martes, 22 de junio de 2010

EN EL JARDÍN

Otra vez los papeles viejos. Esta vez es un escrito fechado en 1.996, hace catorce años. Lo vuelco en el Blog porque, curiosamente, encuentro una relación --tal vez remota-- entre su contenido y la entrada del lunes, 'Rosas salvajes'.

“Estaba yo regando con agua jabonosa la espalda de Malena, dentro de una bañera circular alicatada con cerámica árabe, cuando de pronto tuve la impresión de estar aliviando la sed de la única rosa de mi jardín de Estenas.

El tórrido agosto ya ha secado los romeros y el último riego de emergencia apenas los ha espabilado, aunque he conseguido que los tallos de menta recuperen su verticalidad, pero la rosa única del rosal recibe la visita promiscua de todos los insectos que pasan por allí, y nuestra torpeza al podar el rosal la priva de otras flores con las que compartir el ataque voraz de todo aquel que desea alimentarse de su néctar.

El oficio promiscuo de Malena la deja expuesta, como la rosa única de mi jardín, a la voracidad de los moscones que buscan saciar su sed en su cintura hospitalaria, y un raro ejemplar traído por los vientos de otros mares desde una lejana isla caribeña, la ha herido con su aguijón en sus entrañas de flor abierta, dejándola dolorida después de su brutal ataque.

Ahora estoy restañando sus heridas y mis manos humedecidas con la crema hidratante resbalan sobre la piel dorada de su espalda. Su cuerpo, tendido boca abajo sobre la cama circular, se relaja tranquilo y ofrece su figura clásica, como una madonna pintada por Botticelli, al claroscuro de la estancia.

Mientras acaricio con mis dedos los rizos de su nuca, la evocación de la única rosa de mi jardín se superpone sobre la de Malena, la imagino protegida tras un cristal de invernadero de los ataques de los moscones, evoco su posesión exclusiva y excluyente, una tentación de apropiación única, una improbable sensación cotidiana, con su aroma de flor y mi aliento de fumador conviviendo con naturalidad en la misma estancia, viendo caer las hojas de los chopos, otoño tras otoño.

A la vez, imagino una tristeza infinita, compartida, por la pérdida de la libertad personal, pues ese cristal liberador de los ataques ajenos bien pudiera ser, además, un muro que nos separara de nosotros mismos, y es ese viejo conflicto entre seguridad y libertad el que me desasosiega, pues intuyo que en este impulso contradictorio, el deseo de posesión es mas turbador que el valor de la libertad propia y ajena.

En la madrugada lunar, mientras evoco mi encuentro con Malena, un mirlo posado en el rosal se ha herido en su frágil pecho con un espino, y una gota de su sangre de color rojo como la flor que le ha lastimado se eleva hacia las alturas con la brisa y tiñe de púrpura la imagen que desde aquí se percibe de la nebulosa de Andrómeda.

Mi perro Lucas le ladra a la Luna, dudando entre escapar al monte en busca de compañera o quedar junto a la lumbre apagada de la casa. Una lágrima salada escapa de sus grandes ojos oscuros y sube hacia las estrellas, a lomos de una libélula púrpura y dorada.”

(La alusión al mirlo herido por el espino, tiene su origen,como ya habrán adivinado, en el cuento de Oscar Wilde, 'El ruiseñor y la rosa'.)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 22-06-10.

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