miércoles, 13 de febrero de 2013

CONFUSIÓN DEMOCRÁTICA

Hoy he despertado en medio de una gran confusión. He soñado que Jesús Posada, presidente del Congreso, la cámara donde se sientan los representantes de la soberanía popular, que están allí con el voto de los ciudadanos, es decir, si no me equivoco, ejercen un poder político por delegación de quienes han votado a sus partidos, impedía de un modo autoritario que la comparecencia ante esa cámara de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, se hiciera con las debidas garantías democráticas de asistencia de periodistas y observadores.

En otra ensoñación me ha parecido ver y escuchar a Mariano Rajoy declarar a The Economist que el ha incumplido todos los puntos de su programa electoral, pero ha cumplido con su deber.

Después de un momento de confusión por no saber donde estaba, envuelto en el sudor frío de mis pesadillas, luego de ducharme he recordado que, si alguien a quien aprecio declara su preferencia por la tradición de los garbanzos y la tortilla de patatas, en detrimento del atún rojo, es decir, inmovilismo gastronómico, tal vez el inmovilismo sea una condición generacional que nos afecta a todos los que hemos nacido demasiado pronto, en los cuarenta o por ahí, y vivimos nuestra vida, o nuestra primera juventud, en entornos no democráticos

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Vamos a ver, si Draghi solo ha venido a decir lugares comunes, o en todo caso, frases convenidas y convencionales que a nadie pueden escandalizar, el gesto de prohibir el carácter público de su comparecencia, solo se me ocurre que pueda derivar de un tic autoritario, de una cultura inmovilista que subyace debajo de una epidermis de apariencia democrática, que se quiebra ante la menor tensión, dejando al descubierto la verdadera naturaleza de quienes la visten solo como un adorno.

En cuanto al señor Rajoy, su reconocimiento público de que ha incumplido su programa electoral, se hace ante un periodista extranjero, y en lugar de dimitir por ese incumplimiento, nuestro presidente elegido apela al deber, algo muy próximo al honor calderoniano, para justificar su engaño al electorado.

Otra vez la tradición, los valores pre democráticos, prevalecen entre una generación que nació demasiado pronto, o llegó a la democracia demasiado tarde, cuando ya su sistema de valores estaba construido con los materiales del autoritarismo, ligado, si, a la tradición. 

Yo mismo, sin saberlo, estoy tan vinculado a la tradición, en este caso, una tradición familiar libertaria, que me cuesta entender el mundo democrático en el que vivo. Un mundo en el que el presidente de una cámara legislativa cierra la puerta y abre el secretismo para recibir a un banquero central y en el que el presidente del gobierno que han votado mis conciudadanos admite haber incumplido su programa y no dimite.

Mi impresión es que nadie, o muy pocos, de mi generación, reúnen las condiciones para un ejercicio democrático libre del peso histórico de haber vivido en una dictadura, o contra esa dictadura, ya que tampoco hemos asistido a cursos de reciclaje donde aprender lo básico de ese modo de convivencia política, y que ya va siendo hora de que se produzca un rejuvenecimiento de ese tejido esencial para el progreso de las formas, y los contenidos, democráticos.

Esta sensación de confusión onírica que me produce observar las formas democráticas que imperan en este país, contrasta con el aire fresco de la intervención pública de una mujer joven, en un congreso de la Internacional Socialista, quien, sin cortarse por la presencia de sus jefes, Papandreu y otros, ha utilizado un lenguaje llano, libre de eufemismos, para recordar a los presentes que una reunión en un hotel de cinco estrellas, a la que han asistido muchos de ellos en coches lujosos, no es lo mas indicado para conectar con las necesidades del pueblo llano que espera algo mas de sus políticos que sonoras declaraciones de intenciones, maquilladas de elocuencia y, las mas de las veces, vacías de contenido.

Algunos dirán que la democracia no es una panacea para resolver los problemas de las gentes, menos en este tiempo, tan marcado por poderes financieros y económicos que pueden llegar a condicionar el poder político.

No es menos cierto que la democracia es el menos malo de los sistemas ensayados a lo largo de la historia, en eso, creo que coincidimos la mayoría, incluso los de mi generación, pero parece haber algo en nosotros, los demasiado mayores, los que hemos nacido antes de que nuestro particular modo de acceder a la democracia incorporara en su seno  mucha de la tradición y el inmovilismo que han marcado la historia de este país, que nos impide aceptar plenamente las consecuencias del juego democrático, una de cuyas reglas en los países de democracias mas antiguas es poner la dimisión por encima del deber o el honor, cuando se incumple el mandato del voto, y ofrecer amplia publicidad, no secretismo, cuando una visita institucional relevante trata cuestiones de interés público.

Por eso hay que celebrar que caras nuevas, políticos en ciernes, agiten el esclerotizado mundo de unas clases políticas que merecen que se les agradezcan los servicios prestados, pero deberían ir pensando en abrir puertas y caminos a gentes de este tiempo.

Hay innumerables monasterios en la geografía europea que podrían acoger a todos estos nobles señores imbuidos de tradición y autoridad, que ya han mandado bastante, y son millones los jóvenes sobradamente preparados que pueden acceder dignamente a ese relevo.

No parece, sin embargo, que el sentir mayoritario de esta generación obsoleta sea el de facilitar ese necesario relevo. Tendrán que ser los mas jóvenes quienes se organicen, de tal modo que presenten alternativas que permitan a los electores escoger entre lo nuevo, y lo vetusto. 

Parece que hay signos de que han comenzado a hacerlo. Necesitarán algo mas de tiempo, creo yo.

En fin. Confusión democrática.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 13/02/13.

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