jueves, 21 de noviembre de 2013

SURREALISMOS

Nunca he sabido bien lo que es el Surrealismo, si está por encima o por debajo de la realidad. Solo a los efectos de esta página, motivado por lo que he visto hoy al bajar a la calle, voy a suponer que hay, al menos, dos surrealismos, uno por debajo, otro por encima de la realidad.

Una de mis escasas experiencias surrealistas fue la visita al Museu de Figueres. Dalí, con quien rompió enseguida el movimiento surrealista, no se cortó por ello y se pasó media vida dando entrevistas con una terminología vinculada a la física cuántica, además de poner en el exterior de su museo unas filas de sillas frente a un televisor apagado, donde centenares de personas acomodadas allí ponían una cara de capullo inefable.

Téngase en cuenta que ese museo fue el mas visitado de España asi que, sin exagerar, fueron millones los visitantes que se prestaron a esa experiencia que parece mas una tomadura de pelo que una expresión artística.

La cosa es que hoy, al bajar a la calle, me ha vuelto a sorprender la presencia de los surrealismos en la vida cotidiana.
(...)
Mientras ojeaba el periódico en el portal, una joven se dedicaba a arrancar, una tras otra, las ramas secas de una palmera situada en el seto central de la calzada. Se ponía de puntillas y tiraba de la rama, que tenía una longitud que doblaba su propia altura hasta que se ha hecho con una buena provisión de ramas secas.

El aire de la palmera, mas esbelto después de esa especie de poda improvisada, me ha hecho pensar si la joven hacía eso por encargo municipal, --la palmera es un bien público municipal-- o lo hacía para poner un video en You tub, llevaba un teléfono en la mano, aunque por fin, al ver como cargaba con el ramaje seco, aunque no he preguntado, he concluido que se lo llevaba para usarlo como combustible para calentarse, pues hoy se anuncian mínimas de ocho grados. 

Enseguida he pensado que este es un ejemplo de surrealismo que está por debajo de la realidad, una infrarrealidad que vemos cada vez con mas frecuencia, y que es la expresión de las muchas necesidades y los pocos recursos con que cuenta cada vez un mayor número de personas obligadas a un estado de mera supervivencia.

Cuando la joven se ha marchado, he reparado en otra escena atípica?. Un guardia municipal usaba el teléfono para llamar a la grúa, supongo, porque junto a la acera del portal hay un montón de vehículos estacionados, que impiden operar a dos camiones de mudanzas que vienen a por los enseres de un vecino que se cambia de casa.

Hace dos días, dos, que hay una cinta puesta marcando la zona de operaciones y un hermoso cartel que advierte de los días en que se va a realizar la mudanza, y de la prohibición de estacionar en el lugar en esas fechas. Pues nada, ni por esas, cuando han venido esta mañana los camiones, toda la zona estaba ocupada por coches estacionados indebidamente. 

¿Porque digo esto? No me parece nada surrealista, al contrario, es un ejemplo realista de nuestras costumbres sociales, no respetar prohibiciones o disposiciones que se opongan a nuestra santa voluntad. Algo que hemos podido ver en la actitud de la mayoría de nuestros diputados, que comenté en la página Obscenidades.

Y ahora viene lo verdaderamente surrealista, esta  vez por encima de la realidad. El titular de la primera de 'Levante', 'Los diputados que avalaron el indulto (de un colega empapelado) se arrepienten...' parece una muestra de máximo surrealismo, surrealismo barroco, por sus connotaciones celestiales, pues si atendemos a lo que dice Tirso de Molina en el libro que acabo de leer, por indicación del profe de teatro, 'El Condenado por Desconfiado', el arrepentimiento es el pasaje a la gloria celestial.

En el drama de Tirso, un malo malísimo recibe el perdón divino y al ser ejecutado en la plaza pública, su alma se eleva al infinito transportada por dos ángeles, mientras que Paulo, el eremita santo que desconfió de la clemencia divina, arde en el infierno por su escepticismo.

Da un poco de repelús saber como se trata a los escépticos, y como se premia a los malos arrepentidos, aunque no creo que a los conductores infractores de la calle les sirva de nada el arrepentimiento, ante el rigor de las leyes municipales. 

Es de esperar que ese mismo rigor se aplique a limpiar toda la basura corrupta que nos llega al cuello. Aunque no tan visible como la de Madrid en estos días pasados, su hedor es claramente perceptible, no solo aquí. Eso si que es surrealista. 

En fin. Surrealismos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 21-11-13.

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