sábado, 1 de diciembre de 2012

EL CASO VELA

Que un político, Vela, se vea obligado a dimitir como consecuencia directa de una información periodística, es un clásico desde los tiempos del Watergate, que hizo famoso en el mundo entero al Washington Post.

Que un gobierno tome represalias contra los medios que no le son afines, tampoco es nuevo, al menos aquí.

La permanente batalla entre 'Levante' y los distintos gobiernos valencianos, del mismo signo, por mucho que pasa el tiempo --eso si que nos debería hacer reflexionar-- tuvo su origen en una decisión de Zaplana, cuando le quitó seiscientos millones de las antiguas pelas de publicidad institucional a esa cabecera.

Digo yo, que a la natural satisfacción por la defensa de la legalidad en el asunto Vela/Blasco, esta dimisión le habrá sabido a 'Levante', aunque sea un poquito, a dulce venganza.
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Encima, la tirada de 'Levante' no deja de aumentar y la abundancia y frecuencia con la que va sacando suplementos y proponiendo actos para celebrar la creciente popularidad de sus productos informativos, contrasta con la decadencia del otro diario local, algo meapilas, que no deja de perder lectores desde que su protector, Zaplana, marchó a otros destinos.

Es una paradoja que los sucesivos gobiernos que consideraron hostil a ese periódico, le estén ayudando tanto, con su grotesca política cotidiana, a conseguir lectores pues, su posición crítica, cada día conecta mas con la ciudadanía que lee.

Este suceso, nos lleva a una reflexión sobre lo imprevisible que resulta predecir las consecuencias de una decisión que se toma con una finalidad, y favorece la contraria.

El señor Zaplana, quien comía todas las semanas con el arzobispo, en su momento no tuvo empacho en castigar a una publicación local, por su poca simpatía hacia el entramado político jerárquico religioso que cortaba el bacalao por aquí, y ya ven, no solo esa publicación se ha fortalecido de un modo singular desde entonces, sino que ha sido capaz de hacer dimitir a uno de los mas importantes monigotes de la política, Camps, y ahora, nada menos que al hombre de la Hacienda autonómica.

Si jugamos a la ucronía, nada de esto habría sucedido, seguramente, si Zaplana, sin renunciar a su comida semanal con el arzobispo, se hubiera abstenido de intervenir de manera torticera en el reparto de la publicidad institucional. Los sucesivos gobiernos valencianos, todos del mismo signo, insisto, no habrían tenido enfrente a un enemigo tan persistente y, tal vez, las cosas habrían sucedido de otra manera, aunque ¿quien puede saberlo? 

En fin. El Caso Vela.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 1-12-12.

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