lunes, 4 de febrero de 2013

SILENCIOS

Hay silencios tan rotundos, tan estruendosos, que retumban en los oídos como el final de una mascletá, tal como si hubieran llegado las fiestas falleras antes de tiempo. Uno de esos silencios, tan elocuentes, tan escandalosos, es de los portavoces de la Conferencia Episcopal, Rouco, Camino, que no dicen una palabra sobre la ola de inmoralidad manifiesta que cubre el país con una extensión e intensidad que no tiene precedentes cercanos.

Podría pensarse que estos jerarcas, ahora silenciosos, aplican la presunción de inocencia, pero la divulgación por los medios de las listas de infractores de la moralidad pública tiene el inequívoco efecto de colocar la presunción de excrecencia por lo menos al mismo nivel que la de inocencia, y estos señores, siguen callados, creo intuir porqué.

Sospecho que el concepto de la moral pública de Rouco, de Camino, se fija en los genitales, aborto, homosexualidad, esas cosas, y como la cartera habita por encima de esas debilidades, ellos deben considerar que esos conflictos morales no son de su competencia, o bien, como afectan sobre todo a sus amigos mas queridos, la derecha que gobierna este país y, en materia de costumbres, se pliega a sus preferencias, están preparando un discurso generalista, sin dar nombres, para condenar la falta de moral en la política, de un modo abstracto. Ya saben 'todos son iguales', el argumento que emplea, ahora mismo, algún simpatizante del PP cuando le nombras la bicha.

(...)
Si aceptamos, provisionalmente, ese argumento, 'todos son iguales', en materia de inmoralidad política, tendremos que convenir que, en este momento, al menos, unos son mas iguales que otros. 

O sea, dejémonos de chorradas, la ola de excrecencias inmorales putrefactas que nos invade afecta, sobre todo, al partido del gobierno, y sin perjuicio de que sean necesarias reformas que se dirijan a impedir a toda la clase política la reproducción de estas conductas reprobables, el hecho es que el detonante de la toma de conciencia de que este es un país de mierda, al menos así lo perciben desde fuera, es el escándalo que sacude las estructuras del Partido Popular.

Se ha dicho de todo para entender lo que pasa en este país, unos dicen que todos somos responsables, otros que solo es el reverso inevitable de la época de vacas gordas, o con algo mas de lirismo, de vino y rosas. Mas acertado me parece el comentario que alude a nuestro modo de ser como pueblo, no censuro las conductas moralmente escandalosas, si a mi me va bien. Como ahora no me va bien, saco al moralista que estaba callado. 

Pero aquí no estamos hablando de generalidades, sino de conductas personales, concretas, con nombres y apellidos, y con las siglas de un determinado partido político. De eso se trata, y de eso tratarán los jueces que, antes o después, pondrán orden jurídico en este desaguisado.

Ninguna generalidad, ningún tratamiento sociológico del asunto, mas o menos abstracto, ningún ventilador que trate de diluir responsabilidades personales o partidarias, puede negar el hecho de que estamos ante una denuncia concreta, con papeles cuya fuerza probatoria tendrá que ser determinada en sede judicial, y nadie puede negar la presunción de inocencia hasta que haya sentencias firmes, pero ningún olfato medianamente sensible puede negar el tufo, la presunción de la excrecencia que brota de este escándalo que tiene toda la apariencia de una moral corrupta extendida, ni creo que ningún oído atento deje de percibir el silencio estruendoso de las jerarquías de la iglesia pues lo que está sucediendo, aunque sea del negociado de mas arriba de los genitales es, claramente, de su competencia.

O sea, Sr. Rouco, ¿se va a mojar,o va a seguir con su silencio cómplice? 

En fin. Silencios.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4/02/13.

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