domingo, 21 de julio de 2013

TRANQUILIDAD

Un sol tranquilo acaricia el silencio de la mañana dominical, su reflejo se dispersa entre las ramas de los grandes árboles que todavía quedan en el patio del viejo cuartel abandonado, un residuo de la antigua y frondosa arboleda que hubo en ese patio, antes de que las obras de acondicionamiento los redujeran a dos.

Justo cuando termino de escribir el párrafo anterior, el vuelo de una gaviota, símbolo de libertad en el relato 'Juan Salvador Gaviota' ofrece el maravilloso perfil de sus alas desplegadas, mas de un metro de envergadura y cruza el patio de Este a Oeste, aunque, dado lo distante del mar, está buscando basura, lo que no es incompatible con la idea de libertad, ni con el hecho de que otras colegas suyas sigan con la dieta de pescado y desprecien la basura.
(...)
En el cuarto contíguo al gabinete desde donde escribo, Encarna está tendida en la cama, disfrutando de esta mañana tranquila, aunque con una pierna escayolada, por el percance del otro día, que nos ha condenado a dos semanas de detención obligada. 

Encarna lo lleva bien, se ha acostumbrado a desplazarse sobre una silla de oficina, con ruedas, y hay que verla como se lanza por el pasillo estabilizándose con las manos. 

Ahora está tranquila en la cama porque las obras del viejo cuartel han cesado. Durante semanas, a las siete de la mañana comenzaba el movimiento de los vehículos de obra, con sus pitidos de aviso, y había que madrugar a la fuerza. 

Esas obras han explanado el piso del patio y ahora descansan ahí tres docenas de vehículos policiales que hoy, como al parecer no se esperan actos de protesta colectiva, permanecen inmóviles. 

Tranquilidad. Y silencio. No es lo mismo. Una cosa es la tranquilidad, que es un estado del ánimo, y otra el silencio, que tiene grados, digamos, la ausencia de ruidos, que no excluye la presencia de sonidos agradables, como la llamada de una paloma sobre el tendedero del balcón, o el lejano eco de unas campanas. 

Me ha costado una semana alcanzar un estado de relativa tranquilidad, desde que la lesión de Encarna me ha obligado a adaptarme a mi condición fija discontínua de cocinero, fregador, y merchante en Mercadona y en el Paki. 

No sabía lo que me pasaba, hasta que me he dado cuenta de que estaba sufriendo el estrés normal de una madre soltera que tiene en cama a su hijo, a la que no le conceden tiempo para conciliar sus obligaciones personales y laborales.

Una vez reconocido ese estado, y su causa, ha sido mas facil la vuelta de la tranquilidad a mi ánimo, sobre todo porque es previsible que en una semana todo vuelva a la normalidad. O sea, que la que se estrese, sea Encarna. 

Además, ayer nos visitaron unos amigos, y tuvieron la delicadeza de dejarse ganar tres partidas seguidas al Continental, en atención a nuestro estado, normalmente nunca nos permitimos ganar mas de dos. 

Esta tarde han anunciado su visita otro par de amigos, que tuvieron la amabilidad de darnos cobijo en su casa de Xàbia, de cuya estancia hice la oportuna crónica en el blog. 

Bueno, pues a pesar de todo eso, todavía hay un poso de intranquilidad en mi ánimo, propio de los cambios que, aunque temporalmente, han sufrido nuestras vidas por la lesión de Encarna, en particular el relativo enclaustramiento que supone, respecto a nuestra relativamente activa vida ordinaria. 

Ahora bien, no por ello siento necesidad alguna de que Rajoy me tranquilice, como dice 'Levante' hoy, en la primera, '..Rajoy comparecerá para tranquilizar a la nación'. Primero, tómese un tiempo para tranquilizarse usted, y luego ya nos tranquiliza a los demás, se lo digo por experiencia, sin rencor. 

En fin. Tranquilidad. 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 21-07-13.

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