martes, 23 de julio de 2013

LIBÉLULAS

Leo la columna de Civera en 'Levante' de hoy, 'Bajo sospecha' y me entra la sospecha de que el ha leído las mías en el blog, porque nombra a Stravinski y Bramhs, sin faltas de ortografía, lo que le agradezco porque me ha permitido corregir mis errores en la página 'Todo está animado', y luego alude a una tal Raquel, también presente en la página 'Gastromanía'.


Luego, en la página 13 veo un titular, 'La invasión de las libélulas' y me doy cuenta de que la página de hoy va a ser costumbrista, nada de política.
(...)
Al parecer mis vecinos del sur están alarmados por los 'Miles de libélulas (que) han invadido en la última semana todo el litoral sur (...) desde el Perelló hasta Cullera..' 

Esa noticia ha activado mi memoria mas antigua, cuando en un domingo de julio tan caluroso como este martes, debía yo tener siete u ocho años, subido en el poyo de la fuente pública que había junto a mi casa, ponía la palma de una mano bajo el grifo que mantenía abierto con la otra, para lanzar un chorro plano de agua que alcanzaba por la presión hasta media calzada, con el fin de atraer a las libélulas, nosotros las llamábamos 'parotets', a las que los otros chicos del barrio esperaban con flexibles cañas de acequia en la mano, para abatirlas.

Que ignorantes y que bestias éramos, ¿no?. Creíamos que las cabezas que nos proporcionaban las libélulas, convenientemente decapitadas, llevadas a la farmacia, supondrían un ingreso para nuestras inexistentes economías infantiles. 

El artículo cita a Jiménez Peydró, investigador del Instituto Cavanilles y deja claro que las libélulas son beneficiosas para el ser humano, por ser comedoras de insectos y porque su morfología excluye cualquier órgano que les permita picar o mordernos, así, la alarma de la población por su presencia, es infundada, y no debe calficarse tal presencia de 'plaga'.

Claro, nosotros, los chavales que habitábamos el barrio en aquella mañana soleada de los primeros cincuenta, eramos muy borricos, y no hay que sospechar siquiera que tuviéramos acceso a los resultados de las investigaciones biológicas sobre las libélulas, simplemente las capturábamos, y las decapitábamos, porque los chicos mayores nos habían inducido a ello con el engaño de que ese acto nos produciría algún provecho. 

De aquellas mañanas soleadas de julio no solo recuerdo aquellas masacres, sino todo un catálogo de recuerdos costumbristas que decoraban el paisaje suburbial de la época, hombres con faja y sombrero que paseaban con dos cubos por las calles voceando su mercancía, aladroc..fresco y vivo el aladroc..., otros que conducían un asno con grandes jarras de loza que contenían arrop i tallaetes, huertanos que se paseaban en sus carros tirados por machos para recoger la basura, y que por navidades obsequiarían a los vecinos por llevársela, el formacher que llevaba un cesto con quesitos frescos cubiertos con un paño blanco y que por unos céntimos depositaba un queso diminuto en el dorso de tu mano... 

Me parece imposible que yo, que soy de la edad del carro, haya sobrevivido a aquel paisaje suburbial, mas parecido al siglo XVIII, que a la vida urbana tal como se desarrolló después, pues he de decir que yo vivía en un espacio fronterizo cercano a la huerta, y las costumbres rurales aún se manifestaban en los barrios periféricos.

Todavía mas extraño me parece estar hoy evocando aquel domingo de julio desde un ordenador, y no soy capaz de valorar la distancia tecnológica que hay entre el quesero que depositaba en el dorso de mi mano un queso diminuto, y el servidor en cuya nube voy a depositar esta evocación costumbrista. 

Todo es por causa de las libélulas. Sin querer, cuando evoco mi infancia, surge la misma imagen. Aquella fuente pública, en un domingo caluroso de julio, a la que me encaramaba para lanzar un chorro de agua, para atraer a las libélulas, a las que luego abatían los chicos del barrio con las flexibles cañas obtenidas en las acequias de la cercana huerta.

En fin. Libélulas.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 23-O7-13.

1 comentario:

  1. Esos mismos recuerdos tengo yo pero, mis amigas y yo les quitábamos la cabeza de colores y nos haciamos pulseras pasando un hilo por esas cabecitas de preciosos colores. Ahora lo pienso y me digo ¡que salvajes eramos!

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