jueves, 18 de julio de 2013

EL HOMBRE DE BIEN

Nuestra estúpida alcaldesa, a quien no se niega una cierta inteligencia política vinculada al ancho de su culo para quedarse en el sillón en el que fue puesta a dedo, durante veinte años, gracias a su política populista, ha usado un calificativo muy querido por la gente de la derecha para referirse a su presidente, 'el hombre de bien'.

El populismo de la alcaldesa ha consistido, sobre todo, en visitar muchos mercados, salir mucho al balcón en días festivos y tener una buena política de parques y jardines. Tan ocupada ha estado con esos menesteres, que no ha tenido tiempo para asistir a un curso de maneras democráticas, ella procede del mundo mas rancio de la derecha de siempre, y se ha apañado con un curso de expresión artística en el que aprendió a poner cara feroz cuando cualquiera de sus compañeros de partido rondaba su espacio animal, y pasará a la historia, entre sus colegas, como una fiera peligrosa de la que es mejor alejarse cuando, por azar, te aproximas a sus dominios.
(...)
El éxito de la alcaldesa en su estrategia de supervivencia parece indicar que la política no es un espacio moral, de buenos y malos, sino un oficio que, como dijo Churchill, exige tragarse todos los días un sapo para desayunar, lo que vincula esta profesión mas con un estómago fuerte, a toda prueba, para evitar el vómito cada día, que con conceptos bíblicos, o monásticos, tan usados por los hombres y mujeres amamantados en la política de derechas.

'Las gentes de bien','Un hombre de bien', son conceptos radicalmente falsos, pues se trata de categorías morales que no suelen vivir solas, sino acompañadas, en su alojamiento de la condición humana.

Ese maniqueismo de buenos y malos tiene, por desgracia, raíces históricas muy trágicas en nuestros anteriores conflictos y se manifestó de forma muy violenta cuando, los que se creían buenos, fusilaban a los malos, y al revés, y debería haber sido desterrado del lenguaje político aprovechando los acuerdos de la transición.

Con esto no niego la existencia de la bondad, aunque la supongo retirada mas bien en lugares monásticos, en la política, la verdad, no la veo, funciona con otros parámetros.

Un ejemplo de lo pragmática y ambivalente que es la política, lo tenemos al observar ahora como, quienes tienen poder político, echan a la calle a miles de trabajadores y funcionarios de las empresas públicas, con una mano, mientras con la otra preparan concursos millonarios de contratas públicas, que son anulados, antes de su realización, porque un tribunal administrativo,(parece que la vergüenza existe después de todo, aunque sea ajena) considera que no se habían respetado las condiciones mínimas de tiempo y forma en su publicidad. 'El gobierno anula el concurso del Consell de 771 millones de la gestión de todas las ambulancias.' (Levante, primera).

Queda la duda, razonable en los tiempos que vivimos, de si el gobierno central anula el concurso para respetar la legalidad, o para dárselo a sus amiguetes.

En esa circunstancia yo veo dos presencias morales. La bondad, al liberar a tantos trabajadores de la tiranía de trabajar en empresas dirigidas por gentes indignas (que también podrían ser reconocidas como dignas, seguro que alguno acompaña a un viejecito a cruzar un paso cebra) y la directamente perversa, convocar un concurso público, sin atender a los requisitos legales, tal vez por oscuras razones, nada bondadosas.

Nuestra alcaldesa habría quedado mejor, habría sido mas fiel a la verdad, si hubiera afirmado que Rajoy es un hombre, sin mas.

Esa definición incluye sus bondades potenciales, y sus debilidades evidentes, que comienzan a ser del dominio público.

Así es como parece ser la naturaleza humana, una compleja mezcla de virtudes, defectos, valores y debilidades, y está bien que seamos así, es divertido.

 En fin. El Hombre de bien

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 18-07-13. 

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