martes, 20 de diciembre de 2011

ESTAR BIEN

Me han dicho que Mariano Rajoy estuvo hablando durante hora y media en su discurso de investidura dirigido a una audiencia diversa. Sin duda se dirigía a la CEOE cuando adoptó el aire de un ingeniero de caminos y se mostró partidario de reestructurar los puentes, una obra de ingeniería social tan arraigada en este país, y propuso trasladar algunos festivos a los lunes --no sabemos cuales ni cuantos-- al parecer en aras de la productividad, que cabe recordar que es un cociente en el que no solo está presente el factor trabajo, sino sobre todo, la capacidad de organización empresarial para ordenar y hacer un uso óptimo de los diversos factores de producción.
(...)

Se dirigió a los especuladores --mal llamados mercados-- cuando aludió a la voluntad de su futuro gobierno de controlar el déficit, no tan desbocado como dicen, pues el nuestro en relación con el PIB es mas moderado que el de otros países de nuestro entorno. Los quince mil millones a los que aludió, no parecen complicados de reducir, mas urgentes parecen los otros quince mil que le piden a España para contribuir al caldero común de los rescates que Bruselas está cocinando ahora.

También se dirigió a los pensionistas, a los funcionarios y a los futuros prejubilados, o mas bien, a las entidades que los prejubilan, para decir, a unos, algo que ya sabíamos, que se actualizaran las pensiones mínimas, a otros, que va a por ellos, en coherencia con la ideología neo liberal que considera al Estado un Leviatán al que hay que cortar las alas
en beneficio del sector privado, y a las empresas, sobre todo los bancos, que durante decenios han rejuvenecido su plantilla a costa de la seguridad social, pasando al erario público buena parte de los costes salariales de sus empleados, que el chollo se ha acabado. Esto último, que las grandes empresas públicas y los bancos que quieran deshacerse de una parte de sus plantillas lo hagan pagando ellos, a mi, la verdad, me parecerá bien, aunque espero a verlo.

Mariano Rajoy, como de costumbre, abundó en un discurso generalista; hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, cosas que todo el mundo desearía que se hicieran, pero sin explicar como, aunque en el cuando fue un poco mas allá, pues para unas cosas, las mas sencillas, fijó un plazo de tres meses, y para las otras, las complicadas, un horizonte de una década. O sea, que va para largo.

Luego, me cuentan, llegó el turno de la oposición. Rubalcaba trazó una línea roja, el llamado Estado del Bienestar, que separa la actitud de colaboración de la beligerancia, según las medidas del futuro gobierno lo pongan o no en peligro. Una expresión usada a menudo por el ahora opositor, Rubalcaba, que requiere, en mi opinión, ser matizada.

Esa expresión, Estado del Bienestar, tan usada, tan maltratada por la trifulca política, ha perdido sentido para mi. Yo prefiero estar bien, sentirme bien, una cierta sensación de calma, equilibrio, y ausencia de beligerancia con uno mismo y con los demás, un estado de ánimo que debería ser el objetivo y el resultado de las acciones de gobierno, tanto financiero, como político, en favor del progreso de los ciudadanos.

Las cosas no son así, ni los financieros, ni los políticos, tienen, ni han tenido, esa
prioridad en sus objetivos. Lo que los políticos y periodistas se empeñan en llamar Estado del Bienestar, algo que, en rigor, corresponde a los gobiernos socialdemócratas de algunos países del norte de Europa, en una época anterior, nunca ha llegado a estar vigente en este país. Nada ha tenido que ver nuestro Estado, aún con educación pública y seguridad social universal y gratuita, con el abanico de prestaciones sociales,con la madurez de los sistemas educativos y con los niveles salariales alcanzados por las poblaciones de esos países norteños.

El Estado de Bienestar en nuestro país puede haber sido una meta, un objetivo, pero intentar equilibrar cuarenta años de atraso democrático y social nos ha exigido demasiado tiempo y esfuerzo, y cuando empezábamos a vislumbrarlo, ya comenzaba a ser desmantelado.

Por otro lado, la época a la que alude esa expresión del Estado del Bienestar fue además ,aunque parece que nadie lo recuerda, la del terror nuclear. En aquel estado de pánico colectivo que acompañó a la política de la guerra fría,aparecían todos los días en la prensa expresiones como, silos, cabeza nuclear, misiles, con la misma frecuencia, y me temo que con la misma intención, con la que aparecen ahora, déficit, deuda, prima de riesgo, recortes, desempleo, todos argumentos generadores de miedo colectivo que, al parecer, tiene una virtud al servicio de quienes lo difunden, hacer mas fácil el gobierno de poblaciones numerosas para que el miedo contribuya a que renuncien a pelear por sus derechos.

Estar bien, lo que se dice estar bien, yo creo que nunca lo han estado los europeos, menos aún nosotros que accedimos a la Europa libre y democrática en los años ochenta. Es obvio que, con ese retraso, no hemos podido disfrutar, plena, ni largamente, del supuesto Estado del Bienestar. Por otra parte, la existencia del conflicto es consustancial a la actividad humana, por eso, sentirse relativamente bien, asumiendo un cierto grado de conflicto, sin dejar de buscar un cierto grado de equilibrio, es mas realista que creerse el habitante de un Estado de Bienestar inexistente en la realidad.

Luego está el juego de la pelea política, en el que, unos, Cameron, por ejemplo, son enemigos ideológicos de cualquier forma de Estado social, exista o no, y trabajan a sueldo, podríamos decir, de los poderes especulativos, y otros dicen oponerse al neo liberalismo conservador, aunque no se atreven a legislar contra los poderes de hecho.

Esto, creo yo, no tiene nada que ver con sentirse bien, ni siquiera con el Estado del Bienestar, una expresión vacía, sin contenido, gastada de puro repetida, que debería ser
superada por el Estado Social, en contraposición al Estado Antisocial, que eso es lo que
defienden las minorías poderosas que ven en el Estado una fuente de ingresos cuando chupan
de sus presupuestos, y un gasto innecesario en todo aquello que tenga una connotación social, colectiva, ciudadana.

Cuando consigamos librarnos del efecto venenoso de las palabras, déficit, misil, deuda, cabeza nuclear, o de la repetición insistente de algunos nombres, Urdangarín, Urdangarín, Urdangarín...,estaremos en mejores condiciones de percibir los hechos que esa palabrería trata de esconder.

Entonces, si tenemos la sensación de estar bien, uno a uno, cada uno de nosotros, dispuestos a convivir y hacer frente de una manera positiva y creativa a los conflictos inherentes a la evolución y la variabilidad de las cosas humanas, a lo mejor podremos aspirar a vivir en un verdadero Estado del Bienestar, pese a las numerosas presiones de todo tipo que se conjugan para impedirlo.

Una utopía?. No sé.

En fin. Estar bien.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)20-12-11.

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