viernes, 12 de marzo de 2010

FAUNA INTESTINAL

Estaba viendo un programa de no sé qué en la tele, cuando escuché la expresión flora intestinal y de inmediato, por un reflejo automático, le confié a mi mujer esta reflexión, 'Siempre oímos hablar de flora intestinal, pero nunca de fauna intestinal, ¿porqué?' Tengo esa lamentable peculiaridad en mi sentido de la percepción, cuando oigo contar una realidad concreta, enseguida pienso en su contrario, en su complementario, o en el lado oculto de la realidad que escamotea esa realidad contada.

Hay centenares de productos alimenticios milagrosos que prometen con su consumo mejoras incontables en nuestra flora intestinal, como jardineros que cuidaran de las rosas de nuestro jardín, pero pocos aluden a la sórdida animalidad de la fauna microscópica que se aloja, con un disimulo parasitario, en esa fronda. Ni siquiera Rodríguez de la Fuente se ocupó de esas innumerables especies, porque no son susceptibles, ¿o sí?, de ser mostradas en la tele.

Esta mañana, sin embargo, después de que haya sonado el timbre de la puerta a una hora temprana --un certificado o algo así-- mi mujer, que oye la radio antes de levantarse, después de sugerirme, abre tú, me lo ha dicho, '¿Sabes que llevamos en el cuerpo dos quilos de fauna intestinal?.

Dos quilos de fauna intestinal por persona deben dar para mucho. Imagino a una parte de esos bichos muy activos interviniendo en el metabolismo de las frutas ingeridas y confiriendo a sus portadores un predominio de lo dulce o lo ácido, del optimismo o el pesimismo de su carácter, cuya manifestación pública tal vez no se debe a cuestiones de cultura, o de política, sino al efecto de su fauna intestinal en la percepción de la realidad que acreditan en sus intervenciones públicas.

El Presidente Zapatero ha sido reconvenido desde muchos frentes, también desde estas páginas, porque se dice que su optimismo militante le impidió ver en su momento la gravedad de la crisis que se nos venía encima. Es posible que su fauna intestinal tuviera algo que ver, pero yo lo atribuyo mas bien a un error de percepción propio de quienes, cuando ven el reflejo estadístico de la realidad, no se preguntan por sus contrarios, sus complementarios, por el lado oculto de la realidad
que escamotean las cifras estadísticas, porque hay un gran número de transacciones que no registran. Cuando a las limitaciones de las estadísticas se añade una fauna intestinal que empuja a la dulzura optimista por la vía metabólica destructora de la acidez, el error de percepción está servido.

Sin embargo ese optimismo erróneo de Zapatero, en el que yo veo, al menos, la concurrencia de dos causas, una externa, otra endógena, no es el que inspira este artículo, sino el puro optimismo de fauna intestinal del Presidente Camps que sufre estos días una eclosión primaveral de evidente origen metabólico, sin nada que ver con la realidad exterior, y está embarcado en una gira por las tres provincias de Heliópolis para dar a conocer la absurda buena nueva que ha descubierto en su jardín intestinal, de que las tribulaciones económicas, financieras y laborales han terminado, una realidad completamente ficticia que solo el es capaz de percibir, porque cualquiera medianamente informado sabe cual es la situación aquí, ahora, y puede estimar que el final de ese vía crucis, por desgracia, no es realista contarlo en meses.

Es cierto que podemos esperar una mejora meteorológica con la llegada de la primavera, y que esa mejora tendrá algunos efectos temporales en la economía, también que estamos encima de un tiempo festivo, y que ambos elementos prometen mejorar el ánimo de las gentes. Eso está muy bien, y es motivo de alegría.

Ignorar que una cosa es el tiempo meteorológico y festivo, con la consiguiente mejora estacional en las estadísticas, y otra el tiempo económico, político y judicial, que subyace con su impacto telúrico por debajo de esa ola de optimismo puntual, impide estar alerta para el tsunami que todavía no se ha manifestado en toda su intensidad.

Cada uno es libre de adoptar la actitud que prefiera para la percepción de la realidad. Camps, sin embargo, a mi modo de ver, adopta la suya, no por la observación rigurosa de su entorno, sino por los efectos metabólicos de su fauna intestinal.

(Ya que he hablado de tsunamis, citaré aquí las estimaciones de los sismólogos, que están trabajando sobre los siguientes movimientos de las placas tectónicas y sus posibles efectos en ciudades que han crecido de modo desmesurado y desordenado, como Teherán, Estambul y otras por el estilo. Estos científicos no son optimistas ni pesimistas, su fauna intestinal parece estar equilibrada, se limitan a observar la realidad y a sugerir medidas contra los efectos catastróficos previsibles).

Mi fauna intestinal, por el contrario, está sensiblemente desequilibrada, y mi modo de mirar la realidad está influido por un escepticismo cercano al pesimismo. Por eso, me aventuro a predecir un tsunami político y económico en Heliópolis, en 2.010, que tal vez sea visible cuando termine la euforia metabólica de la primavera y el estío, aunque añado a esa intuición, mi deseo de que sus efectos sean poco destructivos para la gente que tal vez sufra los efectos del desmedido optimismo de sus líderes.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 12-03-10.

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