miércoles, 7 de mayo de 2014

CLOTXINES

He bajado al Maravillas, un poquito acelerado, la verdad, porque aún no he recuperado el nivel óptimo de litio. Tan es así, que he sobrevolado las páginas de Opinión y las columnas de estilo de Levante demasiado rápido.

Apenas me he enterado de la cita de Emili Piera sobre Millás, ni de la columna de Cuervo, en la última, que me ha gustado, como siempre, pero no me pregunten de que iba, por no hablar de la meteoróloga Picó, quien hoy escribía sobre los riesgos medioambientales. Nada. No me he enterado de nada.

Luego, he cogido el bus para ir al mercado de Russafa, después de servirle el desayuno a Encarna en la cama. Hoy se levanta mas tarde por lo de la tendinitis, luego se ocupará del arroz al horno de los miércoles porque yo, con eso, no me atrevo.

Al regreso del mercado he ido al locutorio del pakistaní para hacer unas fotocopias. Nada, siete copias de El caso de las petunias pisoteadas, una obrita corta de Tennesse Williams, tres de La Excursión, de Poncela, y tres de Las Agujas del Reloj, original de Patxi Iglesias, el profesor de teatro que me las ha encargado para distribuirlas entre los alumnos que han de interpretar sus papeles, aún por repartir, en la función de fin de curso.
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En el puesto de pescado he cometido el error de hacer un chiste malo. Un kilo de clotxinas valencianas, que sean de la batea mas alejada del gas oil del puerto, por favor. La chica me ha mirado, me ha servido el pedido, no ha puesto perejil en la bolsa, aunque se lo he pedido, y me ha soplado once pavos por las clotxinas y seis bacaladitos, seis. 

Se ve que no le ha hecho gracia lo de las clotxinas contaminadas porque ella sabe, como yo, que antes de su venta se someten a un proceso de depuración y el alquitran que tuvieran, se lo quitan. No como yo, que lo llevo incorporado a mi persona por el hábito de fumar, o sea. 

Mientras la chica limpiaba los bacaladitos, he pegado la hebra con su padre. De ostras, hemos hablado de ostras. Yo, las venden en el mercado de Colón y en el Central. El, yo en Mercavalencia no las veo. Serán los de las bateas los que las venden. Cuando estuvimos en Francia, había en todas partes. 

Yo. Como las pipas de girasol, se las comen alli, claro, en Bretaña las hay por castigo. 

Mientras charlamos, yo pienso en la putada que representa limpiar un kilo de clotxinas, hay que rascar con el cuchillo, eliminar los restos de cuerda de donde van colgadas, despojarlas de adherencias calcáreas, enjuagarlas... un curro, si, pero hoy hay comida familiar y Encarna no tiene la pierna para estar de pié haciendo croquetas. 

Se lo he dicho a Bartual. Me ha llamado para invitarme a una paella, hoy, en Godelleta, con los amigos libertarios. Tío, hoy no puedo, vienen mis hijos a comer y luego he de ir a Alfafar, a llevar a mi nieto a nadar. Avísame para la próxima. 

Igual te llamo mañana, me ha respondido, con tiempo, para la semana que viene, para que organices mejor tus prioridades entre tus nietos y tus amigos...Vale. 

Antes de dejar el mercado, le he comentado al pescadero el viaje que hicimos a Italia. Al regreso, de paso por Francia encontré en un área de servicio de la autopista una botella de vino de un cosechero que se llama como yo, pero en francés. Henry Arnal. Aún la tengo en el botellero. 

El pescadero me ha mirado con una cara que parecía expresar.... Y para que me cuentas eso, gilipollas,  en lugar de traer contigo esa botella para que nos la bebamos con unas clotxinas crudas, no son tan distintas de las ostras, tonto l´ haba. 

He de terminar, me llama Encarna, para que vaya a la cocina, pero no es para limpiar las clotxinas. Ha leído la etiqueta y ahora las venden limpias... Por eso te han costado mas caras, ha dicho. Otra vez las traes sucias y las limpias tú. 

En fin. Clotxines.

LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 7 05 14.

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