miércoles, 18 de enero de 2012

EL OBJETO

En el Aula de Medios de Comunicación, el pasado lunes, la profesora introdujo el tema de la subjetividad en la información, lo hizo con una metáfora paisajista, mostrando como alguien que observa una vasta extensión desde la cumbre, tiene un punto de vista mas amplio que aquellos que viven en el llano, pero se le escapa como es la vida allí abajo. Por su parte, a aquellos que bullen entre la muchedumbre de abajo, se les escapa el punto de vista de quien observa desde arriba. Por mi parte, de un modo quizás apresurado, afirmé que cuando el objeto de la información (la noticia) es trasladado al público, a los usuarios de la información, es un sujeto quien lo hace, y por tanto, esta intervención subjetiva conlleva, de modo inevitable, la imposibilidad de la objetividad.

Aunque la profesora asintió con un gesto a mi afirmación, hoy, de nuevo a vuelto a bullir en mi cabezota, mientras me dirigía a clase, la cuestión de la objetividad informativa y, apenas iniciada la clase, he recurrido a otro ejemplo, para rebatir mi propia afirmación del otro día, que me parece demasiado concluyente.
(...)
Supongamos que una cámara oculta graba, en una comisaría, la hostia que un mosso de escuadra le da a un detenido, y que esa filmación se ofrece en algún medio público, sin mas comentarios. Esas imágenes, digo, yo, son puramente objetivas, sin el añadido de interpretación alguna.

Sin embargo, la profesora ha insistido en que esa grabación, en si misma, es un objeto, pero la decisión de trasladarla o no a la opinión pública, implica la subjetividad de ese gesto, y, además, añade, el momento de esa grabación, aún siendo una realidad objetiva, es solo una parte de esa realidad, pues lo que se ofrece no es la grabación íntegra, que podría dar mas información sobre el origen del incidente, sino solo la parte que se considera mas relevante. Así pues, esto de la objetividad informativa, es mas complicado de lo que parece.

Esto quiere decir que, cuando nos formamos un juicio sobre un hecho o una persona, a través de lo que nos cuentan los medios de comunicación, hemos de tener siempre en cuenta dos cosas, que quien nos lo cuenta, o no nos lo cuenta, lo hace por alguna razón subjetiva,
personal, profesional o ideológica, y que la realidad que nos presentan, suele ser, solo, una parte de la realidad, del hecho o del personaje.

Un ejemplo típico de subjetividad es lo que leemos cuando un personaje público cuya presencia ha sido relevante durante mucho tiempo, muere. Es el caso de Fraga, de quien estos días hemos leído y escuchado multitud de opiniones, la mayoría favorables, algunas algo mas tibias, y otras, por ejemplo en Internet, muy duras y acusatorias.

A mi, mas que esas opiniones de terceros, lo que me ha interesado es el propio deseo póstumo, dicen que expresado por el propio Fraga, de ser recordado 'como un hombre de bien', sospecho que, en alguien que ha estado en la vida política sesenta años, tanto en el franquismo (ministro), como en la transición (al parecer con la ambición de pilotarla desde la presidencia de un gobierno, que el Rey frustró),presidiendo luego la autonomía gallega, y siendo fundador y presidente del partido de toda la derecha española, ese deseo de ser recordado como un hombre de bien, implica, tal vez, que se olvide aquello que hizo mal, que en una trayectoria política tan larga de la historia de España, no debe ser olvidado, pues no se trata ya de un hombre, sino de un personaje histórico.

Ese deseo manifestado, ser considerado un hombre de bien, por mis querencias freudianas, se me antoja la verbalización de un íntimo sentimiento de culpa, mas que un deseo personal de reconocimiento, porque, para los que tenemos memoria, la participación directa en un régimen que en sus últimos momentos mostró comportamientos criminales, y ejecutó a personas que hoy serían tal vez considerados luchadores por las libertades, desoyendo las peticiones de clemencia de la iglesia, en tanto que Fraga era entonces un hombre de ese régimen, puede que permita calificarlo, como un hombre de Estado, --el mismo se ha considerado siempre un servidor del Estado-- pero eso no da para despedirlo como un hombre de bien, como el mismo reclamaba.

El coro de plañideras que siempre suena cuando desaparece un hombre público suele estar habitado por admiradores sinceros y hipócritas aduladores, pero también hay antiguos oponentes y adversarios a quienes un trato dilatado con el hombre, les da una expresión mas justa, compasiva y comedida al manifestar su adiós al difunto.

Entre los primeros, me ha llamado la atención un artículo de Martín Quirós, un hombre de la derecha valenciana, que ha tenido la desfachatez de afirmar que cuando Fraga dijo aquello de 'la calle es mía', fue una expresión democrática, pues el reclamaba que la calle no fuera de los alborotadores, en tiempos de la transición. Hombre, si hubiera sido así, hasta el demócrata mas tonto habría dicho, 'la calle es de todos, y nadie se la puede apropiar'. Fraga dijo lo que dijo porque, por encima de otras virtudes y defectos ha sido siempre una persona autoritaria, y el autoritarismo no reside en la cabeza, sino en las tripas.

Y ahora, enlazo con lo de la subjetividad y la objetividad. Somos animales y la sangre que circula por nuestras venas distribuye distintos humores que marcan nuestro temperamento. Tanto Fraga, como Rita Barberá, son temperamentos autoritarios, esa condición inherente a su personalidad, probablemente privó a Fraga de su máxima aspiración, la presidencia del gobierno de España, esa misma condición autoritaria, hará que Rita se jubile de alcaldesa, y ninguno de los dos ha podido hacer nada para evitarlo, porque es una condición SUBJETIVA de su carácter y la imprimen a su quehacer político.

Ahora mismo, solo se me ocurre un caso en que el objeto predomine sobre el sujeto, y no corresponde al ámbito político. Al parecer 'el objeto' de Nacho Vidal tiene un tamaño mas que proporcional al del sujeto que lo exhibe. En este caso, podríamos decir que lo objetivo trasciende a lo subjetivo, pero en los demás ámbitos, el de la comunicación y la política, hasta que alguien demuestre lo contrario, la sensación que nos da a los receptores de la información y de las decisiones políticas es que, si la objetividad existe, es algo que permanece tan oculto, que es como si no existiera.

En fin. El objeto.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN)18-01-12.

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