domingo, 13 de marzo de 2011

ECONOMÍA DEL LENGUAJE

Esta página se tenía que haber titulado, 'El Observatorio', luego, 'El Observador' y al final se titula 'Economía del Lenguaje'. Los dos primeros títulos estaban inspirados en un artículo de la página 31 de 'Levante' de hoy, 'Los hombres del tiempo del siglo XXI', dedicado a los 'aficionados profesionalizados que ofrecen información meteorológica certera en tiempo real'.

Esta red de observadores aficionados a la meteorología, cada vez mas numerosa, extendida, informada y cada vez mejor dotada tecnológicamente, hasta el punto de disponer de observatorios construidos de modo artesanal, pero con instrumental de observación muy potente, se ha convertido en una especie de fuerza de trabajo gratuita, como los becarios, organizada cada vez mas mediante entes asociativos, que realiza una aportación relevante a la meteorología y la astrofísica profesional.

Su presencia sobre el terreno en lugares estratégicos, completa la distribución espacial de las instalaciones de observación que, por su complejidad y elevado coste, no pueden estar presentes en todas partes. Nunca he leído ni oído queja alguna, ninguna acusación de intrusismo, por parte de los astrofísicos y meteorólogos dirigida a estos 'aficionados' que trabajan, con sus propios medios, en el mismo campo científico que los profesionales del clima.

No sucede lo mismo entre quienes se dedican al lenguaje en el ámbito periodístico. Entre los escritores, especialmente entre quienes escriben en los periódicos, es frecuente observar una cierta hostilidad hacia quienes, con motivaciones parecidas
a los observadores del clima aficionados, se aventuran a comentar o cuestionar la actualidad que es competencia profesional de los periodistas.

En las páginas 4 y 5 de 'Levante' de hoy, hay nada menos que tres artículos cuyos contenidos justifican el título que finalmente he asignado a esta entrada. Economía del Lenguaje. En los tres, con unos u otros argumentos, de un modo mas o menos sutil, queda reflejada la reacción de los escritores profesionales ante la avalancha de contenidos de 'aficionados' que se nota que les desconcierta, y les hace reflexionar sobre la naturaleza del lenguaje.

Amadeu Fabregat, 'Como sobrevivir a la actualidad', propone 'una jornada de silencio, ojala pudiera ser todo el año, aplicada a la actualidad banal que nos inunda' Parece evidente que Fabregat detecta la banalidad en la actualidad contada por otros, aunque en seguida fija su posición, que me parece muy acertada. 'Volviendo a la física, son necesarios los observadores para dar existencia al mundo. Convertirnos en espectadores más solventes, menos atentos a las morrallas de la actualidad, quizás pueda contribuir a mejorar el mundo observado'.

Es oportuna la asociación entre los observadores aficionados de la meteorología, y de la actualidad. Fabregat no descalifica la condición del observador, sea aficionado o profesional, sino la mala calidad del proceso de observación.

Millás, 'Un suicidio de verdad' reflexiona sobre la inutilidad de los adjetivos, defiende la economía del lenguaje que relaciona con el uso de sustantivos esenciales. Considerando que ha escrito su artículo en plena duermevela matinal, entre el sueño y la vigilia, no hay que tomarlo demasiado al pie de la letra. 'Accidente nuclear' es una descripción bien económica y precisa de lo sucedido en Japón. 'Accidente en Japón', a secas, sería todavía mas económica, pero carecería de la necesaria precisión informativa.

Mas importante que el uso o no de adjetivos, me parece a mi, es la actitud subyacente en los distintos periódicos cuando deciden un titular. La primera de 'Levante', hoy, titula 'Japón sufre el accidente nuclear más grave desde Chernóbil, y en la entradilla habla de la evacuación de más de 200.000 personas --ayer se hablaba de 20.000-- y aporta una foto de la explosión en la central nuclear de Fukushima.

El Mundo, pone el énfasis en que los daños están controlados, y que han sido parciales. Es evidente que el modo tan distinto de ofrecer la misma noticia implica una posición beligerante en el debate sobre el peso que debe tener la energía nuclear en el mix energético de este país. En el caso de 'El Mundo'. yo diría que se pone por delante de la importancia periodística de la noticia, la defensa de unos intereses determinados, lo que parece indicar que no es la semántica, ni la economía del lenguaje lo que prevalece en cierto periodismo 'profesional' que exhibe sin pudor sus vinculaciones políticas.

Estas actitudes son las que justifican la existencia de una información aficionada, libre de compromisos políticos y económicos, aunque no de filias y fobias ideológicas, ciertamente.

Esa es una de las razones por las que creo que Matías Vallés se equivoca, 'En Defensa del espectador', cuando observa que ' Un lector de periódicos es demasiado inteligente para creerlos a pies juntillas....Compra prensa y no compra ollas, extrae sus conclusiones pero no las comparte mediante comentarios gratuitos...' No tengo del todo claro a que se refiere Vallés cuando concluye que un espectador no acude al teatro para que la audiencia ocurrente interrumpa a Al Pacino, pero en su afirmación hay un desprecio implícito por el aficionado y una defensa del profesional. Con ese criterio, nuestra red de observación del tiempo meteorológico, del clima, del universo, no tendría cabida.

No se trata, en mi opinión, de aficionados o profesionales, sino de una capacidad de observación certera, o errónea, de la realidad y la ficción, sea esta climática, periodística, teatral, económica o cinematográfica.

Naturalmente, además de la capacidad de observar, está la habilidad en la síntesis
para contar lo observado, y en esto hay que coincidir con Millás. Cuanto menos adjetivemos, mejor.

Pero, claro, para eso hay que ser profesional. Los simples aficionados aún no somos capaces de expresar con una sola frase una divagación como esta sobre la 'Economía del Lenguaje' Necesitamos una página entera. Que se le va a hacer.

En fin. Economía del Lenguaje.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-03-11.

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