martes, 23 de marzo de 2010

ENSALADA DE PERDIZ

Hoy es el primer miércoles después del martes en el que Obama firmó su reforma sanitaria, pero como ese acontecimiento me pilla un poco lejos, dedicaré esta entrada a la comida familiar de los miércoles –que la semana pasada no celebramos por encontrarnos de viaje-- con especial atención a la ensalada de perdiz, un plato nuevo, inspirado en el que nos dieron en la Bodeguita de San Segundo, en Ávila, aunque con ligeras variantes.

He asistido, antes de meterme en la cocina, a una sesión de cine en la universidad de mayores, pero el comentario de la película me lo reservo para otra entrada. De camino a casa he comprado un bote con perdiz escabechada. Los demás ingredientes ya los tengo dispuestos en el banco de la cocina.

Primero he dispuesto sobre una bandeja una base de ensalada verde a base de escarola, lombarda, rúcula, espinacas y lechuga, todo cortado en juliana (hay ensaladas ya preparadas, limpias y envasadas, muy variadas, que pueden servir). A continuación, se deshuesa la perdiz, se desmiga y, justo antes de servir el plato, se templa en el microondas. Después se incorpora la perdiz desmigada a la base de la ensalada, y se decora con media docena de granos de uva de mesa cortados por la mitad, y las pasas que quepan en medio vaso de café.

El jugo de la perdiz puede servir para aliñar la ensalada, junto con un toque de aceite de oliva virgen.

Aprovechando que hemos traído unos embutidos de Salamanca, he preparado unos platos con fiambre, en lugar de las entradas calientes que servimos habitualmente.

En varias fuentes he dispuesto la longaniza curada de Vitigudino, las rodajas de salchichón ibérico de Guijuelo, el farinato de Salamanca, y unas lonchas del jamón de casa, que creo que es de Teruel.

Encarna, como es habitual, se ha encargado de la cazuela de arroz al horno, que es su especialidad, y que como todo el mundo sabe es un arroz seco, al que se incorpora antes de la cocción, un sofrito de ajos, patatas, tocino, costillas de cerdo, garbanzos y morcilla. (Hay otras mil variantes, una por cada pueblo de Heliópolis).

Nos hemos bebido una botella de tinto de Valdepeñas, y para desengrasar, he preparado un bandeja con naranjas y kiwis pelados y cortados.

Nunca he sido muy bueno para trabajar en equipo, por mis tendencias individualistas, pero en esto de la cocina, la división del trabajo, acompañada del sentido de equipo, y la aportación de las habilidades de cada uno, es una buena cosa, que tenemos ya muy experimentada en las numerosas veladas de comida familiar que Encarna ha convertido casi en una institución, y nos permiten mantener un contacto semanal con nuestros hijos emancipados, y lo mas importante, un contacto frecuente entre ellos, que acuden puntualmente a la llamada del arroz al horno.

Esta conciencia de nido que tiene Encarna, al que hace volver una y otra vez a sus pollos –ya bastante crecidos-- con la carnaza del arroz al horno, me recuerda la estampa de los numerosos nidos de cigüeña que vimos en tierras de Ávila. El carácter monógamo y familiar de esas aves no es tan diferente del de algunos grupos humanos, a condición de que en esos grupos haya personas como Encarna, que actúa como un catalizador de los vínculos familiares, sin cuya intervención la magia del vínculo se perdería.

No quisiera dar la imagen de padre de familia monógamo y bonachón. Yo soy tan borde como cualquiera, pero los miércoles, la magia fabricada por Encarna nos atrapa a todos y, por unas horas, la casa familiar se convierte en lo mas semejante a uno de los nidos de cigüeña que se cobijan en las esbeltas torres de las iglesias dispersas por las tierras de Ávila.

En fin. Ensalada de Perdiz.

De nada.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-03-10.

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