domingo, 22 de febrero de 2015

RAY BRADBURY

Como la programación de la tele, en general, es tan sumamente mala --véanse las crónicas de Cipriano Torres en 'Levante'-- y las tertulias políticas de la Sexta se han degradado hasta convertirse en un gallinero, mi mujer y yo recurrimos ahora a las viejas películas de casette para distraer el ocio, en lugar de irnos a esquiar como Bárcenas.

Podríamos hacerlo, puesto que si Bárcenas no tiene un duro, nosotros tampoco y además, nuestra modesta casa campesina de la sierra no está embargada, pero el otro día preferimos quedarnos a ver Farenheit 451, basada en un relato de Ray Bradbury, en lugar de afrontar el riesgo de los aludes, y es que no todos tenemos la hombría que Bárcenas manifiesta en cada una de sus apariciones públicas, ya sea desde la trena, o cuando está de permiso carcelario.

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La cosa es que un amigo nos ha prestado un lote de películas grabadas en cinta y ahora las usamos como consolador de la basura que emiten los medios audiovisuales, usando un viejo televisor auxiliar que teníamos arrinconado. 

Fahrenheit 451 es la temperatura a la que arden los libros y Bradbury, y el realizador de la película, usan ese título como metáfora de una sociedad en la que la lectura es delito y el cuerpo de bomberos se dedica, en lugar de a apagar fuegos, a quemar los libros, no algunos, sino todos, pues todos están prohibidos. 

Este relato tiene varias lecturas, al menos, dos. Muestra una sociedad futura basada en el totalitarismo, pero también avanza un hecho que ya se está produciendo, una sociedad sin libros. En mi indocumentada opinión, el hecho de que los libros que aparecen cada año, con gran repercusión pública, se limiten a dos, el ganador del Planeta y el consabido best seller de autor americano, indica que nos estamos acercando al desenlace propuesto en la película, en el que los amantes de los libros viven en un ghetto, donde cada uno de ellos asume la identidad de un libro determinado y aprende de memoria su contenido porque el libro, como objeto físico, ha desaparecido.

Hay una secuencia casi al final de la película, que me ha encantado, cuando las fuerzas anti libros, moviéndose con sus mochilas autopropulsadas, buscan al bombero traidor que se ha pasado a los amantes de los libros. No lo encuentran, pero liquidan a otro que pasaba por allí, que les sirve lo mismo para decir por televisión que han eliminado al traidor.

Esa imágen, con los tipos flotando sobre el medio urbano, sin usar vehículo alguno con ruedas para desplazarse, me parece sumamente reveladora de la sociedad futura, una vez hayamos destinado al desván de las antigüedades el petróleo y la rueda, y así lo imaginé en la página 'Sociedad Petrolera', una de las mas visitadas del blog. 

No es que la abundancia material de libros, sin un criterio selectivo, sea garantía de la extensión de la cultura, ni de nada. Solo hay que visitar la biblioteca que está junto al Aula de Comunicación que frecuento los lunes y miércoles, para comprobar la cantidad de basura libresca que contienen sus estantes, y las ausencias clamorosas de grandes títulos de la literatura universal. 

Parece que hubieran pasado por allí los bomberos de Fahrenheit 451, pero no, es la política cultural municipal, que hace años deja sin presupuesto a sus bibliotecas. Es menos espectacular que los lanzallamas, pero igual de efectiva.

En fin. Ray Bradbury.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 22 02 15.

1 comentario:

  1. Antes que película, es un libro, el cual te recomiendo, sin duda...antes de que lo quemen ;)

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