lunes, 4 de enero de 2016

PLIEGUES

Bajo a la calle en un día sin viento, con una temperatura sensiblemente más elevada que la de ayer; me dirigía al Maravillas cuando he caido en la cuenta de que es lunes y 'Levante' lleva más fútbol que noticias, así que me he desviado hacia La Fuente y he quedado varado en su terraza, contemplando un fenómeno atmosférico que para mi es completamente nuevo. Pliegues.

Sí, pliegues. Mirando hacia el mar, por detrás de los negros nubarrones que se desplazan empujados por un viento que no se nota aquí a ras del suelo, una textura blanquecina habitada por pliegues nubosos aparecía en el horizonte. Pliegues?, en mi ignorancia, yo solo había oído hablar de cúmulos, cirros, estratos y nimbos, pero pliegues?, nunca, lo juro.

Tan sorprendido he quedado, que agradeceré a cualquiera de los especialistas que escriben en la columna del Meteo, en 'Levante', que me explique, si le parece oportuno, vía comentarios, este fenómeno nuboso tan raro, al menos para mí. Obedece a la coincidencia en lugar y tiempo de dos fuerzas atmosféricas opuestas, o es el resultado de haber desayunado con las sobras del cava de noche vieja?. Pliegues.

Buscando una asociación que me permita explicar mejor el aspecto del cielo nuboso esta mañana, se me ocurre relacionarlo con las sábanas del lecho que he abandonado antes de salir a la calle, que han quedado llenas de pliegues, sí, ahora que lo pienso, es una imágen con semejanzas suficientes para ser descriptiva.

No he salido de la cama de un salto, como antes, sino con las lógicas precauciones que impone mi pérdida de masa muscular. Claudicación, dijo mi médico de familia, después de palpar lo que quedaba de mis gemelos o como se llame la musculatura de las piernas que condiciona nuestra locomoción segura.

Claudicación?. Si hubiera sido ahora, le habría contestado al doctor con la frase de un personaje del libro de Vargas Llosa que estoy leyendo: 'Un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida'. (Felicito, el empresario del transporte, a Adelaida, la santera, en la página 25 de 'El héroe discreto', Alfaguara, propiedad de la biblioteca Al-Russafi, no lo he birlado, lo tengo en préstamo)

Cuando me dirigía a la calle, después de dejar las sábanas llenas de pliegues en la cama sin hacer, he oído la voz de mi mujer, desde la cocina ¿No haces la cama?. Antes de atender su sugerencia, han pasado por mi mente multitud de imágenes que creía olvidadas. ¿Hacer la cama? Acaso he trabajado alguna vez en una fábrica de muebles, tengo alguna experiencia que me permita construir mueble alguno, de dormitorio o de cualquier otra dependencia de la casa? No.

Recito a mi mujer la lista de mis variadas y absurdas experiencias laborales, con la intención de reforzar mi argumento de que no sé nada de camas:

Meritorio en una consultoría especializada en contabilidades falsas. Ayudante administrativo en una funeraria de propiedad unipersonal. Ramón, el dueño, daltónico, era además conductor de sus propias ambulancias. Contable de un negocio de óptica, de propiedad compartida. El margen comercial en aquel negocio era del mil por cien, que tiempos. ¿no?. Uno de los dueños, que me proporcionó el pluriempleo, era inspector de policía, venía con su pistolón, por las tardes, a la consultoría, donde yo ejercía de meritorio.

Contable en un negocio de ingenieria y proyectos industriales. Duró hasta que el ingeniero y director se metió en aventuras gasísticas, a una de las cuales me promocionó, gas butano en botella popular, que terminó en quiebra. Después se dedicó al propano. Supe por un colega, que aquello terminó con una gran explosión, con víctimas mortales.

Después de la experiencia gasística fallida, busqué la tranquilidad de unos negocios relacionados con el vino, creo que fué en aquella época cuando, aprovechando la ausencia de tensiones en aquel sector tradicional, me licencié en Economía, haciendo compatibles mis estudios con el control de la gestión de alguna explotación vitivinícola, y alguna empresa que elaboraba mostos concentrados de uva, además de la propia empresa matriz exportadora, que se dedicaba, entre otras cosas, al noble y divertido arte de mandar a Bremen buques cargados con sangría a granel.

Mientras estaba en el vino, acudí a una selección de personal de un fabricante de maquinaria para panadería, que iba a las ferias alemanas para copiar los modelos que allí se exponian. Fue un error trabajar allí, pues solo duré un mes, el hermano del gestor que dirigía aquello me tomó enseguida ojeriza, pensó que yo era su rival, y lo convenció para que rompiera mi contrato, aunque con la indemnización nos fuimos, mi mujer y yo, a París.

Al regreso del viaje me incorporé nuevamente a los vinos. La segunda vez que abandoné los vinos, fué definitiva. Durante cuatro años ocupé la dirección financiera de una empresa de electrónica industrial, vinculada con un grupo madrileño que fué el que suministró aquellas bombillas chinas que regaló el ministro de Industria de Zapatero, ¿se acuerdan?.

Por aquella época, compaginé mi trabajo por cuenta ajena en el sector privado, con algunas actividades docentes y de asesoría, Mientras estudiaba, participé en algunos seminarios en La Coruña, en verano, claro, aprovechando la temporada de los percebes. Fuí docente en una entidad del barrio, un liceo muy popular entre las familias humildes.

Enseñé en una fundación y fui asesor económico de un sindicato anarco sindicalista y conservo buenos amigos de aquella época de mi paso por el mundo libertario. Cuando terminó mi contrato de cuatro años en la empresa de electrónica industrial, aproveché la indemnización para viajar con mi mujer a Lisboa, con unos amigos, en un Rover prestado.

Luego, mi trayectoria laboral se volvió mas accidentada. Trabajé un tiempo con unos mayoristas de bragas y sostenes (Bragas, no se cambian), con un promotor inmobiliario, quien tenía una docena de empresas fantasma en el País Vasco, nunca supe para qué, estuve varios años como director financiero en una empresa dedicada a la manufactura de mármoles, en un poligono industrial, y luego, cuando aquello declinó, a causa de un accidente laboral mortal, cuyas consecuencias jurídicas pusieron en un brete la supervivencia de la empresa, tuve la vibrante experiencia de trabajar en un negocio de fabricación de joyería.

Los dos socios joyeros podrían haber servido de personajes para Velvet ú otra serie así, pues uno de ellos, al enterarse de que su colega iba en su Mercedes a visitar a los clientes de Portugal y se quedaba, el solo, la pasta que correspondía al conjunto de la empresa, le puso su pistola en la sien, aunque, afortundamente, no disparó.

Se me olvidaba, también ejercí durante años de Auditor independiente.

¿Ves, Encarna, como en esta larga serie de experiencias laborales, no hay nada que me capacite para las camas?

--Déjate de rollos, o haces la cama antes de irte, o dormirás en la cama desecha y yo, por mi parte, dormiré en el otro cuarto.

Releo las absurdas y variadas experiencias laborales que han conformado mi vida profesional, sobre todo las de las últimas etapas, y cada vez estoy mas contento de vivir el júbilo al que me han conducido finalmente, pese a lo del 0,25%, el 0,25% te lo aplicas tú, mamón.

Antes de hacer la cama dí un último vistazo a los pliegues de las sabanas. No tenía ni idea, en ese momento, de la identidad que iba a encontrar entre ese paisaje doméstico y el aspecto del cielo visto desde la terraza de La Fuente.

Una muestra de la universalidad de casi todo lo humano, ¿no?, no sé.

En fin. Pliegues.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 01 16.

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