jueves, 4 de marzo de 2010

EL ESPEJO INGLÉS Y EL NIÑO CONTROLADOR

He bajado al Maravillas, un poco tarde, porque antes me he entretenido moderando un comentario a la página 'Iceberg a estribor' recibido desde Santo Domingo, –gracias Carlos-- y en las páginas de 'Levante' he visto varias reacciones airadas a las afirmaciones en el Financial Times, en el sentido de que la economía de Heliópolis está vieja, que es el paradigma extremo del viejo modelo español que hace agua por todas partes.

Esas afirmaciones se basan en un trabajo de campo hecho aquí por un equipo de reporteros del Financial, y también en las declaraciones de uno de los representantes de la patronal del sector de la construcción.

Aunque nadie la ha solicitado, formularé mi opinión sobre el asunto. Mas que vieja, la economía de aquí me parece desequilibrada. A ese desequilibrio han contribuido de manera enérgica fulanos como el constructor declarante cuyas manifestaciones cita 'Levante'. Hace unos quince años, la economía de la comunidad valenciana era un mix que descansaba en una combinación bastante ecléctica de actividad agraria, industrial y de servicios, unida a un tradicional impulso exportador, de tal modo que, aún predominando la industria y los servicios, el conjunto resultaba bastante equilibrado.

Es cierto que el tamaño medio de nuestra industria era mas bien reducido, como podía comprobar cualquiera que se pateara los polígonos industriales, pero precisamente esa aparente debilidad, dotaba de mas capacidad de adaptación al conjunto del sector, de modo que ante cambios cíclicos de la demanda, su respuesta de adaptación era mas rápida y flexible.

Esa es la razón de que, ante crisis cíclicas anteriores, nuestra economía respondiera de un modo mas eficiente ante la necesidad de los cambios .No es el caso ahora. El monocultivo del ladrillo en los últimos lustros, y la desaforada expansión de los servicios, junto al abandono de la industria ha producido una concentración de inversión en el sector inmobiliario, pero también ha privado a otros sectores de las necesarias inversiones en innovación y mantenimiento. Resultado. No tenemos una economía especialmente vieja, sino claramente desequilibrada

El peso de ese desequilibrio es lo que hace mas lenta y complicada la salida de la crisis, algo mas lenta y mas complicada que la de otras economías, que están mas equilibradas, aunque algunas son mas viejas.

Lo viejo y lo menos viejo, lo nuevo y lo antiguo, están presentes en diferentes proporciones en todas partes, pero si hay algún lugar que expresa con mas evidencia su preferencia por lo viejo, ese es el país del Financial Times. No hay mas que ver el cambio de guardia en Buckingham Palace, los taxis que circulan por Londres (son nuevos, pero conservan celosamente su aspecto de viejos), su vieja moneda, la Libra Esterlina, recientemente devaluada, su concepto anacrónico de la Monarquía y del Imperio y recordar como eran las carnicerías inglesas cuando la crisis de las vacas locas, para entender que, tal vez por la condición isleña de sus nacionales, junto a muchas cualidades que nadie niega, la economía inglesa es el reflejo del amor a lo viejo que caracteriza su defensa de un modo de ser propio, no negociable.

En conclusión, aquí no se trata de economías jóvenes o viejas, antiguas o modernas, sino de economías equilibradas, eficientes. Parce evidente que nuestra economía es menos eficiente y está peor equilibrada que antes del boom inmobiliario. Bueno, pues pongámonos a trabajar para lograr ese mayor equilibrio, esa mayor eficiencia. Empresarios como el que ha contribuido con sus declaraciones al Financial Times al desprestigio de nuestra economía, no parece que ayuden demasiado. Veámonos en el espejo inglés del Financial Times, pero corrigiendo la imagen distorsionada que se da de nuestro potencial económico.

El mismo periódico, 'Levante', se hace eco de la noticia de que la voz de un niño ha ordenado los movimientos de dos aviones en el aeropuerto JFK de New York, ante el escándalo de los que piensan que la seguridad aérea ha estado en riesgo.

Llevarse el niño al trabajo, como ha hecho el controlador aéreo del JFK, parece un buen modo de contribuir a la conciliación laboral y familiar. ¿Se imaginan lo que sucedería si cundiera el ejemplo y Obama, Zapatero, Lula y los demás acudieran a los parlamentos con alguno de sus niños?

Tal vez su actitud cambiara y se abstuvieran de ciertos comportamientos por la presencia exigente de los niños. El constructor que ha denigrado nuestra economía por salir en el Financial Times, si hubiera ido acompañado de su hijo se lo habría pensado dos veces al escuchar su reconvención –Papá, eso está muy feo.

Tal vez, la presencia infantil junto a quienes toman las grandes decisiones que nos afectan a todos, podría tener como resultado que el mundo fuera un lugar mejor. ¿Por que no lo intentan?.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-03-10.

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