viernes, 15 de junio de 2018

LA CASA DE LA SIERRA

"He bajado al Maravas. Dado lo temprano de la hora, no había prensa. Después de tomar un café con hielo y limón y gratificarme con un ron quemado, he pasado por La Fuente. Mientras tomaba un descafeinado, me he fijado en la pantalla de la tele.

Lo de siempre. Los líos entre Trump, Clinton, el ex director del FBI, y los sicarios de Putin. Los pirateos en las redes sociales que todavía no sabemos a quien han ayudado a ganar, o perder, las últimas presidenciales en USA.

He visto en la pantalla navegando el barco de los migrantes, luego he comprado en el kiosko 'Levante' que hoy dice así: 'El despilfarro valenciano (en los últimos veinte años) en obras roza los 6.000 millones', pero al regresar a casa he visto algo en directo, que me ha llamado más la atención que las noticias impresas o en pantalla.

Un joven de color, alto, bien plantado, venía por la acera --salía del recinto del Cies, un acuartelamiento para migrantes que está al lado de casa-- dando palmas y cantando, 'La libertad...es lo más bonito'. O sea, que en el Cies se ve que están haciendo sitio para los que llegan ahora...

Concluyo, pues, que la realidad es más creible que el relato de la realidad, aunque eso no excluye nuestros episodios nostálgicos de algunas experiencias reales, sobrepasadas por el tiempo.

Por eso centraré el contenido de esta página en algo que ya empieza a ser recuerdo: La Casa de la Sierra, que no visitamos desde hace meses, desde que vendimos el viejo Skoda Octavia con el que nos hemos trasladado allí en los últimos veinte años. (De todo hace ya veinte años...)

Compramos una casa de viñador, en la aldea de Estenas, en la sierra de Utiel, gracias a la intermediación de José Carlos, propietario de una explotación vitivinícola en San Juan, con su finca solariega dotada con su capilla y su oso rumano disecado, en la que yo actuaba de asesor financiero y fiscal por cuenta del grupo exportador que la participaba.

Gracias a José Carlos, la operación de compra fué rapidísima, hasta el punto de que Encarna, mi mujer, me había dicho, quiero una casa con chimenea, y antes de 48 horas la llamé, y le dije. Ya tienes la casa.

Lo que ya no fué tan rápida fue la restauración de la casa, que estaba llena de mierda, convertida en alojamiento de palomos durante años. Encarna, que es una mujer con una energía sorprendente, construyó con sus propias manos el murete de piedra que circunda la fachada que dá a Poniente.

Recibimos ayuda de los amigos para su restauración, recurrimos a profesionales para construir un aljibe con capacidad para 8.000 litros. Cuando creíamos que la casa ya estaba habitable, mi cuñada, que nos visitó un fin de semana, nos hizo ver que la casa se estaba derrumbando por detrás, arrastrada por la otra mitad del inmueble, que no era nuestra.

Otra vez José Carlos intervino. Nos mandó un equipo de competentes obreros, que terminaron de derribar la mitad de la casa que arrastraba la nuestra, y dejaron la medianera en condiciones, además de otras mejoras que dejaron la casa tal como está ahora, habitable y segura.

La casa nos costó barata, pero las obras de restauración multiplicaron por diez su coste, sin embargo, los días y las horas disfrutadas allí durante más de dos décadas, los momentos especiales en las horas nocturnas del verano escuchando a los mirlos, el espectáculo de la floración del lilo del jardín, el sabor de las almendras fritas con sal que obtenemos cada año de los frutos del almendro, las conversaciones con el pastor que traía sus ovejas a la puerta de casa,los largos recorridos serranos con amigos, a la ermita del Remedio, a los pueblos vecinos, todo un universo bucólico a una hora de distancia de Heliópolis, que no disfruto desde hace meses, y que me produce, ahora, un sentimiento de nostálgica melancolía, que espero conjurar pronto, con una visita a la sierra, aunque sea recurriendo al tren y a nuestro taxista de confianza.

Esperamos pasar parte del verano en la casa de Estenas. Luego ya tenemos apalabrada una estancia en Las Majadas, en Cuenca, y para octubre un viaje a las Lagunas de Ruidera, con visita al Toboso."

De momento, seguimos aquí, leyendo los titulares de prensa y siguiendo las noticias de la tele, o sea, atentos al relato de la realidad, nada que ver, sospecho, con la realidad.

En fin. La Casa de la Sierra.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 15 06 18.

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