lunes, 30 de enero de 2012

PARÁBOLA DE LAS UVAS

Poner una palabra detrás de otra, darle un soporte de papel, con la consiguiente tala de árboles, obtener el consabido copyright y poner a disposición de los lectores, que ya no son iletrados, a través de un editor, el producto final, no siempre es un acto de cultura. En ocasiones, muchas, es un acto contra la cultura. Hacer lo mismo en un soporte informático, dejar flotar en el ciberespacio ideas y experiencias transformadas en lenguaje, sin atribuirse propiedad alguna sobre las mismas puede ser, una evacuación de basura, o una forma creativa mas o menos respetable.

Quiere esto decir que la calidad de la expresión literaria no depende del soporte, sino de los contenidos. Hay libros buenos, (escasos) malos y malísimos, del mismo modo que los textos que circulan por la red, sean de un cibernauto vivo, o de un buen poeta muerto, tienen diversos grados de calidad cultural.

Si asumimos que esto es así, pierde sentido la posición reaccionaria de algunos furibundos del papel y el copyright, enemigos de la red, y la defensa a ultranza de un medio como Internet, asignando al libro impreso la condición de antigüedad tecnológica.

Son los contenidos los que marcan la interacción cultural de los textos escritos. Lo se porque estoy leyendo un libro con sus derechos de autor registrados, publicado por Planeta, que, después de todas esas cautelas para proteger la propiedad intelectual está resultando ser una puta mierda.
(...)

Se trata de 'La Noche del Tamarindo', de Antonio Gómez Rufo, que ha llegado a mi poder sin gastarme un duro, alguien me lo ha prestado, es un tocho de 522 páginas y,
llegado a la 350, ya he concluido que le sobran, por lo menos la mitad. Le quitas los miles de adjetivos innecesarios, las metáforas absurdas y los florituras que intentan
ser líricas, y lo que queda es un culebrón venezolano de los que ponen en la TDT, con una historia inverosímil que no vale absolutamente nada. Se lo digo, para que no se les ocurra comprarlo, y menos aún leerlo.

El problema de la controvertida defensa de la propiedad intelectual es que a veces se aplica a productos sin valor intelectual, literario, cultural, ni siquiera alfabetizador, y en estos casos, mas que proteger la obra, deberían ser los lectores los protegidos, con un aviso en la contraportada sobre el ínfimo contenido que tienen entre manos. Y si tan malo es ¿Cómo he llegado a la página 350, sin abandonar su lectura? Buena pregunta. No lo sé.

Conclusión, la basura que, en ocasiones como esta, edita Planeta, es la evidencia de que las valoraciones que se hacen sobre los contenidos de Internet, en parte justificadas, no excluyen la realidad de su presencia, también, en el dominio del libro impreso.

Por eso no acabo de entender la parábola que nos ofrece hoy Xavier Doménech en la página 39 de 'Levante' de hoy, dedicada a la cultura, cuando compara las descargas de contenidos en la red , con el robo de cosechas en una viña. Si no lo entiendo mal,
el libro, en este caso, de Gómez Rufo, ya ha percibido sus derechos de autor en la edición impresa. Este autor, ya ha cobrado por su trabajo, aunque el resultado pueda calificarse, con un criterio exigente, de basura. Mientras que al viticultor se le priva del único ingreso que percibe por su trabajo. No es lo mismo.

En este país y en otros, hay demasiada gente que cobra varias veces por lo mismo. Empezando por quienes frecuentan varios Consejos de Administración y cobran de todos ellos, o cobran excesivamente por el servicio que dan, como las compañías de telefonía que aplican aquí las tarifas mas caras de Europa, sin motivo que lo justifique.

Es normal que nuestra población joven, la mitad de la cual está en paro, y buena parte de la otra mitad recibe ingresos precarios, estén interesados en la gratuidad.
Si se quiere que lo paguen todo, el teléfono, las descargas de Internet, y demás, habrá que empezar por facilitarles empleos que les permitan pagarlo.

Hasta que eso no suceda, los de siempre, que defienden el derecho de la propiedad intelectual y que los servicios se paguen, podían interesarse, alguna vez, por que este segmento, el de la población joven, reciba mas atención de los poderes públicos, y de los empresarios privados, en lugar de contarnos parábolas bíblicas.

En fin. Parábola de las uvas.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN)30-01-12.

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