En la sierra, muy bien, oiga. Al salir de la urbe dejamos atrás un cielo algo plomizo y una lluvia intermitente.
Al llegar a destino encontramos un tiempo asoleado y con poco viento, diez kilómetros por hora.
Por el camino, sentí unas ganas locas de fumar, producto del tanteo al cambiar las marcas de tabaco a las que estoy acostumbrado, para ingerir menos alquitrán, lo que me ha obligado a hacer algo que no hacía desde hace años. Abrir la ventanilla del coche y fumar mientras conduzco. Juro que no me he podido aguantar.
El viernes, antes de ir a la sierra, pasé por la tertulia del Mercado de Colón. Estaban todos, periodistas, escritores, ex cirujano, ex alcalde, José María, Miguel, todos, menos Enrique.
Al llegar Carlos a la tertulia, le solté, a bocajarro, tú, como escribirías, ¨que palabra de mierda¨, con admiraciones, con tilde, sin tilde...Carlos, siempre excesivo, me contestó, con énfasis, yo, con signos de admiración y con tilde..
Hablamos de ortografía, que trata de las reglas y los signos ortográficos. Yo le dije que a veces prefiero la ortofonía, algo inventado que en mi caso pretende conseguir un efecto fónico, no gráfico, en el lector, para lo que no uso el diccionario, sino que pongo la tilde donde me da la gana, para que el lector perciba mejor mi intención,¨qué mierda de palabra..¨
Carlos ha dicho, y...como vas a subrayar el efecto fónico de mierda, eh...y me ha dado una idea que luego he pensado en la sierra, que ofrezco de modo altruista a los numerosos emprendedores que pululan ahora por el país buscando recursos para sus proyectos.
....
No se si ha sido la calma serrana la que ha estimulado mi creatividad insensata, o es que la llevo puesta allá donde voy, la calma, no, ya saben, y me ha sugerido, después de la conversación con Carlos, una dudosa innovación tecnológica, ordenadores odoríferos.
Imaginen una nueva generación de ordenadores, con dispensadores de olores integrados en su CPU, conectados al programa de textos, de modo que al detectar, en el teclado, o en la pantalla, la palabra mierda, liberaran al exterior el correspondiente olor, hacer lo mismo con la palabra tabaco, exhalar un inconfundible perfume a cigarrillos rubios, que nos liberaría de la exigencia de fumar mientras escribimos o, incluso, que extendiera en el gabinete donde escribimos, un penetrante aroma a rosas salvajes cuando empleamos la palabra flor.
Cada cual puede extender la idea a su conveniencia, no hay mas límite que la existencia casi infinita de aromas y
de palabras para llamarlos. No sé. Cuando le mandas un correo electrónico a tu chica, podría ir acompañado del perfume que usa, por decir alguna chorrada más.
Como toda innovación aún no madurada, esta tiene inconvenientes. En mi caso, veo un inconveniente grave. Repito tan
a menudo la palabra mierda cuando escribo, por mi tendencia a la crítica escatológica, que el olor del gabinete donde escribo pronto se tornaría nauseabundo con el invento.
Reconocidos los inconvenientes, son un estímulo para pensar en soluciones. Dósis diferenciadas de aromas en el dispensador, menos aromas escatológicos, que se agoten antes y dejen de molestar, y más dósis de aromas a tabaco rubio o turco, y a perfume de rosas.
Está en manos de quien escribe, es cierto, poner menos a menudo la palabra mierda en sus textos, pero eso sería lo mismo que pedir que los telediarios fueran agradables. Un imposible.
En fin. Ordenadores Odoríferos.
LOHENGRIN )CIBERLOHENGRIN) 11 05 14.
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