Yo no soy solo yo, usted no es solo usted, luego, Rajoy no es Rajoy. Intentaré salir con cierta claridad de este oscuro silogismo. Todos nosotros, excepto quizás los hombres santos que pasan su vida en los monasterios, nos rodeamos de una capa de apariencia que intentamos que nos haga mas amables con los demás.
Es una necesidad de la convivencia. Así, nuestras expresiones verbales, corporales, nuestro discurso, nuestras actitudes, no son siempre el
resultado, la expresión de nuestro yo mas profundo, el que define la verdadera naturaleza de nuestro carácter, de nuestras creencias, sino una duplicidad utilitaria que le añadimos para poder obtener los logros que ansiamos.
La prueba evidente de la certeza de lo que digo no deben buscarla ustedes en los tratados sobre las ciencias de la conducta humana, de los que hay centenares, de distintas escuelas, de diferentes autores, y escritos en distintos siglos, sino en la simple observación de este caso paradigmático al que denomino, Rajoy no es Rajoy.
(...)
Hay una auténtica colección de los rasgos amables de Rajoy que, al percibirlos, uno siente deseos de ir a pescar con el a la Ría, o tomar con el unas sardinas con Ribeiro en una taberna de cualquier playa gallega. Haré un breve
inventario. ¿Recuerdan ustedes la imagen de Rajoy que dieron los humoristas gráficos cuando fue ministro de Aznar? Un tipo simpático, inofensivo, tumbado en un triclinio, fumándose un puro.
¿Alguien ha visto al personaje saliendo por la tele en algún acto parlamentario, enfadado, realmente enfadado?. Quizás lo que mejor le define como político y comunicador, es ese gesto, mirando al cielo, 'llueve mucho', cuando le hacen una pregunta que le parece inconveniente.
Nos encontramos pues, ante una persona política que hace de la flema, de la calma controlada, una marca personal.
Sin embargo, hay otro Rajoy. Alguien a quien no le tiembla el pulso al promover decretos que causan estragos entre las capas de población mas vulnerables. Alguien que, desde esa flema, desde esa calma indiferente, se pliega a los deseos de la facción mas salvaje de su partido, como pueden confirmar ustedes leyendo en la página 35, Economía, de 'Levante' de hoy, lo que se prepara tras esa faz amable y bonachona.
'El gobierno prepara una ley de servicios mínimos'. Una ley de servicios mínimos que ya están regulados y no necesitan ser legislados de nuevo. Según la oposición, 'Si el gobierno quiere acabar con la huelga, que lo diga claramente'. Esta expresión, 'que lo diga claramente', viene a abundar en mi argumento de que hay dos Rajoy, uno dice una cosa, el otro hace otra.
Tambien prepara una reforma de la ley de Seguridad Ciudadana, que trata de aumentar los recursos legales para la represión de los descontentos. Uno se pregunta, si todo va a ir bien a partir de ahora, si se ve una luz al final del tunel (algunos dicen que es de una locomotora que está a punto de atropellarnos), ¿ es necesario aumentar las políticas represivas y legislar sobre la huelga?.
Tal parece que todo va a ir a peor, y se preparan para reprimir mas protestas.
Tenemos pues un Rajoy, el presidente amable y con retranca que parece gobernarnos, pero hay otro Rajoy que está creando un clima en el país que se puede calificar, sin pizca de exageración, de pre totalitario.
El totalitarismo, todo el mundo lo sabe, se caracteriza por el partido único, el autoritarismo en decisiones sin acuerdos con otros, y el sacrificio de los derechos de la población mas vulnerable, en aras de intereses opacos, por decirlo de un modo fino.
Sin embargo, Rajoy no es muy distinto de uno cualquiera de nosotros. Todos somos, a la vez, otro, nos revestimos de una superficie amable, para movernos en un cierto espacio de convivencia y lograr lo que ansiamos. Solo que, en el caso de Rajoy, el daño que puede producir a este país es incomparablemente mayor al que podríamos causar cualquiera de nosotros.
Yo de ustedes, lo tendría en cuenta cuando se convoquen elecciones.
En fin. Rajoy no es Rajoy.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 22-11-13.
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