martes, 12 de febrero de 2013

CREENCIAS

Recibo todos los días un artículo de un colega de la tertulia de los viernes, siempre lleno de ironía y sentido del humor, que me ayuda a comenzar el día de buen talante. Gracias, Carlos.

Hoy, sin embargo, parte del contenido de tu artículo me obliga a una reflexión que no está inspirada por el humor, sino por la memoria de la desgraciada experiencia histórica de este país en la época conocida por diversos historiadores como el 'nacional catolicismo'.

Se queja Carlos de que la renuncia del Papa se trate con humor en algunos medios. Afirma que 'aquellos que hacen risa a costa de un asunto como este que afecta a millones de católicos están ridiculizando las creencias de otros y eso, mire usted por donde, no es democrático'. 'Dejemos a cada uno con sus creencias en paz y así la democracia circulará entre nosotros, aunque sea un instante'
(...)
A ver, Carlos, tu sabes, igual que yo, que, terminada la guerra civil, en la que se hicieron muchas barbaridades, quema de iglesias y asesinatos de sacerdotes, de un lado, innumerables paseos, del otro, la iglesia católica tuvo aquí la oportunidad de inspirar un proceso de reconciliación nacional, cosa que no hizo. 

En su lugar instigó y colaboró en la implantación, a sangre y fuego, de un régimen que se conoció como el nacional catolicismo, la época mas oscura de la historia reciente de este país, y que se sepa, nunca ha pedido perdón por todos los excesos que se cometieron.

En aquellos años nefastos no puede decirse que la actitud de las jerarquías fuera de respeto a quienes no compartían sus creencias, antes al contrario, la represión indiscriminada es lo que se aplicaba a los no creyentes, y esa ausencia de comportamiento democrático, en la política y en la religión oficial, se prolongó durante cuatro décadas por lo menos, aunque con distinto énfasis en cada época. Es decir, respeto, cero, democracia, cero, y humor, nada de nada. 

Hasta que las jerarquías católicas pidan perdón por las 'extravagancias' que cometieron con buena parte de la población, en aquella época difícil, cosa que no han hecho, ninguno de sus seguidores se puede rasgar las vestiduras, ni sentirse legitimado para la crítica porque se traten con humor las vicisitudes de esas jerarquías. 

Aplicar el sentido crítico exige, primero, aplicárselo a uno mismo, y también, si es el caso, a sus creencias. Luego, una vez hecho eso, nada impide que se explaye con quienes usan del humor para mirar las cosas serias, eso sí, conviene que lo haga también desde la ironía, sin tomarse en serio, ni el mismo, ni sus creencias, ni las de otros. ¿Porque no? El humor, es lo único que nos salva, creo, a los que no esperamos a otros salvadores.

 En fin. Creencias.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12/02/13.

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