martes, 22 de junio de 2010

1.984

He encontrado un papel todavía mas viejo que el anterior, escrito hace mas de un cuarto de siglo, que conserva, junto al olor característico del papel viejo, el aroma de la escritura experimental, ahora denostada en tiempos tan previsibles en lo literario, como inciertos en lo demás. Reproduzco aquí ese texto, para romper después el original y aliviar la carpeta que estoy expurgando desde hace días, de la que es mas lo destruido, que lo conservado.

“Telúrico domingo de noviembre, inconsistente y plúmbeo. Noviembre es un mes mágico, en el que puede ocurrir cualquier cosa. La mayoría de la gente no se de cuenta de lo que pasa a su alrededor en noviembre. Solo quienes somos un poco plantas lo advertimos. En pocos días, el profesor de latín de Mónica ha desaparecido del instituto; mi colega Salvador, que suele regalar un puro el día de su santo –como disfruté ayer con el Peñamil del veinticinco a su salud-- ha tenido un accidente de siniestro total con su coche, y Miguel, un chupatintas con aire de mosquita muerta, que parecía salido de un seminario, se ha fugado a Venezuela con su chorba y los cuartos de los clientes de su patrón. Es noviembre.

Noviembre es el mes de los locos y de los poetas. Hasta la gota fría suele ser un producto de noviembre, cuando no viene adelantada. Junto a mi ventana, con la piel rezumando el noventa por ciento de humedad del barrio en que vivo, veo la lluvia torrencial caer indiscriminadamente sobre mis vecinos, sin distinción de payos o gitanos, judíos o gentiles, igualándolos en una apoteosis de solidaridad húmeda.

Un barrio interesante, mi barrio. Con un clima de pantano y una población gitana numerosa que todavía rinde culto a la ancestral cultura de la hoguera, en medio de una anodina mayoría paya.Esto ha creado, en el pasado, algunos problemas. La cultura de la hoguera, claro, requiere mucha madera para quemar y los payos se empeñan en poner carpintería de madera en sus cubículos. Alguna vez, un vecino gitano –acompañado de una recortada-- ha sugerido amablemente a su vecino payo que le permitiera retirar -solo a título de préstamo- la madera de los marcos de sus ventanas, para su transformación lírica en una escena lorquiana, pero los payos no lo comprenden porque no han leído a Lorca, y se enfadan mucho. Lorca debió morir en noviembre, de muerte natural, para ser consecuente con su condición de poeta, pero lo mataron antes, en agosto.

La gota fría sigue expandiéndose en millones de gotas torrenciales. Ayer, en el ambiente de pre catástrofe, la histeria colectiva hizo su aparición. Un oso blanco, envuelto en una sotana, salió despavorido a la calle. Un inmenso cayado fue defenestrado, mientras los mirones eran atravesados por flechas envenenadas. Aplausos. Aplausos. Se enciende el semáforo. Las risas enlatadas celebran la áurea mortandad. En los mercados, las gentes acaparan mercancías. Roja carne de buey, ocres patatas, y una plástica mezcla verderojomorada de pimientos, berenjenas y brócolis, a la mayor gloria de los tenderos, con la bendición de Protección Civil, mientras en el vientre del sol tropical,a ocho mil kilómetros de distancia, se gesta ya el ciclón del próximo noviembre.

El día de difuntos fuimos a Denia para aprovechar los últimos días de sol otoñal y ahora tengo un agradable tono dorado de alemán jubilado en la piel, que resulta un tanto exótico en medio del clima de temporal que nos envuelve. Además del bronceado tardío nos trajimos de Denia un pulpo de tres kilos que pescó Quique. Después de pelear con el en el agua, el pulpo se le plantó delante, en una postura chulesca y amenazante, clavando su mirada glauca a la altura de su ombligo.
Quique, no se dejó intimidar, se situó detrás del animal y le dio la vuelta a la bolsa. Una vez reducido y limpio, lo coció en agua de mar durante tres horas, lo congeló y ahora está listo para que nos pongamos de acuerdo en la forma de cocinarlo.

Tras una larga discusión sin acuerdo, hemos decidido que cada uno cocine una parte, a su aire. Quique lo prefiere simplemente cocido, con zumo de limón, y acompañado de 'all i oli' Encarna ha preparado un salpicón al estilo gallego para acompañarlo. Yo me he decidido por un sofrito de setas, ajo y cebolla, al que he añadido un majado en el mortero con unos trocitos de las patas, aceite de oliva y un poco de caldo de cocerlo. No hemos llegado a ningún acuerdo sobre cual de las tres fórmulas podría concurrir al premio al mejorpulpodelaño. Es que estamos un poco exaltados. Es noviembre. Inconsistente domingo telúrico; pálido, líquido y un tanto en espiral.”

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 22-06-10.

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