jueves, 10 de marzo de 2011

INFLACIÓN

Sorprende que, según los informes de quienes se dedican a escuchar la opinión de los españoles, ocho de cada diez estén muy preocupados por el desempleo, mientras que solo a uno de cada dos les preocupa la marcha de la situación económica. Esto parece indicar que a la gente le preocupan mas los efectos en su situación personal de la mala situación económica que la economía misma, lo que tiene bastante sentido. También parece indicar que la economía se percibe como un concepto abstruso y lejano, sin que la relación entre situación económica y desempleo esté muy clara para los opinantes.

Si, alguna vez, quienes preguntan plantean algo así ¿cual es, en su opinión, la relación entre la situación económica y el desempleo?, tal vez podamos saber algo mas sobre lo que ahora, con las formulaciones actuales, queda un poco en el aire.

¿Que es eso de la economía, que tan lejano y abstracto parece a los ojos de la mitad de la población.? Conviene precisar, antes, a que nos referimos. Por Economía se entiende una disciplina académica --me resisto a llamarla ciencia-- cuyo objeto central es la asignación óptima de recursos escasos entre usos alternativos.

Si nos referimos a la Economía de un país, simplificando, podemos reconocerla como el conjunto de flujos y stocks derivados de las actividades humanas de contenido económico, esencialmente producción y consumo. El estado de salud de ese conjunto económico se suele medir observando las variaciones en esos flujos y esos stocks respecto a un período anterior, o respecto a otras economías.
(...)
En tanto estas actividades económicas son realizadas por personas, es fácil entender como un crecimiento o una caída de esos flujos (producción, ingresos) o de esos stocks (riqueza material) afectan a millones de personas, con independencia de cuales sean las causas de esas variaciones extremas.

Otra cosa mas peliaguda es el efecto en unos u otros grupos sociales de esas variaciones en la producción, el consumo, que suelen ser dramáticos en las personas que tienen como única renta el salario de su trabajo por cuenta ajena, mientras que otras, incluso en un entorno de crisis, pueden ver aumentado el saldo neto de su riqueza material. Hay casos emblemáticos.

Quiere esto decir que unos sujetos económicos carecen de recursos de defensa ante una situación de crisis, y otros no. Esto nos lleva a un terreno mas complicado de la Economía, la distribución de la renta entre los sujetos actores de la actividad económica.

Lo que es claramente visible como una consecuencia directa de la mala situación económica, el desempleo, que explica que para ocho de cada diez consultados este sea el problema número uno, no es tan claro cuando se trata de la inflación, otra consecuencia de la mala situación económica que comienza a ser cada vez mas visible.

Cuando, históricamente, el desempleo y la inflación han ido de la mano, en tasas muy altas, durante demasiado tiempo, las consecuencias de esos desequilibrios se han trasladado antes o después a la política, como ocurrió en la República de Weimar.

En España, cuando el país transitaba desde un sistema autoritario a uno democrático, la inflación llegó a alcanzar el 18%, una tasa tan salvaje, que ahora nos parece
increíble.

La inflación se manifiesta con un incremento sostenido de los precios, una espiral de la que los trabajadores activos, en un mercado de trabajo mas normal que el de ahora mismo, mal que bien, pueden defenderse, aunque para lograrlo tienen que correr como galgos, intentando que sus salarios alcancen a los precios.

Lo peculiar de las situaciones inflacionarias es que, si el salario nominal no se altera, es decir, si uno recibe los mismos billetes todos los meses, la percepción de la disminución de renta está mas enmascarada. Solo se nota cuando, con el trascurso del tiempo, uno percibe que con la misma cantidad de billetes ya no puede comprar las mismas cosas que antes.

Estos dos efectos de la crisis, el desempleo y la inflación, operan de manera diferenciada sobre los distintos sujetos económicos. Los trabajadores activos, en teoría, están en disposición de negociar un mayor salario, de cambiar de puesto de trabajo, de buscar un trabajo complementario, pero los sujetos que ya no están en los mercados activos de trabajo, los pensionistas son un ejemplo claro, carecen de esas herramientas para defenderse de un proceso inflacionario.

La economía española apunta, en estos momentos, a un creciente proceso inflacionista, debido, según los expertos, al aumento de los precios en los mercados mundiales de las materias primas y los bienes de primera necesidad, cuya carestía vinculan algunos a las revoluciones en los países árabes cercanos, que también se dice que han influido, sobre todo la crisis Libia, sobre los precios energéticos.

Esta compleja situación en los países árabes, y la confusión sobre los efectos que puede producir en la estabilidad de la zona, se suma a la ya delicada coyuntura de la crisis económica de la que Europa no se ha recuperado.

Se muestra así, con todo su dramatismo, el vínculo interactivo entre economía y política, si asumimos que la carestía de la vida y el desempleo han sido factores influyentes en las revoluciones de Túnez y Egipto, y entre política y economía, con el conflicto de Libia, por su repercusión en las economías mas dependientes de sus suministros, con efectos significativos en el índice general de precios, hasta el punto de multiplicarlo por cuatro en un plazo muy breve de tiempo, por la influencia acumulada de la evolución de los mercados y la inestabilidad política.

Estamos pasando, de una manera muy rápida, de una inflación casi cero, a una tasa que se acerca al cuatro por ciento y que, quizás, en un plazo no muy lejano puede alcanzar el cinco por ciento. Esto significa que por cada mil euros de ingresos nominales, la disminución de renta en términos de capacidad de compra es de 50 Euros. En términos anuales, 600 Euros. Para muchos pensionistas, esa cifra equivale a una mensualidad. No es una broma.

En un entorno inflacionista como el que parece aproximarse, sería una cesión de fuertes consecuencias para quienes dependen solo de las rentas de trabajo, aceptar desvincular la negociación salarial de la evolución de los precios. Quizás, aquellos que lo proponían hace bien poco, estaban bien informados de lo que podía suceder.

Lo peor que puede ocurrir en una economía es que confluyan la inflación y el estancamiento económico, pues bien, ya ocurre. No por eso debemos olvidar que todo esto tiene solución, aunque todo indica que no va a ser a muy corto plazo.

Mientras se encuentra la solución, que no parece fácil ni próxima, quienes pulsan la opinión de los ciudadanos, tal vez podrían averiguar a que se debe el hecho de que solo uno de cada dos ciudadanos esté preocupado por la economía, cuando es una evidencia que es el mal funcionamiento de la economía el que genera desempleo e inflación. Entender mejor la relación entre economía, inflación y desempleo, no nos liberará de nuestros problemas, pero puede que nos ayude a verlos desde un punto de vista mas informado.

En fin. Inflación.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-03-11.

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