jueves, 3 de noviembre de 2011

TÓXICOS

Hoy debería estar en la casa de la sierra, pero ayer cedí a la debilidad de consultar en Internet el tiempo previsto en la comarca donde está y aquí me tienen, después de aplazar esa estancia, esperando días de menor lluvia y viento mas calmado. Es lo que tiene la capacidad predictiva y divulgadora de las nuevas tecnologías, resta sorpresa al devenir cotidiano. En otro tiempo, sin tanta información, nos habríamos marchado y al ver caer la primera lluvia habríamos exclamado, sorprendidos, --Mira, llueve...

En el Maravillas, cuando ha llegado el periódico lo he leído con mas calma que de costumbre. En la 34, un titular informa de que 'La banca acumula 176.000 millones en activos inmobiliarios tóxicos' (dudosos/adjudicados/bajo vigilancia) y la letra pequeña precisa que se trata del 52% de su riesgo inmobiliario y el 11,4% de su cartera crediticia.

(...)
Además de la toxicidad de la economía, ahora tan de moda, el ser humano y las sociedades que constituye, viven inmersos en un entorno altamente tóxico cuyas sustancias proceden de diferentes fuentes, pero es evidente su resistencia a esas agresiones recurrentes, en otro caso la especie habría desaparecido hace tiempo.

Son decenas de miles las sustancias químicas que, a través del consumo, se incorporan a nuestros hábitos, sean alimentarios, higiénicos, lúdicos, alucinógenos, entre otros, sin que se conozcan bien sus efectos sobre la salud humana. Es un hecho, verificado por las estadísticas, que crecen las afectaciones a las alergias pero, todavía, la inmensa mayoría de la población sobrevive en ese entorno tóxico, sin mayores problemas.

De vez en cuando, surge un episodio dramático, generalmente con víctimas, que pone el foco de la atención en la toxicidad del entorno.

Sin ánimo de ser exhaustivo, pondré la atención en tres de esos sucesos. El uso de la Talidomida, un compuesto químico recetado por los médicos a las mujeres embarazadas, produjo malformaciones en los fetos, una tragedia humana todavía visible en años no muy remotos. Todavía recuerdo a una compañera de juegos de mi hija afectada por esas malformaciones, así que no es algo tan lejano. El responsable fue un laboratorio suizo.

Hace treinta años, siendo ministro Sancho Rof, la comercialización de aceite de colza adulterado con aceites industriales produjo un gran número de afectados por lo que se llamó neumonía atípica, y que el ministro explicó en las pantallas de televisión diciendo que se trataba de un 'bichito'.

En época mas reciente, el siniestro del buque 'Prestige' convirtió la costa gallega en un mar tóxico, que arrasó toda la vida animal de la zona, y la economía pesquera gallega. El candidato actual a salvarnos ahora de la toxicidad económica, Rajoy, ¿o fue otro? dijo entonces que se trataba de unos 'hilillos'.

Se confirma pues que, con cada crisis tóxica, sale un capullo diciendo unas chorradas memorables para minimizar los efectos en la opinión pública de cada episodio tóxico. Sospecho que algo semejante ocurre ahora con los mensajes lanzados en plena campaña electoral.

En lo que concierne a nuestros tóxicos mas cercanos y domésticos, ahora mismo se me ocurren dos situaciones de alta toxicidad.

Los lodos de la Albufera que, después de décadas de vertidos de las industrias de su ribera, solo pueden ser un conglomerado de sustancias muy tóxicas y metales pesados, que estaban comenzando a ser aliviados con caudales de aguas limpias que proporcionaba Emarsa, la empresa saqueada por sus directivos, y que ahora, al parecer, su continuadora ha suspendido por una cuestión de coste.

El aire envenenado que circula sin ningún aviso de su extrema toxicidad en la calle de Colón, cualquier sábado por la tarde, por la concentración de comercios en la zona de El Corte Inglés y el enorme tráfico de vehículos que generan los compradores ávidos de novedades textiles.

Además de los tóxicos económicos y químicos, a los que me he referido someramente, hay otros que podríamos denominar sociales. Este país vivió durante cuarenta años en el entorno de una dictadura tóxica. Una prueba de la capacidad de la especie para generar anticuerpos y evolucionar a partir de una agresión tóxica, fue la habilidad de esa misma sociedad para generar anticuerpos democráticos e instalarse en un sistema de democracia representativa y hacerlo, además, primando un sistema bipartidista, que entonces funcionó adecuadamente para dotar al país de una estabilidad que le vino muy bien.

Han pasado treinta y tantos años de aquello, y otra vez la agresión tóxica se manifiesta en el cuerpo social, en forma de dos grandes partidos que se muestran incapaces de hacer evolucionar la sociedad hacia formas mas avanzadas de democracia, porque ellos mismos están atacados por el virus del inmovilismo, otra forma de toxicidad manifiesta.

Todavía no vemos con claridad si están surgiendo anticuerpos para librarnos de esa nueva toxicidad. PP y PSOE son órganos claramente tóxicos, y solo en los partidos emergentes, en los movimientos ciudadanos que están apareciendo, en la toma de conciencia por parte de los ciudadanos de lo importante que es meditar el voto y emitirlo de un modo responsable, castigando las conductas mas reprobables, por encima de reflejos ideológicos, está el germen de lo que puede ser no solo el ejercicio de un derecho y un deber ciudadano, sino la muestra de una capacidad evolutiva que permita sobrevivir a un ambiente demasiado tóxico.

En fin. Tóxicos.

.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)3-11-11.

1 comentario:

Comentarios