sábado, 22 de febrero de 2014

AVE

Imaginense el tren de alta velocidad que los ricos sátrapas petroleros se han empeñado en que discurra por el desierto para llevar a los peregrinos de una ciudad santa a otra, asaltado en mitad del trayecto por un grupo de beduinos que, previamente, lo habrán obligado a detenerse situando una familia de camellos sobre los railes. ¿No es verosímil? ¿No les recuerda el guión de un western, las imágenes de una tribu sioux cabalgando junto a la locomotora, mientras Jhon Wayne les dispara con su carabina desde la plataforma del último vagón?.

La invención del ferrocarril despertó un montón de temor y desconfianza. Se decía que viajar a esa velocidad produciría alteraciones fisiológicas entre los viajeros, ahora sabemos que no es así, aunque cuando se produce una colisión, como en Galicia o en Valencia, los muertos se cuentan por decenas, las líneas de alta velocidad no dejan de expandirse, pero ¿En el desierto?

De manera totalmente desinteresada, propongo esta idea, la del asalto al tren, como germen de un guión de un asunto ya clásico en el mundo cinematográfico pero que al estar localizado en el desierto, y en un tren rápido, es una vuelta de tuerca al género.
(...)
Se me ocurren dos situaciones ficticias para dar vida cinematográfica a los asaltantes del AVE en pleno desierto. Una política, pero hay tantos grupúsculos dispuestos a meter una carga explosiva en un medio de transporte público y volarlo con sus viajeros dentro, que me parece una trama demasiado vulgar.

Otra, mas romántica y menos cruenta, es imaginar a un grupo de defensores del medio ambiente que se nieguen a permitir el paso de la línea ferroviaria por el desierto, el último reducto humano donde el silencio y la paz del paisaje propician la serena meditación. 

La velocidad, sea alta o menos alta, nunca puede superar a la lentitud como fuente de felicidad. Cualquiera que haya hecho un trayecto interurbano en alta velocidad, sabe que el disfrute del paisaje no entra en el billete, en cambio tomar el ferrocarril decimonónico que une Mallorca y Sóller, es una experiencia estética, aunque algo incómoda por los asientos de madera, muy superior como ejercicio contemplativo al de viajar en Ave, no digamos si este transcurre en medio de la nada, donde cualquier incidente no deseado provocaría un montón de dificultades logísticas y operativas, con consecuencias graves. 

Estos ricos sátrapas petroleros, que al principio se limitaban a visitar la costa del sol dando propinas legendarias, luego se pusieron a construir islas artificiales y edificios emblemáticos en lugares imposibles, ahora nos brindan la oportunidad, con su excentricidad de hacer que discurra el AVE por el desierto, de asistir al nacimiento de un nuevo género cinematográfico, la versión árabe del western basado en la epopeya ferroviaria en lo mas salvaje del territorio norteamericano, o sea, el asalto al tren.

En fin. AVE.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 22-02-14.

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