lunes, 22 de marzo de 2010

OBJETORES

En mi familia, y entre mis muchos amigos, siempre ha habido uno o mas objetores. Unos se sentían pacifistas y objetaban hacer el servicio militar obligatorio. Cuando se reguló por ley el derecho a la objeción, uno de mis hijos se apuntó a la prestación social sustitutoria y estuvo ayudando en el cuidado de los enfermos de Sida, además de ocuparse de otras tareas en la organización no gubernamental en la que realizó esa prestación.

Mis amigos libertarios se negaban a pagar la parte de sus impuestos destinada al Ministerio de Defensa, que es el eufemismo con el que se conoce ahora a los Ministerios de la Guerra de toda la vida, y cuando practicaban su liquidación del Impuesto sobre la Renta, detraían la parte destinada a gastos militares y la sustituían por un comprobante de la donación realizada a alguna organización con fines sociales no gubernamentales, lo que les causaba algunos problemas burocráticos, sin que esos inconvenientes les disuadieran de su actitud.

Ahora, una de las personalidades políticas de este país que me produce mas repugnancia, Esperanza Aguirre, que accedió con trampas a la Presidencia de la comunidad de Madrid, y representa el lado mas reaccionario, populista y carente de escrúpulos de un Partido Popular que sería mas civilizado sin su presencia, llama a la objeción fiscal contra la elevación de los impuestos.

La maniobra de Aguirre tiene todos los ingredientes de demagogia, populismo y apropiación de un lenguaje que no le es propio, de una rebeldía que históricamente iniciaron las clases populares para oponerse a los desastres de la guerra, y cuya bandera enarbola ahora la marquesa consorte, sin ningún rubor, lo que no es sorprendente dada la catadura moral de la señora.

Los impuestos suelen ser impopulares, a veces porque no se explica bien que son un modo de atender las necesidades de los grupos sociales menos favorecidos, siempre porque todo el mundo le tiene mucho aprecio a su propio bolsillo, pero ahora estamos en una situación de guerra, y ni siquiera mis amigos libertarios se atreverían a objetar.

Estamos en guerra, si, porque los especuladores nos han metido en ella y han causado casi cinco millones de desempleados víctimas de un conflicto originado por las fuerzas ciegas de la economía de la especulación, y cualquiera con dos dedos de frente tendrá que admitir que los desaforados déficits de las administraciones públicas que van de la mano de la crisis, hay que pagarlos, señores, con impuestos. Sí.

Otra cosa es que los gastos burocráticos --no las inversiones-- de las administraciones públicas deban ser adecuados a la nueva situación, pero de un fiasco como este en el que nos han metido solo se sale vía impuestos, y vía precios, así que habrá que ir pensando en acomodarse a una nueva realidad con mas impuestos, mas inflación y, por tanto, menor nivel de vida.

A Esperanza Aguirre hay que preguntarle como se sale de esta situación con menos impuestos, como se van a afrontar los costes sociales de la crisis con menores recursos públicos ¿Va a hacer la marquesa una donación a los parados? ¿Los va a recibir en una de sus fincas, uno a uno, para depositar en la palma de su mano unas monedas? ¿Va a contribuir ella misma al necesario reparto de una austeridad obligada renunciando a una parte de sus gastos domésticos para poder ejercer la caridad a través de alguna fundación?

El mensaje que envía Esperanza Aguirre a la sociedad llamando a la rebelión fiscal, es mas propio de los ochenta, de sus admirados Thatcher y Reagan, padres de la doctrina que nos ha conducido al desastre, que fruto de un análisis de los problemas de la sociedad española actual, y es totalmente impropio de alguien a quien los ciudadanos han confiado responsabilidades parlamentarias.

Espero y confío en que quienes con sus votos –y las habilidades de la presidenta tramposa-- han llevado a Aguirre a presidir la comunidad madrileña, se lo piensen dos veces, llegado el momento, antes de reelegir a una personalidad política que, justo cuando los tiempos han demostrado la capacidad destructiva del ultra liberalismo económico, que nos ha conducido a la mayor recesión mundial desde la crisis de 1.929, enarbola la bandera de la rebelión fiscal y el recorte del Estado, como si nada hubiera sucedido.

A mis amigos libertarios no les gusta demasiado el Estado pero, conscientes de las tremendas necesidades y desigualdades sociales a las que nos ha conducido el egoísmo desaforado de los de siempre, no se atreverían, ahora, a practicar la objeción fiscal. Lo único que les queda a los mas desfavorecidos, a los desempleados, a los mas parias, es el Estado. Justo lo que Aguirre se quiere cargar.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 22-03-10.

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