He bajado al Maravillas bajo la lluvia que ha impedido la visita al aire libre de los árboles centenarios de la Glorieta, en Heliópolis, prevista para hoy por la profe de Medios de Comunicación. Una llamada a su móvil me ha confirmado que queda pospuesta para otro día soleado. Yo iba a proponerle que nos viéramos de todos modos, para tomar café juntos, pero, al final, he desistido.
En la barra, mientras ojeaba el 'Levante' que hoy no me ha sugerido ningún tema para el Blog, un par de clientes del bar, gitanos evangelistas, sostenían, en voz alta, una discusión teológica sobre la sangre de Cristo. Después de trasladarles lo que escuché ayer a Javier Sierra en el Intermedio, añadí que no me creo nada de lo suyo. Ellos argumentaron a su vez que la teoría de la evolución les parece una chorrada. Sierra, que presenta un libro nuevo, se dispone a realizar una gira en autobús por todo el país. Después irá a Estados Unidos y Latinoamérica.
Sostiene Sierra que lo que cuenta en sus novelas procede de sus experiencias y visitas a los lugares que describe, que subió al Monte Ararat en busca de la anomalía geológica que algunos asocian con el mito del Arca de Noé, y que el relato bíblico sobre el diluvio universal, según se descubrió en el siglo XIX, es una recreación del primer relato escrito del que se tiene noticia, hallado en la ciudad de Nínive, unas tablillas escritas por los sumerios unos diez mil años antes.
Después de tomar café, los evangelistas se fueron con sus dudas sobre el parentesco de los simios con los hombres, y yo con las mías sobre la veracidad de sus evangelios.
El prestigio de la duda cotiza en los mercados intelectuales con unos valores mas altos que nunca. Los índices que reflejan lo que, en mi opinión, es una sobre valoración especulativa de las dudas como patrimonio intelectual son visibles en las declaraciones de escritores, periodistas de prestigio, analistas de la situación internacional y científicos galardonados con premios por su trabajo.
Es frecuente leer la expresión, 'tengo mas dudas que certezas' o bien devaluar las certezas ajenas con el argumento de que el oponente parece 'estar en posesión de la verdad'. Asumido por todos, supongo, que la verdad, en el supuesto de que exista, no es una posesión exclusiva de nadie, que únicamente existen algunas certezas a las que nos podemos aproximar a través de contribuciones diversas que, convenientemente interpretadas y sumadas nos pueden ofrecer algo parecido a la certeza, es un hecho que en los tiempos de incertidumbre las dudas suelen adquirir mas prestigio que las certezas.
Las dudas, sin embargo --es una opinión, discutible-- solo tienen sentido como un camino previo para alcanzar alguna certeza. De lo contrario, la actitud del que duda sin intentar superar por medio del conocimiento de otros, o con sus propias experiencias, las incertidumbres que le impiden acercarse a alguna forma de certeza, se convierten en una actitud intelectual estéril, no comprometida, que no aporta nada a la necesidad humana de comprender el entorno, para actuar sobre el, en lugar de quedarse instalado en el cómodo territorio especulativo de la inacción.
Sin embargo, los que tienden a actuar, de un modo pragmático, superadas las dudas, y quienes critican su actuación dudando de los argumentos con los que se justifica esa acción, nos ofrecen una valiosa lección sobre dudas y certezas, y usan el lenguaje para justificar sus distintas posiciones, como ha sucedido en el debate en el parlamento español sobre la intervención militar en Libia, de un modo que deja claramente al descubierto como, algunas certezas, están habitadas por las dudas.
(...)
Veamos el argumento que justifica, en este momento, la acción de arrojar bombas sobre Libia por parte de los aviones de la coalición de países que trata de parar los pies a Gadaffi. La resolución de la ONU, al parecer, habla de establecer una zona de exclusión aérea, 'para proteger a la población civil'. Admitamos que esta motivación para autorizar la intervención militar es producto de una certeza, después de considerar muchas dudas.
La expresión usada para justificar esa certeza, 'proteger a la población civil', genera algunas dudas. Primera. Entre los frikis partidarios de Gadaffi ¿Hay población civil?. Otra, entre los llamados civiles masacrados por Gadaffi, ¿Hay personas que manejan armas pesadas? Todos hemos visto en televisión a las fuerzas rebeldes disparando y hay que suponer que en Trípoli habita una población civil numerosa, unos partidarios de Gadaffi, otros que no toman partido.
¿Es legítimo tener dudas sobre la motivación de la intervención.? No sé. ¿Se podía haber hecho un esfuerzo pacífico para neutralizar los daños del conflicto.? Si. En todo caso, el conflicto está ahí, y la tozudez de Gadaffi tal vez ha impedido una negociación pacífica, pero de estas dudas razonables sale una relativa certeza, la de que la intervención militar se hace para decantar el conflicto del lado de los rebeldes, se toma partido en un conflicto civil en favor de una de las partes. Esto me parece una certeza evidente.
Otra certeza es que, cuando intentas resolver un problema, sea en el ámbito de la gestión empresarial, o en el de la estrategia internacional, es seguro que como consecuencia de las decisiones tomadas para resolver el problema identificado, surgen problemas nuevos, que nadie es capaz de prever.
Esa es una de las razones por las que algunos dirigentes prefieren la inacción, observar como se pudre solo un problema conocido, que intentar resolverlo a costa de la incertidumbre de que surjan otros que no pueden controlar.
Afortunadamente para la facción rebelde en Libia, la coalición de países que ha decidido intervenir lo ha hecho claramente en su favor. En ausencia de esa intervención, Gadaffi habría aplastado la revuelta, como Franco aplastó a las fuerzas de la República ante la inacción de la comunidad internacional de entonces.
Esto demuestra lo importante que son las certezas, aunque sus motivaciones son susceptibles de ser puestas en cuestión, cuando se imponen por encima de las dudas. Esas certezas, con todas sus limitaciones e incertidumbres, permiten actuar, en favor de una causa, que unos consideran justa, y otros menos, pero lo que me parece cierto es que las dudas, tan prestigiadas en el pensamiento intelectual actual, no sirven para nada, a menos que de su discusión y maduración, surja alguna certeza.
Este reconocimiento del valor de la certeza como motor de la acción, no impide reconocer en la expresión usada para explicarla, 'proteger a la población civil', un eufemismo excesivo, que, a su vez, parece expresar el componente de dudas que habita esa aparente certeza.
En fin. La duda.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-03-11.
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