizar una emisión de los llamados bonos patrióticos, que no se han destinado como se desprende de su nombre a armar ningún ejército mandado por El Palleter contra los invasores franceses, sino al prosaico destino de pagar deudas a los proveedores que, al parecer, son tantas, tan variadas y tan cuantiosas, que los 1.500 millones, o así, de la emisión, han durado menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
Esa denominación de bonos patrióticos remite a una situación de peligro para la supervivencia patria, evoca, no solo a la figura del Palleter, un héroe local que se rebeló contra la dominación extranjera, sino las pinturas de Goya,'Los fusilamientos de la Moncloa'.
Aquí, el fusilado, metafóricamente, ha sido Zapatero, pues ha servido como cabra sacrificial para ventilar hacia el gobierno central nuestras angustias financieras y presupuestarias.
Al igual que la derecha ha imputado la desconfianza de los mercados a la incapacidad de Zapatero para gestionar la crisis, considerando su permanencia en el gobierno como el obstáculo, y no la solución del problema, podemos preguntarnos a que se debe la desconfianza de los mercados en la viabilidad de nuestra política autonómica, y su renuencia creciente a participar en su financiación.
Ignoro si Camps es la solución o el problema a nuestras angustias presupuestarias, pero parece claro, con una claridad meridiana, sin sombra de dudas, que los inversores no se fían de el. No es extraño, si uno se pone en el lugar de los inversores.
Un gobierno regional que considera la presentación de sus presupuestos anuales, que deberían ser el reflejo numérico de su política, como un ritual sin contenido, que es aprobado año tras año, sin que la ejecución de ese presupuesto tenga nada que ver con su formulación, que realiza gastos e ingresos al margen de ese instrumento básico de la gestión, que lo liquida con desviaciones de cientos de millones de euros, y cuyo déficit de tesorería alcanza miles de millones de euros, no parece merecer la confianza de los inversores, aunque esa desconfianza parece que no se traslada a la intención de voto.
Hace meses, años, que algunos analistas señalan periódicamente las debilidades de esa gestión del gobierno de Heliópolis, y sugieren que hay que actuar para poner freno a tanto desconcierto. Sin éxito. Insisten en los capítulos de gasto sanitario
por ser el mas importante y, en ocasiones, proponen el copago de parte de esos servicios como una alternativa para poder seguir cubriendo su prestación.
Hoy, sin embargo, he leído algo mas original sobre el copago, aplicado a la financiación de la justicia. Me parece una idea interesante. Este país tiene demasiada cantidad de pleitos en marcha. Hay demasiada gente cabreada que, por menos de nada, empapela a alguien y, hala, los oficiales y magistrados tienen que pedir medios adicionales ante el incremento de conflictos judiciales.
Si se establece la barrera del copago, puede que muchos se lo piensen antes de empapelar a otro. Si, además, se refuerzan las actividades de mediación, no será necesario llegar a la vía judicial para resolver los conflictos. Hay, además, otra versión del copago que yo estaría dispuesto a apoyar.
Aportaciones voluntarias por parte de la ciudadanía para que ciertos sumarios no prescriban, o se eternicen, por falta de medios para resolverlos en plazo, podrían contribuir a que Fabra, Ripoll, Camps, entre otros, fueran juzgados con eficacia y celeridad y así, una vez en la cárcel, o absueltos, si es el caso, la vida política de esta comunidad recobraría la normalidad, y los asuntos que preocupan a los inversores tal vez entrarían en la vía de su solución. Si tal cosa se planteara a la ciudadanía, yo estaría dispuesto a aportar la parte que me toque. En serio.
En todo caso, esa aportación para recortar el gasto público sería preferible a continuar habitando lo que un amigo llama 'el imperio de la mentira', la combinación letal de una política presupuestaria mentirosa, de las mentiras para imputar a otros los errores propios, de la imagen mentirosa de comunidad idílica que se da un día si y otro también de nuestra realidad,de la enorme mentira que significa la ocultación de nuestra auténtica realidad, con sus logros y sus insuficiencias, aplazando hasta después de las elecciones el reconocimiento de la necesidad de medidas que los analistas políticos y financieros, las organizaciones empresariales y demás observadores de nuestra realidad, vienen reclamando, no ya desde hace meses, sino años.
Recortar el gasto, es una moda ahora, pero no hay que olvidarse del otro plato de la balanza,el aumento de los ingresos. En su momento se hicieron rebajas fiscales que no venían a cuento. Es momento, también, de reconsiderar los problemas del lado de los ingresos.
En fin. Recortar el gasto.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-03-11.
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