No es tan mala la monarquía, si tú eres el rey o la reina. Viajas mucho, tienes obligaciones y algunos privilegios. Quizás lo menos agradable de ejercer esa función, es vivir rodeado de una pandilla de consejeros imbéciles que, frecuentemente, te hacen meter la pata,
porque viven en un mundo cerrado, alejado de las necesidades y aspiraciones del pueblo soberano.
Me inspira estos comentarios la visión en televisión de una serie inglesa que relata, a su manera, la vida de una reina, Elisabeth I, hija de Enrique VIII, hermana de María Tudor, a quien hizo ejecutar bajo las presiones de sus consejeros, en la Inglaterra del siglo XVI, inmersa en las tensiones de un conflicto religioso entre católicos y protestantes.
Nuestra reina actual, no procede de ninguna dinastía histórica, es plebeya, pero experta en comunicación, lo que parece un buen currículo para
controlar los excesos de los consejeros imbéciles.
A mi me gusta, podría haber sido mucho peor si reinara Rita Barberá, esa mujar que reinó durante más de dos décadas en el ayuntamiento de Heliópolis, y que ha desaparecido de la vida pública despues de perder las últimas elecciones municipales, pensaba yo que estaba en un centro de desintoxicación, cuando ha reaparecido con el mismo talante autoritario de siempre, se ve que una cosa es la desintoxicación, y otra el autoritarismo, que no tiene tratamiento.
Elisabeth I, tal como la presenta la serie inglesa, es una reina tolerante, que piensa que católicos y protestantes pueden convivir en paz en su país, que no quiere saber nada de casarse por razones de Estado y se niega a hacerlo reiteradamente, y cuando se ve obligada a firmar la ejecución de María Estuardo, lo hace por las presiones de sus consejeros.
Cuando esa decisión desencadena una guerra, ella se pone la armadura para arengar al ejército, y dice una cosa muy inteligente. Yo soy una mujer, soy frágil, no soy un guerrero, pero tengo un arma que es la más poderosa, la palabra.
Siguiendo con las monarquías inglesas, tengo en la memoria a la madre de la actual reina de Inglaterra, Isabel II, que tuvo una vida muy longeva y que se dice que desayunaba cada día un copazo de ginebra.
Me viene esto a la memoria porque, desde que se me acabó la botella de tinto peleón, en lugar de desayunar un vaso de vino de cosecha, como me recomendó el médico para tratar el temblor esencial, aprovechando que tengo abierta la botella de Pedro Ximénez que usé para las carrilladas en la última comida familiar de los miércoles, me doy un copazo de ese extrardinario Jerez, emulando a la madre de la reina de Inglaterra, con la esperanza de ser tan longevo como ella.
Pero hablando de reyes y reinas, no voy a evocar a nuestra Isabel de Castilla, llamada la católica, que también fue objeto de una estupenda,
y supongo que mentirosa, serie de televisión, no voy a referirme a dinastías que han reinado durante siglos en diversos países de Europa.
Me voy a referir, simplemente, a que yo en ocasiones me siento el rey de mi casa, pero mi mujer, es la verdadera reina, una reina cuyas mayores virtudes son el pragmatismo y la discreción, que tiene la habilidad diplomática de presentarme a mi, ante mis amigos y conocidos, como si yo fuera el rey, cuando, en realidad, es la que toma todas las decisiones, ella sola, sin consejeros imbéciles, y en su largo reinado, que ya excede el medio siglo, ha demostrado que sus decisiones han estado siempre inspiradas en las necesidades y aspiraciones del pueblo soberano
que ahora soy yo, antes lo fueron nuestros hijos, y en el futuro, lo serán nuestros nietos.
Reyes. Una cosa es preferir el republicanismo, otra observar las virtudes, las cualidades, de los reyes que han reinado, además de sus debilidades
que suelen ser inducidas por otros. Sus imbéciles consejeros.
En fin. Reyes.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 24 01 16.
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