miércoles, 4 de enero de 2012

LA TARJETA

La tarjeta de visita apareció en Europa en el siglo XVII, aunque dos siglos antes ya se empleaba en China (Wikipedia), como un procedimiento mas de la etiqueta que se practicaba en las relaciones sociales entre las clases aristocráticas. Dejar la tarjeta en un domicilio al que se deseaba acudir era un requisito previo necesario, y sin la oportuna respuesta no estaba bien visto acceder al lugar para realizar una primera visita. Naturalmente, una extensa nómina de criados era la encargada de todas esas idas y venidas de las cartulinas decoradas con escudos heráldicos, sugerentes ramos de flores y otros adornos mas o menos románticos o reveladores del carácter noble de quienes la empleaban.
(...)
Tres siglos después, el uso de la tarjeta ya se ha generalizado, sobre todo entre los profesionales y empresarios que añaden a los datos de identificación, los servicios que prestan o los productos que ofrecen, aunque el soporte, la cartulina, no ha variado sensiblemente. También se usan con fines estrictamente personales o familiares, ajenos a cualquier actividad mercantil, y un ejemplo de su carácter de etiqueta social es su empleo en los funerales, donde se acostumbra a dejar una tarjeta doblada por la mitad, cuando no se usan los libros de condolencias.

Ese invento del siglo diecisiete comienza a declinar con la expansión de la tecnología informática y hoy cualquier consumidor lleva en su tarjetero su buena docena de plásticos provistos de una banda magnética, que les permite comprar en El Corte Inglés, en el supermercado de su elección, cargar gasolina, acceder a algún club exclusivo, obtener descuentos en el transporte público, o en una entrada de cine, y, lo mas importante, usar de un modo razonable el crédito bancario, o arruinarse y quedarse en la calle por un uso inmoderado de ese crédito.

Hay otra tarjeta mas, de uso casi universal, que es la que motiva la entrada de hoy. Se trata de la tarjeta SIP, que sirve para recibir el servicio de salud pública, para visitar al médico u obtener medicamentos en la farmacia. Mi mujer fue ayer al ambulatorio, aprovechando que ella tenía visita, porque se me ha pasado la fecha de mi visita concertada, para pedir fecha nueva, y una empleada del servicio de salud le dijo que mi tarjeta está vieja, que hay que sustituirla por otra nueva, que en la próxima visita debo pedir un formulario, ingresar tres euros en el banco, y me darán una tarjeta nueva.

A ver, ¿porque está vieja mi tarjeta?. Me he informado, en el servicio de salud de aquí no hay fecha de caducidad de las tarjetas. Al parecer, la empleada no procesó la tarjeta, no pudo saber si la banda magnética está o no en uso. Solo le pareció, a simple vista, que estaba vieja. ¿Y qué?

No pienso pagar ni un euro. Cuando vaya por allí, si la banda magnética está en uso, no pienso
atender la sugerencia de cambiarla. Si hay algún problema con la banda magnética, ya buscaré un informático que la limpie, que la ponga en uso, pero no pienso pagar tres euros por una mierda de tarjeta que no cuesta prácticamente nada.

Si esa formalidad, al parecer contenida en un formulario recibido de la Consellería de Sanidad en el Ambulatorio, es un truco recaudatorio, que se olviden de mi, no pienso pagar.

Que yo sepa, la Constitución ampara el derecho a la salud de todos los ciudadanos, y la práctica de las últimas décadas ha consagrado ese derecho como universal y gratuito. O sea, que no. Si alguien de ustedes es presionado por esa nueva norma que alguien se ha sacado de la manga, no haga ni puto caso. Es mas, si me lo comunica vía comentarios, podemos demandar juntos a las autoridades sanitarias de aquí por lo que a todas luces parece un abuso y un desprecio al amparo de la constitución a los derechos de los usuarios del sistema público de salud.

Pero, además, ese trozo de plástico es imposible que cueste tres euros. Se trata, sin duda, de una ocurrencia de alguien que conoce el efecto de las economías de escala. Le estafas tres euros a un millón de personas, y pillas tres millones de euros. El pagano solo ve sus tres euros, y le parece que no merece la pena reclamar por eso. Así nos va.

Estoy dispuesto a formular una denuncia ante quien haga falta, aunque voy a esperar un poco, a ver que dicen los de las asociaciones de defensa de los consumidores, el defensor del pueblo,los partidos de la oposición, o quien corresponda, de esto. ¿Y usted?

En fin. La Tarjeta.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-01-12.

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