martes, 18 de febrero de 2014

LA QUINTA CARTA

Estoy tomando un café cortado, seguido de un agua mineral sin hielo, en Ca Pepe. Despliego 'Levante' y después de repasar desde la primera hasta la última página, concluyo que nada de lo leído merece ser glosado hoy aquí. Tiro el periódico a la papelera y doy un paseo entre los pinos.

Me da vergüenza escribir 'entre el bosque de coníferas' porque mis conocimientos de botánica son exactamente nulos, así que, queda escrito, 'entre los pinos'.

Un cartel avisa de que estoy en el parque natural de l'Albufera, uno de los humedales mas valiosos del país. Otro, precisa que la pedanía de El Saler, donde me encuentro, recibe ese nombre porque en su orígen fue un grupo de barracas donde se almacenaba la sal extraída de un cercano salinar. He oído otra versión que dice que en aquellas barracas pernoctaban los operarios que se dedicaban a su extracción. Ignoro cual de las dos versiones es exacta, o si las dos lo son.

Lo cierto es que, mientras tomaba café, he recordado que estos días hemos recibido una quinta carta, que debí haber citado ayer y no lo hice. No es una carta inventada, mi capacidad para inventar está disminuyendo, así que estoy convirtiendo el blog, sin querer, en un cuaderno de bitácora de un navegante en tierra, en el que las gestas oceánicas están ausentes. Para confirmar lo que digo, reproduzco en parte el texto de la quinta carta recibida, cuyo contenido no creo que agreda la intimidad del remitente.
 (...)

'..Nos encantaríamos si un día quedamos en algún lugar en Valencia. ¿Que os parece el 'Restaurante Valor'en la plaza de la Reina? Dinos que dia os conviene bien y estaremos por allí. Os invitamos nosotros a Churros y Chocolate...' Firma la carta Patricia. 

El origen de esta relación epistolar que inició mi mujer es anterior a la extensión popular de Internet, o sea, mas o menos, de la Prehistoria. Un día vió en una revista una lista de direcciones de residentes ingleses que deseaban correspondencia con españoles, escribió a la persona que se anunciaba y esta, al recibir la carta, se la pasó a Patricia, que la contestó.

Desde entonces, de un modo mas o menos intermitente, no han cesado nuestros contactos. Fuimos a verlos a Rojales, para conocerlos, y allí descubrimos que Patricia es una inglesa de origen hindú, y que su marido Kent, es un inglés de origen inglés, tan inglés, que no desmerecería en cualquier película de Ricardo III. Entonces no hablaba una palabra de español, pero dice mi mujer que el otro día, cuando descolgó el teléfono para lo del chocolate con churros, hablaba un español casi perfecto.

Después de aquel encuentro, Patricia y Kent vinieron a conocer las Fallas de Valencia con un par de amigos y lo que recuerdo de aquello es que tomamos una cerveza en una terraza muy céntrica y la ceniza de los disparos de cohetes caía como una cortina sobre las copas, y que su amiga tuvo que recluirse en un bar a descansar porque su columna estaba totalmente destrozada por la paliza que nos dimos andando todo el día para conocer la fiesta. 

Después supimos que Patricia y Kent habían abandonado Rojales, en busca de una casa mas cómoda para Kent, con menos escaleras, y desde entonces residen en una urbanización del término de Pedralba. ¿Que interés tiene esto para ustedes? Supongo que ninguno, el mismo que me han merecido a mi hoy los titulares de 'Levante'. ¿Porqué se lo cuento?, no lo sé.

Tal vez sea, o no, un homenaje a la relación epistolar. Esa antigua costumbre por la que aún recibimos a veces, un documento material, un papel, con su textura y su olor nada virtuales, en el que unos viejos amigos nos invitan a chocolate con churros. Solo por eso, merece la pena contarlo.

Gracias, Patricia y Kent, por escribirnos. 

En fin. La quinta carta.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 18-02-14.

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