Ayer fuimos al concierto de los miércoles en La Nau, había una cola del carallo, se superó el aforo y mucha gente quedó de pié,
aunque nosotros pillamos un banco libre en la capilla desacralizada donde se celebran estos actos.
Esa abundancia de público tal vez se debió a que se trataba de un acto músico vocal, con la participación de Elia Casanova, soprano, Miriam Arnauk, mezzosoprano, además de un clavicémbalo a cargo de Gil-Tarrega y un chelo, Van Donguen, y toda esa tropa al servicio de una música del siglo XVII, en la que estuvo muy presente un compositor desconocido para mi, Frescobaldi, junto a Monteverdi y otros contemporáneos.
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La primera parte del concierto transcurrió con normalidad, la soprano se turnaba con la mezzo en las interpretaciones de Monteverdi o Frescobaldi, otras piezas las cantaban a dúo, o se retiraban para que el clavicémbalo hiciera una interpretación puramente instrumental,
todo transcurría como en otros conciertos.
Hasta que, no sabría decir en que pieza fué, cuando la música comenzó a sonar en las voces de las cantantes que la interpretaban, tuve una sensación, rara, de retorno de una experiencia anterior, cuando vi un ángel, que evidentemente no estaba allí, flotando junto a las cúpulas de la capilla.
No puedo dar detalles de esa sensación, solo se que las voces escuchadas me elevaron a un nivel celestial, hasta el punto de que dejé de ver al público que tenía alrededor, solo era consciente de la presencia de las cantantes, de los músicos, y de aquel raro angelote que volaba por encima de mi hasta quedarse junto a las bóvedas de la sala, hasta que los aplausos me devolvieron a la realidad, miré hacia el techo y no vi nada, y me reconocí aplaudiendo, en medio de la sala repleta de público.
Me suena haber descrito una sensación parecida en otra página del blog, solo que era yo el que permanecía flotando junto a las bóvedas, en este mismo lugar.
Esto de los conciertos es así, algo muy subjetivo que dificilmente se puede trasladar a los demás. No se porqué, todo este asunto me lleva
a otro grandioso concierto, un oratorio escuchado en Santa Catalina, hacia diciembre de 2008, del que dejé constancia en una página del blog,
Después de Praga (7), que recoge un fragmento de un libro inacabado.
En esa historia hago acudir a un personaje inventado, un tramoyista jubilado protagonista de El Viaje a Praga, también inédito, al concierto del Oratorio.
Pau, que vive en la calle Burguerins en la ficcíón, se lleva el folleto del concierto a casa, que incluye el texto del oratorio, lo relée para el lector, y su impresionante final, dice así,
"Mortales perezosos/sacudid el descuido con que ociosos/pasais la triste vida/mirad que el cielo a todos os convida/Pero sabed que allí entra
solamente/el justo, el enmendado, el inocente"
Aquel fue, también, un gran concierto.
En fin. Il Concerto.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 19 02 15.
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