domingo, 3 de enero de 2016

MÚSICA

Comienzo la entrada de hoy como terminé la de 'El Periódico', hablando de música, porque ayer asistimos al concierto dominical en la iglesia de la Compañía, de los jesuítas, muy cerca de la Lonja, como hicimos años atrás, un hábito perdido, lamentablemente, tal vez por un equivocado sentido de la comodidad, de la rutina, que  hemos recuperado.

Tuve la misma sensación, al sentarme en las filas de atrás y observar la figura de Jesús, con un pié puesto sobre el globo terráqueo, de estar viendo una expresión simbólica, me parece a mí, de una concepción imperial militar del mundo eclesial, pues ese nombre, La Compañía, tiene resonancias guerreras, de conquista, y ese pié puesto sobre el globo, entre columnas de mármol rosa, parecía una anticipación del poder global tal como se concibe en nuestros días.

Una sensación fugaz, que desapareció enseguida, cuando el órgano de la iglesia expandió sus primeros acordes.

Sentados junto a dos invidentes, cerramos los ojos para comprobar que prescindir del sentido de la vista potencia el del oído y nos traslada a un mundo sensitivo semejante al de los invidentes sentados a nuestro lado.

El concierto, en el ámbito del ciclo denominado 'Música y Liturgia en la Compañía. Ciclo de órgano y música de Cámara, cumplió el número 223, con el siguiente programa:

Glosa sobre el Introito de la Misa del día de Navidad/Gloria in excelsis Deo/ Villancico polaco Wzlobie lezy/ El Rey Herodes/ Marche des Rois Mages/ Pastorela checa en do M/ Choral, de Bach/ Sonata de Navidad (sobre Adeste fideles)/Tiento de tonadas (Fray Cristóbal de S. Jerónimo)/ Suite de Noëls, de César Franck/ Temas populares (Bonnet, Geiss, Gigout).

He de confesar que así como la pintura religiosa, por mi condición de agnóstico, no me conmueve, la música religiosa me trasladó, durante una hora, a un mundo sensitivo muy intenso, tanto que ni siquiera  noté las ganas de fumar.

Cuando, de vez en cuando abría los ojos, los cerraba en seguida para sumergirme en la magia del sonido del órgano que viajaba por la nave de la iglesia, rebotaba en las columnas de mármol rosa y regresaba a los oídos de quienes estábamos sentados cerca de la puerta, con una nitidez asombrosa.

Solo reconocí las notas de Adeste fideles, en la Sonata de Navidad, y algún otro tema conocido, sin embargo, en ningún momento me pareció estar escuchando algo ajeno o poco comprensible, la universalidad del hecho musical es lo que dominó, hasta el punto de que la iglesia estaba llena de escuchantes, ningun asiento  quedaba libre, incluso había público de pié,  y todo el auditorio parecía inmerso en la sensación mágica de la música.

Al terminar el concierto, salimos de la iglesia con el propósito de retomar nuestra vieja costumbre de asistir a esos acontecimientos musicales.

Nos  dirigimos a la parada del autobús, incluso corrimos para alcanzar el seis, que se iba. Afortunadamente, lo perdimos, y eso nos  permitió integrarnos en la fiesta callejera que se celebraba en la plaza del Ayuntamiento,'Festa de la Infantesa', al parecer una tradición festiva, laica, olvidada, ahora recuperada, pero esa, es otra historia.

En fin. Música.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 01 16.

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