Al Sur de la ciudad de Valencia hay unos espacios naturales, muy interesantes y singulares, de gran valor ecológico, que hasta hace poco eran frecuentados, sobre todo, por quienes iban a comer los domingos all i pebre a El Palmar, pero, ahora, gracias a la nueva línea irregular de autobuses que ha puesto en servicio la EMT, con destinos en el Saler, el Palmar y el Perellonet, están al alcance de cualquiera.
Digo de esa línea que es irregular porque, en algún tramo horario, y en algún destino, hay que esperar dos horas para tomar el autobus de nuevo.
De hecho, esta mañana, hemos tomado el 25 para visitar el Palmar y al llegar, hemos decidido tomar el mismo autobús de ida para volver, ante la alternativa de la larga espera hasta las 14,35h. en caso de dejarlo ir.
Sin embargo, el viaje, a pesar de la estancia fugaz en el Palmar ha valido la pena pues, por el camino, hemos podido disfrutar de la magnífica vista en el embarcadero de la Albufera, de la contemplación de los
miles de garcetas que ocupan ahora las extensiones de arrozales inundados, hemos visto las redes tendidas en el lago para la captura de las anguilas, hemos entrado en la urbanización Les Gavines, en pleno bosque de la Dehesa, y al tomar la carretera del Palmar, hemos reconocido
los terrenos donde se ubicaba el camping del Hipódromo, de donde nos echaron los ecologistas, con buen criterio, pues no éramos demasiado compatibles con la fauna y la flora del lugar, y el pequeño embarcadero donde perdimos una bici.
No hemos visto, en cambio, la numerosa población de flamencos que habita ahora otras superficies arroceras inundadas, porque el parecer se encuentran más arriba y hay que internarse por el camino asfaltado que comunica el Saler con Alfafar, para contemplarlos.
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El autobús de la línea 25 que hemos tomado esta mañana, iba lleno de un público variopinto, de todas las edades, jóvenes con aire oriental,
europeo, africano, turistas cincuentones con sus parejas, y una minoría de usuarios que parecían residentes en los lugares de destino, lo que me ha parecido un indicio de que las nuevas facilidades de transporte promueven el conocimiento de unos espacios naturales excepcionales
hasta ahora no tan visitados.
Nos han llamado la atención, al entrar en el Palmar, las numerosas barracas que aparecen en su paisaje, que no recordábamos que estuvieran allí, ignoro si se trata de barracas viejas reconstruídas, o son de nueva planta y son el resultado de algún programa oficial de recuperación de las tradiciones ancestrales de la zona, con subvenciones y todo eso.
Hemos visto el embarcadero desde el que realizamos una visita en barca al lago con nuestro nieto menor, y las nuevas instalaciones que rodean el viejo Racó del Olla.
Pese a la brevedad de nuestra estancia en el Palmar, nos ba dado tiempo para hacernos con unas anguilas, pero eso lo dejo para el final.
El regreso me ha permitido hacerme una idea del espesor impenetrable de la flora arbustiva que forma un muro defensivo del bosque de la dehesa,
junto a la carretera. Antes de que pudiera darme cuenta, estábamos en la autovía, en dirección a Valencia.
Llegados a casa, me he metido en la cocina, no para preparar un all i pebre, porque a mi mujer le gusta poco el picante y el ajo, sino un suquet de anguila, algo parecido pero más suave.
Primero he preparado la picada. He frito una docena de almendras, un diente de ajo y una rodaja de pan, y lo he picado en el mortero junto a un puñado de perejil, un poco de pimentón y una cucharada de aceite.
He pelado unas patatas pequeñas y con un poco de caldo de pescado y la picada, las he puesto a cocer una media hora.
A las anguilas limpias, troceadas y pasadas por harina, les he dado un toque rápido de fritura y luego las he añadido al caldo con las patatas,
dándoles una cocción ligera.
Voilá. Ya está. Ir al Palmar y no comer anguilas, no tiene mucho sentido, no?.
En fin . El Palmar.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 28 02 15.
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