Uno de los signos del envejecimiento es que las cabezas de los viejos se vuelven mas hacia el pasado que hacia el futuro, una actitud comprensible si se piensa que futuro tenemos poco, mientras que pasado, nos sobra. La expresión cómica de esos comportamientos se materializaba en las viñetas de los tebeos de mi infancia en el personaje de 'el abuelo cebolleta' que perseguía a la familia dando la vara con el relato de sus batallitas.
De niño, leía con fruición los bocadillos insertados en las historias gráficas que publicaba Bruguera, en especial aquellos relatos épicos en los que héroes de papel se enfrentaban con valentía a los tiranos, siempre los de fuera, porque los excesos de los de dentro eran silenciados por la censura.
Aquellas historias que alimentaron la imaginación de toda una generación, destacaban el valor, el heroísmo de los personajes y, aunque cargadas de ideología y de enemigos exteriores, la mayoría de los incipientes lectores no percibíamos las aviesas intenciones que había detrás de quienes autorizaban unos guiones y proscribían otros, sino que, con la inocencia de nuestra corta edad, nos quedamos con el ejemplo de la lucha y la rebeldía de los defensores de las causas justas.
(...)
Aquellos inocentes niños, de los que, quien mas, quien menos, aún conservamos huellas en nuestro carácter, vemos con frecuencia en los titulares de los periódicos que tal o cual presidente de gobierno de algún país en dificultades financieras se dispone a imponer 'reformas valientes' al conjunto de los ciudadanos, y nos quedamos estupefactos.
Uno puede entender, aunque no compartir, la expresión, reformas drásticas, duras, urgentes, necesarias, pero no ve ningún acto de valentía en el hecho de que un político que gobierna un país, ante la presión insoportable de los poderes financieros, se 'cague por la pata abajo', una expresión muy querida por una amiga que ejerce la enfermería en un hospital público, y se pliegue a trasladar el coste a toda la población, de los resultados de una actitud codiciosa que, por acumulación, ha resultado errónea para todos.
A quienes leemos esos titulares, y conservamos una memoria infantil del valor y el heroísmo, no nos cuadra que el intento de permanecer en un cargo público representativo, aún a costa de trasladar a los ciudadanos los males de todo un sistema, sea un acto de valor. Claro que, algunos de quienes pensamos así, somos viejos, y nuestras referencias culturales e intelectuales vienen del pasado. O sea.
Otra cosa que nos choca mucho a los viejos abuelos cebolleta son las sanciones financieras que determinados países, o las instituciones que los representan, imponen a otros dirigidos por tiranos absolutistas. No las sanciones en si, sino el modo en que se aplican, o dejan de aplicarse, en el tiempo, esas sanciones. Me explico.
Cuando aparece un conflicto bélico, que suele ser, además, un conflicto de intereses,
es frecuente que, como en el caso de Libia y Siria, las potencias occidentales pidan y obtengan el bloqueo de las cuentas bancarias de los sátrapas y sus familiares en entidades financieras de países que aún conservan parcialmente el secreto bancario para proteger a los depositantes.
Es decir, que durante cuatro décadas, por lo menos, las familias reinantes o republicanas de esos países, y de otros, saqueados permanentemente por los sátrapas que empobrecen a sus respectivos pueblos, han estado engordando impunemente los saldos de esas cuentas, sin que esas actitudes hayan merecido sanción alguna.
Los listos dirán que con el Derecho Internacional en la mano, solo se puede intervenir cuando se contravienen sus normas. Los tontos, viejos e infantiloides, que conservamos en nuestra memoria los valores de aquellas publicaciones infantiles, valentía y justicia, no acabamos de entender este mundo al que hemos llegado, porque, ya se sabe, nuestra cabeza está mas ocupada con el pasado que con el futuro.
Lo curioso de todo esto es que los jóvenes del Magreb, que se juegan la vida cada día, con un coste real, cierto, de muertos y heridos, para alcanzar unos derechos y libertades hasta ahora negados, uno los percibe mas cercanos, que a los vetustos políticos y financieros occidentales, unos cagados de miedo cuando les presionan los poderes financieros, otros enmerdados en una codicia ciega que, por acumulación, ha resultado nefasta para todos.
El pasado, sin embargo, no ha de tomarse como modelo, sin antes revisarlo. En los tebeos de Bruguera, los moros eran los malos, en particular Alí Kan, el malo malísimo, y el bueno era el guerrero de la cruz, o sea, la cultura occidental.
Pero este no es un asunto de buenos y malos, quietos los acusadores de maniqueísmo, siempre al acecho, aunque si podría serlo de valentía y cobardía. No son nada valientes quienes imponen sacrificios desmesurados a poblaciones enteras para seguir en su puesto, y no tienen arrestos para exigir a los poderes financieros, con la fuerza de los votos, otra política.
Son valientes las poblaciones castigadas por el absolutismo en los países del Magreb, y en otros, que se juegan la vida cada día en defensa de su dignidad como pueblos que quieren ser soberanos.
Claro que este, es un punto de vista de viejo, alguien cuya memoria se nutre mas del pasado, y sin expectativas de futuro, con mas influencias, todavía, de las historias de Bruguera que del realismo pragmático que caracteriza la política desalmada del mundo actual, contra la que luchan, como héroes de cómic, los jóvenes del Magreb.
En fin. Valentía.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)11-05-11.
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