miércoles, 28 de noviembre de 2018

EL MAR, LA MAR

"Todavía no he bajado a La Fuente a tomar un café cortado en taza. El bar está cerrado, es la una de la madrugada y aquí estoy, insomne, dándole a la tecla, porque ayer no me dispensaron en la farmacia, un producto que me recetó la doctora Palop para intentar inducirme un sueño prolongado, sin interrupciones. Vuelve a la tarde, me dijeron, este producto está sujeto a autorización de la inspección para poder ser aplicado, pero cuando volví por la tarde, después de la sesión en el Aula de Teatro, todavía no lo tenían. Vuelve mañana, me dijeron, a ver si hay más suerte.

Así que aquí me tienen, intentando conciliar el sueño por medio de la escritura. Tenía previsto publicar dos páginas, pero lo haré solo en una.

 "Ayer, después del largo trayecto en dos autobuses, el 18 y el 19, descendí en la calle Cavite para dirigirme al Aula de Teatro, pero, como era pronto, me acerqué antes a la playa de la Malvarrosa. A medida que me acercaba a la orilla de la playa, no podía creer lo que veía, un mar tranquilo en una tarde luminosa tan ajena a las perturbaciones de los últimos días, semanas, que me dió la impresión de que había vuelto al mes de mayo.

La luz mediterránea reverberaba sobre la superficie de un mar aparentemente tranquilo, un par de pescadores se entretenían en la orilla y en lontananza se veía una embarcación a vela desplazarse lentamente por el horizonte marino.

Me pareció una escena irreal, plástica, como un lienzo de Sorolla,a lo lejos se divisaban los edificios e instalaciones de la costa desde Alboraia, hasta Sagunto. Los edificios de Port Sa Playa, los depósitos de combustible de Massalfasar, Los apartamentos de la Pobla, a lo lejos, la costa saguntina con las montañas al fondo, y en ese mar, la silueta de los tanques de combustible que, desde aquí, parecen flotar sobre las aguas.

Todo eso, contemplado desde la distancia, me pareció un momento apacible, pero, al aproximarme a la orilla, un brutal estruendo me reveló que toda esa tranquiidad solo era aparente, que bajo esa supuesta calma se movía un mar de fondo de un modo violento.

Antes de regresar hacia el Aula de Teatro, en la cercana avenida de la Malvarrosa, no pude evitar concluir que, a veces, muchas veces, las cosas no son lo que parecen.

Ya en el Aula de Teatro, tuvimos una sesión puramente física, que, por cierto, estuvo muy bien. Yo había preparado una intervención pensando en las improvisaciones que íbamos a hacer, pero, después de que Teresa dijera su texto, cuando le sugerí al profe decir el mío, me pidió que lo dejara para el jueves, así que, para que me sirva de recordatorio, lo voy a poner aquí, ahora.

 "En el espacio sin tiempo de nuestra infancia, vivíamos ajenos a todo aquello que no formaba parte del escenario lúdico de nuestros juegos. Unos juegos, a veces, algo violentos, peligrosos, batallas con piedras entre grupos enfrentados del barrio, el juego de 'Faba, munta y calla', en el que unos chavales hacían de montura, el primero de una fila sujeto a una reja, los demás sujetos a ese primero, los otros, haciendo de jinetes, saltábamos sobre ellos, como si fueran mulas, a veces con el resultado de alguna rotura de clavícula, como le sucedió a Luis, por el peso excesivo de su jinete, o, en los meses cálidos, cuando las libélulas venían a beber a la fuente pública de la calle donde vivíamos, las abatíamos con cañas, las decapitábamos, y llevábamos sus cabezas a la farmacia, en una caja de cerillas, porque los malintencionados vecinos algo más mayores que nosotros, nos habían convencido de que el farmacéutico nos daría dinero a cambio de ese lote.

Hasta que, una tarde lluviosa de noviembre, un caballero con polvo en la levita, nos leyó en el barro de las calles los avatares de nuestras vidas adultas y la fecha exacta de su término. Desde entonces hemos vivido sujetos a aquella predicción, en algún caso ya cumplida. El hermano de Luís, el que se rompió la clavícula, murió hace mucho tiempo, justo en la fecha que le habían predicho.

El día  en el que se hicieron esas predicciones, yo estaba en la cama, con paperas, así que no pude saber lo que me reserva el destino."

Ya está, son las dos, me voy a la cama, todavía estoy a tiempo de pillar otro cacho de sueño.

Un saludo cibernauta.

En fin. El mar, la mar.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 28 11 18.

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