El sol de diciembre caliente mi piel tras la ventana, mientras el altavoz del televisor vomita un montón de palabras a cuenta del asunto ese del yerno del rey, me niego a repetir su nombre, porque estoy harto de escucharlo o leerlo en todas partes. Decido permanecer tras el cristal de la ventana disfrutando de esa grata sensación física que me proporciona
el calor de la tarde, ignorar el discurso reiterativo de la tele. Sin ser del todo consciente de ello, he efectuado una elección.
Antes de sentarme a escribir, le he dado un vistazo a 'El País semanal'. Habitualmente, solo me intereso por las colaboraciones literarias. Hoy he leído a Maruja Torres, Ray Loriga, Juan José Millás, Almudena Grandes, --nunca la leo, hoy lo he hecho, otra elección, me ha gustado-- y Javier Marías.
Fuera de esas colaboraciones habituales, nunca leo los reportajes de esa publicación. Hoy, sin embargo, me ha llamado la atención la entrevista a Tom Waits, músico y actor estadounidense, cuyo nombre, por cierto, siempre he creído que era Tom Watts, y me ha parecido, la entrevista, fantástica, por la gran libertad con la que se expresa el entrevistado, y Tom, un tipo extraordinario. Ha sido una afortunada elección leerla.
Esto es solo una muestra de como vamos por la vida eligiendo cosas o actos, hacerlos o no hacerlos, sin apenas tener conciencia de esas elecciones. Para sacudirme el tedio de la tarde del domingo, elijo poner por escrito estas minucias de las elecciones cotidianas, antes de que se haga la hora de recibir a un par de amigos que vienen a jugar a las cartas y a cenar con nosotros. Ellos también decidieron, cuando les llamamos, aceptar la invitación. La vida cotidiana esta llena de esas pequeñas decisiones, a veces convertidas en rutinas, otras en nuevas experiencias.
(...)
Ayer hicimos una elección, que resultó desafortunada, al acudir, con un par de amigos, a escuchar a un coro en el Ateneo Mercantil de Heliópolis, conducido por un joven pianista, que hubiera resultado mejor en un concurso de sonidos experimentales, por los muchos gallos, disonancias, intentos fallidos de voces incapaces de alcanzar el mínimo exigido en una demostración pública de canto. Resultó tan patético aquello, que cerré los ojos, no para percibir mejor las voces, como acostumbro, sino intentando escapar de esa agresión sonora, pero al cerrar los ojos era peor, seguía escuchando aquello y además venían a mi memoria visual solo imágenes desagradables.
Después de esa desafortunada elección, ir o no ir a ver ese coro, que además fue la consecuencia de otro error, pensar que el sábado, a las diez de la mañana, aún se podían encontrar entradas para el concierto de jazz de la tarde en el Botánico, lo que resultó
imposible, y nos llevó a elegir al concierto del Ateneo, a la salida elegimos ir a la Iglesia de los Escolapios, en la calle Carniceros, para ver el concierto del grupo coral
El Micalet, otra elección.
La cúpula de la Iglesia de los Escolapios tiene una dimensión que impresiona y su sonoridad es infinitamente mejor que la del salón de actos del Mercantil, con lo que si el coro hubiera sido igual de malo habría sido tremendo, pero no, los del Micalet dieron una lección de profesionalidad y talento musical y la voz de la solista fue un regalo extraordinario.
Fue una grata experiencia musical, enriquecida además por textos de Salvador Espriu y de otros autores, que se dijeron entre pieza y pieza de música, sobre todo navideña, cantada en la lengua de mi infancia. Me emocionó, en particular, volver a escuchar un villancico que recordé haber oído cantar a mi abuela, en aquellas veladas festivas alrededor de una larga mesa vestida con un mantel blanquísimo, en la que yo era el niño mas pequeño.
Enhorabuena a los de la Sociedad Coral El Micalet, por el alto nivel musical que han alcanzado, sin duda debido a una exigente selección de las voces y a intensos ensayos,
bajo una dirección musical solvente. Fue una elección afortunada ir a ese concierto.
La cúpula de la Iglesia ofrece una visible y preocupante grieta que se prolonga desde la bóveda, hasta la parte baja del edificio. Convendría, con lo que sobre de las subvenciones al patrimonio de los Alba, que alguien se ocupe de reparar esa grieta de la cúpula, no vaya a ser que en los conciertos navideños del año que viene le caiga a alguien en la cabeza. Una elección, que alguien tendrá que realizar al determinar el destino de los recursos escasos para la conservación del patrimonio histórico.
A veces, cuando damos un paseo por el centro histórico, elegimos subir a un sitio alto, Torres de Quart, o de Serranos. Desde esas alturas se puede contemplar mejor la arquitectura majestuosa de las cúpulas de las iglesias, entre ellas la de los Escolapios, también la cúpula restaurada de San Pío V, y los viejos tejados de Ciutat Vella, un panorama urbano que vale la pena elegir contemplar, de vez en cuando, para tener una perspectiva mas rica de la ciudad donde vivimos.
Cada uno de esos actos, visitar o no, un paisaje urbano, buscar, o no, el punto de vista de la altura, elegir un concierto u otro para compartir un rato con amigos, acudir, o no, a una invitación amistosa, sentarse a ver la televisión, o escribir una crónica ligera, es el resultado de pequeñas decisiones, a veces tan rutinarias, que no llegamos a darnos cuenta de que las estamos tomando, pero suelen marcar el devenir de nuestra vida cotidiana.
En fin. La Elección.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)18-12-11.
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