viernes, 8 de enero de 2016

EL PERFUME

El Perfume, una novelita en rústica, me impresionó cuando la leí hace más de veinte años. No se si es propio llamar novelita a un producto literario que, nada más publicarse, se convirtió en best seller y se tradujo a más de cuarenta lenguas, además de generar, luego, una película.

Supongo que enriqueció a su autor, Patrick Súskind --yo no sabía que fuera alemán, ni que fué su primera novela-- y universalizó a su personaje, Jean Baptiste, que se mueve en el 'evanescente reino de los olores' en la Francia del siglo XVIII.

Esta parte del asunto, los olores, es la que me mueve a poner esta página en el blog, porque creo que tiene mucha enjundia.

El éxito de la novela creo yo que se debió a que nunca nadie, antes, se había atrevido a mezclar la misoginia homicida con una sensibilidad olfativa extrema, pues, como ya sabrán, Jean Baptiste se dedica a despellejar a sus víctimas para ensayar los mejores perfumes con sus esencias de mujer.

Lo cierto es que yo he perdido el olfato después de fumar durante mas de medio siglo y soy incapaz de percibir la mayoría de los olores, sean los que emanan de los seres vegetales en un bosque de coníferas, o del puchero donde elaboramos el cocido.

He de decir, que no considero esa pérdida algo trágico, porque a cambio de esa disminución de mis sentidos, el vicio de fumar me ha producido un efecto ansiolítico, por eso seguí fumando en las épocas mas turbulentas de mi vida, por consejo médico.

También es cierto que durante por lo menos quince años, en un periodo de mi vida laboral, estuve inmerso en un mundo donde los aromas, los perfumea podríamos decir, estaban presentes de modo cotidiano.

Trabajé en un grupo exportador de vinos donde el director general, que también era alemán, por cierto, a las nueve de la mañana aparecía en el laboratorio y hacía las catas de todos los vinos que entraban y salían de las bodegas, que, al cabo del año, suponían medio millón de hectólitros, y ahora que lo pienso, la ligera prolongación de su nariz tenía su origen en su actividad de catador.

Andar por la vida con esta limitación, carecer de olfato, no deja de ser un inconveniente. No uso perfumes, ni masajes para antes o después del afeitado y ahora, cuando la televisión emite una cascada sucesiva de anuncios de perfumes, para uso masculino o femenino, no consigo imaginar que aromas habrán sintetizado los fabricantes para alcanzar siquiera un diez por ciento de la potencia seudo erótica de sus imágenes, cómo lo habrán hecho para diferenciar sos productos, cuando todos prometen lo mismo.

Pero, si alguna ventaja tieme haber perdido el olfato, es no ser capaz de percibir el olor de algunos acontecimientos públicos, como la comparecencia judicial de Urdangarin y la ex infanta, las declaraciones de Diaz Ferrán, o el perfume que exhalan, ahora mismo, los salones de la Generalitat de Catalunya, o los espacios reservados de la Moncloa, porque empiezo a pensar que el país tiene un olor especial, no tanto influído por el libro de Süskind, sino por aquel parlamento de Shakespeare, 'algo huele a podrido en Dinamarca'.

 En fin. El Perfume.

 LOHENGRIN (CIBERLOHEENGRIN) 8 01 16.

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