lunes, 3 de febrero de 2014

EL TIEMPO

Salgo de la Universidad Impopular, con un frio de cojones. Me acompaña una compañera del Aula de Comunicación. La llamamos así, Impopular, porque es la segunda vez en lo que va de curso que se suspenden las clases, porque los sinvergüenzas del Ayuntamiento de Heliópolis, que se tiran a la pera las tasas de matrícula, no contemplan la sustitución de los profesores de baja transitoria por motivos de salud.

No solo se suspenden las clases, tambien las actividades culturales y esas cosas. Me da vergüenza pedir la devolución de los doce euros que pagué por una visita a la Trinidad que no se realizó, pero a ellos no les avergüenza esperar a que se los pidan para devolverlos. En fin. Universidad Impopular, si.

Antes de asistir al Aula de Medios en la que no ha habido clase, solo una confusa reunión donde se nos ha dicho que presentemos una reclamación en una ventanilla municipal, cosa que nadie va a hacer, he pasado por la biblioteca para tomar en préstamo una novela para mi mujer.
(...)
Después de ojear los fondos de la sección 'Novelas' he optado por 'La Mandolina del capitán Corelli', de L. de Bernières, de la que he leido las primeras páginas, antes de decidirme por ese volúmen de casi 500. La introducción de 18 páginas, 'El Doctor Iannis..' es lo mas desternillante que he leído en mucho tiempo, pero el tema 2 que le sigue, 'El Duce' revela que el contenido del libro es un alegato antifascista, aunque con un nivel literario mas que notable,  no creo haber acertado con los gustos de Encarna con este asunto que no parece muy romántico, en fin. 

Las ocho páginas del monológo del Duce tienen un final muy sarcástico, pues después del discurso prepotente que incluye las ambiciones expansionistas del imperio italiano con un montón de alusiones a los políticos de la época, y las intenciones de invadir a los países mediterráneos vecinos, basta la entrada de un gato al que dispara el duce para que la vista de la sangre del gato le haga marearse de la impresión y retirarse a su aposento. El conquistador de boquilla, no puede resistir la visión de un gato sangrante. Todo es mera baladronada, mera fachada dialéctica. El discurso, como única acción política. Casi como ahora. 

Decía que he salido del Aula de Medios con una compañera y, claro, hemos hablado del tiempo. Del tiempo meteorológico porque hace un frío de cojones. Mi compañera estaba impresionada por las imágenes del mar bravo en el norte, por la frecuencia de los temporales que hacen entrar el mar hasta los barrios mas cercanos a la costa en San Sebastián, en Bilbao, en La Coruña, y en otras localidades marineras de esas costas.

Sin darnos cuenta hemos llevado la conversación hasta otra noción del tiempo, no el meteorológico, sino el astronómico, del que nos servimos para contar el tiempo transcurrido. Y hacia ese par espacio/tiempo, sin el que no sería posible la vida, porque solo la existencia de espacio permite que pululen por el las diversas formas de vida, entre ellas la nuestra. 

Además del espacio/tiempo, es necesaria la memoria para poder contar el tiempo, en especial, el tiempo pasado. Sin esa rara sustancia neuronal que almacena el tiempo personal ya vivido, mi compañera de Medios no habría rememorado lo que a su juicio fue un tiempo mas esperanzado, cuando una nueva clase política miraba hacia el futuro en España. 

Ahora esa clase envejecida, también mira para atrás, en vez de hacia adelante, y las opciones electorales que se nos presentarán pronto serán un neo franquismo deseoso de retomar una ideología obsoleta, disfrazada de nuevo conservadurismo, y un partido que un día fue de izquierdas pero, con las cesiones de la transición y el pragmatismo de Gonzalez, del que dio cuenta en el debate con Mas, en la Sexta, con una visión mas centralista que federalista del Estado,  ya no entusiasma a nadie. 

El tiempo, por supuesto, es mas importante que la política. Mi compañera de Medios tiene la sensación de que el tiempo viene y va. Yo no comparto esa idea, es la política lo que viene y va, pero el tiempo esta siempre presente, tan presente, en un sentido dinámico, que la vida se nos escapa, a veces, sin llegar a comprender el sentido del tiempo, que, junto con el espacio, es, sobre todo, una oportunidad, la oportunidad de vivirlo sin traicionarnos demasiado.

No se trata, creo yo, de alcanzar un determinado lugar en el espacio, sino de sentirse bien en ese espacio y ese tiempo, rehuyendo la tentación de quedarse varado en el pasado, porque el tiempo pasa, pasa para todos, pero hay que vivir cada momento como corresponde a la época que nos toca vivir, sin obsesionarse por alcanzar un lugar, sino por vivir cada momento como si fuera nuevo, porque así es, en realidad, por mucho que nos quieran llevar a tiempos viejos y obsoletos. 

En fin. El Tiempo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 3-02-14.

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