viernes, 5 de marzo de 2010

EOLO

'La ciencia desconoce el proceso que genera olas monstruosas en el Mediterráneo'. Esta afirmación aparece en un recuadro en la esquina derecha inferior de la primera de 'Levante', bajo el literario epígrafe 'La gran ola ASESINA'. Cuando los hombres no encuentran respuestas en la ciencia, suelen inclinarse hacia el mito. Eolo, el dios del viento, ha debido tener algo que ver en esa trampa mortal tendida a los pacíficos usuarios de un crucero que navegaba cerca de las costas catalanas.

Tal vez los dioses están irritados con nosotros, a juzgar por las dramáticas demostraciones violentas que se suceden en los últimos tiempos, en forma de desastres naturales. No soy un experto en mitos, pero observo que los hombres también están muy irritados, no con los dioses, sino con algunos jueces. Y con razón.

Anoche vi en unas imágenes de televisión al jefe del Supremo decir un par de frases que daban escalofríos. Aquello de ' la libertad convertida en libertinaje' nos retrotrae a tiempos decimonónicos, cuando los tobillos de las mujeres comenzaron a asomar tímidamente entre las faldas inspiradas en la moda victoriana y los reaccionarios de la época lo consideraron una ofensa a la moral. A la suya.

Pero el tono que empleó al articular la vieja frase, tan propia de la dictadura, 'no podemos consentir...', semejante a 'usted no sabe con quien está hablando' enlazaba, seguramente sin querer, con las imágenes de Fraga justificando la violencia asesina de las fuerzas de orden público bajo su mando en los sucesos de Vitoria, y trasladando la responsabilidad de los asesinos, a las víctimas.

Tenemos un problema. Así como Narcís Serra, con un trabajo de prestidigitador político asombroso consiguió que el Ejército se desligara de sus adherencias de la dictadura convirtiéndose en una moderna organización al servicio de la democracia, nada parecido se hizo con el poder judicial, lastrado por un corporativismo donde se refugian todas las actitudes y comportamientos aún influidos por las maneras y las mentalidades del viejo régimen.

Es verdad que hay muchos jueces jóvenes, y menos jóvenes, con mentalidad plenamente democrática, pero esa sana realidad convive con reductos que el corporativismo contribuye a perpetuar, y con el hecho de que en los puestos mas altos de la judicatura, las cuotas corporativas amparan a quienes, en su momento, debieron ser separados de la profesión, por una cuestión profiláctica, y no lo fueron.

Una sociedad no puede ser plenamente democrática, si el poder judicial no es plenamente democrático. Que el acusado en un proceso por corrupción, con pruebas materiales, pase a ser el acusador de su juez instructor, por supuestas debilidades jurídicas en el modo de obtener esas pruebas, puede ser entendido, con una mentalidad esencialmente procedimental y jurídica, pero, a quien no sabe de eso, le parece una cosa estrafalaria, surrealista y alejada de la Justicia con mayúsculas. Puedo entender que si hay dudas en la instrucción del caso, se despejen, pero admitir al corrupto como acusador de quien instruye para que se corrija esa conducta corrupta, parece demencial.

El problema de fondo de todo esto no es jurídico, es político. No se trata de que desde la prensa se hable de conductas prevaricadoras, eso es jerga judicial, de lo que se trata es de que todavía tenemos un poder judicial con adherencias de la cultura de la dictadura, de la reacción, con altas magistraturas que todavía emplean los términos de libertinaje, confundidos por una extensión de la libertad que es común a cualquier país europeo, y que reaccionan a la crítica con la típica expresión 'no podemos consentir...'. No se trata de consentimiento, eso es un resabio de la época feudal, se trata de que la relación de la justicia con los justiciados se haga en el marco abierto de las libertades que permite la constitución, no aplicando los vicios y los valores de un sistema que, en apariencia, canceló la transición democrática.

Del mismo modo que los mitos aparecen, de pronto, cuando la ciencia es incapaz de dar explicaciones a un suceso, demasiado a menudo, la aplicación de la ciencia jurídica, en este país, ha de dejar paso a la historia de nuestros conflictos ideológicos, para explicar lo que, sin ella, sería inexplicable.

Al parecer, hay gente a la que le molesta cualquier exceso de libertad, pero nunca los excesos de autoridad. A esos extremistas de la autoridad les dedico mi mas cordial corte de mangas.


LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-03-10.

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